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Nota del editor: Giovanna de Michele es docente en la Universidad Central de Venezuela y analista internacional con estudios de Inteligencia y Contrainteligencia, así como de Imagen y Escenarios de Negociación. Trabajó como analista de seguridad y defensa en el Estado Mayor Conjunto del Ministerio de la Defensa (1984-1988) y en la Dirección de Inteligencia del Comando General del Ejército de Venezuela (1988-1996). Además, fue negociadora para la delimitación de áreas marinas y submarinas con Colombia y otros temas desde octubre de 2001 hasta abril de 2009. De Michele es venezolana y reside en Caracas. Las opiniones expresadas en esta columna pertenecen exclusivamente a la autora.

(CNN Español) – El 5 de enero de 2019 irrumpió con fuerza en el escenario político venezolano el nombre de Juan Guaidó, quien, a pesar de tener para ese momento ya cuatro años desempeñándose como diputado de la Asamblea Nacional, no gozaba de reconocimiento público.

Ese día se juramentó como nuevo presidente del Parlamento y su primer discurso constituyó, sin duda, una premonición de lo que estaba por venir. Aseguró entonces que no reconocería el segundo mandato presidencial de Nicolás Maduro, que comenzaría cinco días después, específicamente el 10 de enero, según lo estipulado, luego de la victoria anunciada por el Consejo Nacional Electoral en el proceso electoral del 20 de mayo de 2018. Habló de “usurpación” y “transición” y enfatizó que contaba con el respaldo del pueblo, de la comunidad internacional y de las fuerzas armadas.

En tal sentido, 18 días después, específicamente el 23 de enero de 2019, en medio de una manifestación de calle, el nuevo líder político, de apenas 35 años de edad y militante del partido Voluntad Popular, se proclamó presidente encargado de Venezuela a partir de la premisa de la usurpación del poder ejecutivo por parte de Nicolás Maduro lo que fue interpretado como una “falta absoluta del presidente de la República”. Así, Guaidó dio paso a una interpretación del texto constitucional venezolano según la cual las funciones pasan a ser asumidas por el presidente de la Asamblea Nacional. No obstante, es necesario acotar que aun cuando no se cumplieron todas las premisas constitucionales establecidas, casi de manera inmediata el nuevo presidente encargado de la República comenzó a recibir reconocimiento internacional como máximo representante del Poder Ejecutivo, al tiempo que se mantenía también como presidente del Poder Legislativo.

Ese ha sido el mayor y principal cambio visible en la realidad política venezolana durante los últimos seis meses: el reconocimiento internacional a Juan Guaidó como el presidente legítimo de Venezuela por casi 60 gobiernos en el mundo. Tiene un gran impacto en todo el país por cuanto supone el desconocimiento expreso a la legitimidad de Nicolás Maduro, ya que no es concebible la existencia de dos jefes de Estado para una misma nación.

Adicionalmente, en su condición de presidente encargado de Venezuela y con un importante apoyo internacional, Juan Guaidó logró obtener el control algunos capitales financieros del Estado venezolano alrededor del mundo e incrementó el cerco a la gestión de Nicolás Maduro. De esta manera se lograron objetivos como: el reconocimiento de la existencia de una crisis humanitaria y el posterior recibimiento de ayuda a través de diversos canales como, por ejemplo, la Cruz Roja Internacional; también se logró el ingreso de una comisión de la oficina de la Alta Comisionada de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, y posteriormente la visita de la propia Alta Comisionada Michelle Bachelet, quien cerró su evaluación en Venezuela con la presentación ante el Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas de un informe con fuertes cuestionamientos y acusaciones a la gestión de Nicolás Maduro.

Sin duda alguna, los últimos 6 meses han evidenciado un deterioro progresivo de la situación interna de Venezuela en todos los ámbitos del poder. En lo político, la existencia de dos jefes de Estado y dos poderes legislativos son la máxima expresión de perdida de liderazgo por parte de la revolución bolivariana, la cual, a pesar de detentar el control de todos los demás poderes públicos, se ha sentado nuevamente a una mesa de negociación con mediación internacional en lo que pareciera una clara aceptación de su incapacidad por garantizar la gobernabilidad del país.

Venezuela vive como Estado la peor crisis institucional de toda su historia republicana, y, como nación, la mayor incertidumbre que se hubiera podido gestar acerca del futuro inmediato de todos y cada uno de sus pobladores e instituciones. En este escenario, el tiempo es el principal rival de Nicolás Maduro, ya que cada día se agudizan más los problemas del país. Esa situación deja en evidencia su incapacidad de resolverlos, mientras que, a pesar del sentido de urgencia que priva sobre la oposición venezolana, el tiempo ha permitido sumar apoyos internacionales a la búsqueda de un cambio radical del statu quo.