Nota del editor: Dan Restrepo es abogado, estratega demócrata y colaborador político de CNN. Fue asesor presidencial y director para el Hemisferio Occidental del Consejo Nacional de Seguridad durante la presidencia de Barack Obama. Las opiniones expresadas en este artículo son exclusivas del autor.
(CNN Español) – Invasión.
Es una palabra cargada.
Una palabra que ignora las realidades de la historia, que dejan claro que los descendientes de los hispanos llegamos antes que los anglodescendientes a lo que es hoy Estados Unidos.
Una palabra que divide, suponiendo que unos deben estar y otros no.
Una palabra que alienta odio.
Es la palabra que se encuentra en el supuesto “manifiesto” del criminal que mató a 22 personas en un Walmart en El Paso, Texas, hace pocos días.
La motivación de un criminal que viajó 10 horas con el propósito explícito de matar a hispanos y mexicanos, para hacer su parte en “repeler” la supuesta invasión.
Pero el uso más preocupante de esta palabra no fue el del criminal responsable por la —ya ni la más reciente— masacre de inocentes con armas de guerra en manos de civiles en EE.UU.
No, el uso más preocupante de esta palabra se encuentra en la trágica realidad que forma un pilar central del proyecto político del actual ocupante de la oficina oval.
“Invasión”, “infestación”, “animal”, “matador”, “criminal” son todos los adjetivos calificativos que el presidente ha utilizado más de 500 veces desde 2017 en el contexto de la inmigración.
Hay quienes apoyan al presidente y dirán que no es justo culparle por el uso de la misma retórica que un matón loco.
Si la cosa se quedara en la retórica quizás podrían tener algo de razón. Pero no se queda ahí.
Como he escrito anteriormente, existe en el más alto nivel del gobierno actual de EE.UU. un deseo de borrarnos del país.
Y no dejan de promover políticas y prácticas públicas para tratar de lograrlo, incluso días después de la masacre en El Paso.
Esta misma semana, por ejemplo, el gobierno federal ejecutó la redada masiva más grande en la historia del país en un solo estado contra inmigrantes indocumentados.
Aunque las leyes se tienen que cumplir y tiene que haber consecuencias por violar las leyes migratorias de los Estados Unidos (subrayando la necesidad de una reforma migratoria sensata), se decidió seguir con esta redada en este momento cuando fácilmente se pudo haber prorrogado, como se hizo con otras redadas anunciadas por el presidente hace varias semanas. Ese hecho nos dice que al actual gobierno no le preocupa nada aterrorizar a nuestras comunidades.
Después de masacres como la que vivimos en El Paso y en Dayton, Ohio, normalmente sigue una doble tradición en EE.UU., una positiva y otra trágica.
Tristemente, en esta ocasión, solo parece que vamos a cumplir con lo trágico, porque no habrá consolación comunal porque la fuente tradicional no nos la dará.
Como se vio esta semana, el presidente Trump no fue capaz de consolar al pueblo y superar, aunque sea por un día o unas horas, la división política, en contraste con lo que lo vimos, por ejemplo, con Bill Clinton después de Columbine (1999) o con George W. Bush después de Virginia Tech (2007) o con Barack Obama después de Sandy Hook (2012).
Y tampoco parece capaz de romper la otra tradición que ha seguido a esas y muchas otras masacres: la trágica falta de acción, motivada en gran parte por la resistencia de miembros del Partido Republicano a tomar medidas decisivas en el Congreso para prohibir armas de asalto en manos civiles, y para crear un sistema universal de revisión de antecedentes antes de la venta de cualquier arma.
Frente a todo esto sería fácil caer en la desesperación. Pero no tenemos ese lujo.
Todo subraya la importancia para la sociedad civil estadounidense en general, y para nuestras comunidades latinas en particular, de alzar nuestras voces como lo han hecho centenares de mis colegas, organizarnos cívica y políticamente y participar en las elecciones que vienen.
Hemos roto, ojalá solo por el momento, con el aspecto positivo de la doble tradición que tenemos frente las masacres rutinarias en Estados Unidos, porque no tenemos un líder buscando unificar el país.
Ahora toca romper el aspecto negativo. Y eso requiere cambiar a los políticos.