Nota del editor: Irene Sánchez es escritora y académica pública cuyo trabajo ha aparecido en Huffpost, Zócalo Public Square, Inside Higher Ed y en múltiples emisoras de radio públicas en California. Las opiniones expresadas aquí son propias de la autora.
(CNN) – No podemos luchar contra el supremacismo blanco si ni siquiera conocemos la historia de lo que ha ocurrido. Hace falta conocer la historia para saber que el aumento de crímenes de odio desde la elección de Donald Trump a la presidencia, así como también el horror de esta última semana es una continuación de un largo legado de violencia previo a 1848. Lo que sucedió en El Paso fue una masacre y un crimen de odio.
Desde que Trump fue elegido presidente, los crímenes de odio contra latinos han aumentado: en 2018, un informe del FBI muestra que tales crímenes aumentaron un 24% en 2017.
El atacante que mató a más de 20 personas en un Walmart de El Paso el sábado condujo muchas horas para poner a una ciudad en la mira que tiene una población que está conformada en más de un 80% por hispanos y latinos, principalmente de origen mexicano, y es un destino popular para gente que va de compras desde México en el fin de semana. El largo texto lleno de odio que el atacante afirma que es suyo es una prueba de que la matanza fue un crimen contra latinos e inmigrantes, mientras que tuits en la cuenta del atacante elogian al presidente Trump por querer construir un muro. En su declaración a la nación el lunes por la mañana, Trump pidió a los estadounidenses a que “condenen el racismo, la intolerancia y el supremacismo blanco”, pero no reconoció su propia retórica divisoria y racista.
La abrumadora violencia en El Paso surge inmediatamente después de otro tiroteo a fines de julio, cuando un sospechoso abrió fuego en el Festival del Ajo en Gilroy, California, una comunidad agrícola compuesta en más del 60% de población latina (principalmente de ascendencia mexicana). Muchos medios de noticias afirmaron que las autoridades estaban buscando motivos y reportaron que quizás nunca se conozcan, a pesar del hecho de que el tiroteo fue llevado a cabo por un hombre blanco que citó un texto de supremacismo blanco y publicó una entrada en las redes sociales acerca de las “hordas de mestizos” que estaban en el festival. Mestizo es una clasificación arraigada en la colonización del sistema de castas usado típicamente para referirse a alguien de ascendencia indígena y europea “mixta” en Latinoamérica. El conocer esta información es importante para entender la probable motivación que tenía el atacante para la violencia.
La violencia contra mexicanos en Estados Unidos no es algo nuevo. Ya desde la invasión de lo que ahora es Texas en 1846, ha sido usada como herramienta por blancos estadounidenses para cumplir con lo que creen que es su destino de expandir Estados Unidos. Esta invasión de territorio mexicano de parte de aquellos que estaban resueltos a mantener activa la esclavitud provocó la guerra mexicana-estadounidense de 1846 a 1848. La guerra terminó en 1848 con la firma del Tratado de Guadalupe Hidalgo, cuando México fue forzado a ceder amplio territorio de lo que ahora se conoce como el suroeste de Estados Unidos.
El supremacismo blanco y violencia en la frontera mexicana-estadounidense continuó durante el siglo XIX y hasta el siglo XX. Los políticos y figuras públicas representaron frecuentemente a los mexicanos e indígenas como criminales para justificar el robo de tierras y recursos. En Estados Unidos entre 1848 y 1928, miles de mexicanos fueron linchados, junto con indios americanos, italianos y chinos. La historiadora Mónica Muñoz Martínez también ha documentado la historia de violencia a lo largo de la frontera, y cita específicamente los orígenes justicieros de los Rangers de Texas, fundados en 1823 por Stephen F. Austin para vigilar la frontera. En las palabras del proyecto de Negarse a Olvidar, del cual Muñoz es miembro: “Un supremmacismo blanco más nuevo y más brutal había llegado a la frontera.” El reportero del New York Times Simón Romero escribió en marzo acerca de la masacre en Porvenir, Texas, que ocurrió el 28 de enero de 1918, en que Texas Rangers, miembros de la caballería del ejército estadounidense y ganadero blancos tomaron a 15 hombres y niños de un pueblo y los lincharon, previo a echar a la gente del pueblo y reducir el pueblo a cenizas. Esa historia es una de muchas que el público desconoce.
Más de 180 años después que la Guerra mexicana-estadounidense supuestamente terminara, algunos de nosotros en Estados Unidos estamos mirando horrorizados a este supremacismo blanco nuevo y más brutal otra vez, y esta vez no se da solo en la frontera. Desde el punto de vista del siglo XXI, los fantasmas de esa violencia son visibles en la retórica proveniente de nuestro presidente, con consecuencias nacionales. Durante su campaña presidencial, Donald Trump calificó a los mexicanos de narcotraficantes, criminales y violadores. Pidió “construir un muro” y dijo que “México pagará por el muro”. Esto atrajo a sus simpatizantes que se le unieron y sus afirmaciones de querer hacer grande a Estados Unidos otra vez. Esta plataforma bajo la cual fue elegido, y con la que muy bien podría ser reelegido, mientras lanzó su nueva campaña a la vez miles de inmigrantes originarios principalmente de centroamérica están encerrados, separados de sus familias, con su derecho a pedir asilo en Estados Unidos denegado.
En junio en el lanzamiento de la reelección de Trump, este último continuó difundiendo intolerancia antinmigrante y habló de cómo cree que los demócratas están traicionando a la “vida de la clase media” debido a la defensa de algunos en favor de derechos de inmigrantes. ¿Le resulta familiar? A estas alturas debería. En especial después de esta semana.
Hace falta conocer la historia para saber cuándo comenzó todo esto, pero es difícil conocer esta historia cuando las autoridades escolares prohíben algunos libros como “Occupied America”, o Estados Unidos ocupada, de Rodolfo Acuña por afirmar que Estados Unidos invadió México (cuando de hecho lo hizo). El distrito escolar argumentó que los libros fueron simplemente confiscados. Las escuelas en tiempos recientes no solo han prohibido libros, sino que programas enteros tal como sucedió con la prohibición de Estudios mexicano-estadounidenses en el Distrito escolar unificado de Tucson y la prohibición en general sobre Estudios étnicos en Arizona que en la corte se determinó que tiene un ánimo racial hacia mexicanos-estadounidenses en 2017.
Como educadora, aprendí a través de la enseñanza de la historia que no alcanza con recordar. Pero debemos comenzar por alguna parte. Hasta que entendamos la historia detrás de esta guerra contra latinos e inmigrantes, estamos condenados a repetir su oscuridad.