(CNN) – El choque del acero contra las rocas resuena a través de la galería oscura, mientras Darwin Rojas, de 43 años, martilla en un pequeño rincón. Está embarrado, sudoroso y respira con dificultad, aplastando piedra tras piedra a su alrededor.
Cincuenta metros bajo tierra, el aire es más cálido que en la superficie. La humedad es abrumadora y puedes oler el hedor de las docenas de hombres que ya han pasado la mitad de su día aquí, en una de los cientos de minas de oro en la selva del sur de Venezuela.
Venezuela ostenta las mayores reservas de petróleo del mundo, pero el oro es cada vez más su salvavidas. Alrededor de las minas, el oro ha reemplazado al bolívar, que casi no tiene valor. Incluso un corte de pelo se paga en oro. En Caracas, el oro supuestamente le permite a Maduro comprar la lealtad de los militares a su asediado gobierno. Y en el exterior, el oro venezolano, una de las pocas divisas que quedan en el país, se vende por tonelada.
Para extraer el metal precioso, estos hombres deben convertir las rocas en polvo, desde el amanecer hasta el atardecer, bajo el brutal control de una red de pandillas violentas patrocinadas por el Estado y militares corruptos, dicen varios testigos y una fuente militar de alto rango con conocimiento de la situación de seguridad en el arco minero del Orinoco.
“Al igual que los diamantes de sangre [en África], el oro que se extrae de Venezuela, fuera de cualquier protocolo, es oro sangriento”, nos dijo el general Manuel Cristopher Figuera, exjefe del Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (Sebin).
Bienvenidos al Arco Minero del Orinoco
Rojas se mudó aquí hace tres años, cuando los precios del petróleo alcanzaron un mínimo de 12 años. Tales caídas en los precios del crudo, agravadas por años de mala administración y corrupción, ya estaban empujando al colapso a la industria petrolera estatal de Venezuela, y a la economía nacional junto con ella. Las sanciones progresivas de Estados Unidos han endurecido la situación, obligando al Gobierno a encontrar fuentes alternativas de ingresos.
En noviembre de 2018, Nicolás Maduro, el asediado presidente, anunció un “Plan de oro” que permitiría a Venezuela obtener un beneficio estimado de 5.000 millones de dólares anuales, a partir de 2019. “El oro fortalecerá nuestras reservas internacionales y fortalecerá las finanzas nacionales”, dijo, y aseguró que su Gobierno había estado negociando con inversionistas extranjeros para vender el valioso mineral.
“Bienvenidos al Arco Minero del Orinoco y al Plan de Oro, todos los inversionistas en todo el mundo”, dijo.
Se cree que la mayoría de las reservas de oro del país se encuentran en el Arco Minero del Orinoco, en el estado Bolívar. Es una vasta extensión de tierra, jungla en su mayor parte, que abarca más de 103.000 km cuadrados, desde Guyana a Colombia.
El viaje de tres horas desde el aeropuerto de Puerto Ordaz hasta la ciudad de El Callao, que los locales consideran la capital de la industria minera, es increíblemente pintoresco, con un terreno exuberante hasta donde alcanza la vista. Los vendedores de alimentos y combustible pululan en el viaje, generalmente cerca de pequeños pueblos perdidos. Cuanto más se dentro en la jungla, más caros se vuelven estos bienes. El camino está sorprendentemente bien pavimentado, una indicación de lo bien transitado que está, pero no sin sus peligros.
El Callao es el municipio más violento de Venezuela, según el Observatorio Venezolano de Violencia (VOV). El municipio de Roscio, menos de 16 km al norte de la ciudad de Guasipati, quedó en segundo lugar.
Las razones de la violencia son muchas, pero todas comienzan con la minería, que ha atraído a “grupos armados, la presencia de los llamados ‘sindicatos’, junto con las acciones letales y violentas de los agentes policiales y militares en el área”, dijo VOV en su informe anual de 2018.
Pasamos trece puestos de control policiales al entrar. No importa lo que traigamos, es aquello que sale lo que estos hombres están buscando.
En 2016, el Gobierno nombró a Orinoco una “zona de desarrollo estratégico”, lo que debía facilitar el establecimiento de operaciones mineras y permitir que reciba fondos especiales. También evitó a las autoridades locales y a la Asamblea Nacional, controlada por la oposición, para centralizar el control en el Ministerio de Minería, en Caracas, bajo el dominio de Nicolás Maduro. La medida impulsaría la economía de Venezuela al compensar la caída en los ingresos del petróleo, dijo el Gobierno.
Pero Estados Unidos dice que algunas ganancias de oro solo están yendo a bolsillos privados.
Maduro, los miembros de su familia y de su régimen han estado utilizando este marco legal para dirigir las operaciones mineras ilegales en la región, otorgando a militares venezolanos un “acceso liberal” a las minas para comprar su “lealtad acérrima”, dijo el Departamento del Tesoro de Estados Unidos en marzo, cuando impuso sanciones a la industria minera de Venezuela.
El apoyo de los militares es la razón principal por la que Maduro ha podido permanecer en el poder. Desde Caracas hasta El Callao, hay poco interés aparente de las fuerzas armadas en cualquier tipo de cambio. “Mantener el mismo liderazgo es una forma de mantener el mismo statu quo”, nos dice una fuente militar de alto rango con conocimiento directo de la situación de seguridad en el Arco Minero.
El Gobierno venezolano no ha respondido a la solicitud de comentarios de CNN.
Pandillas criminales y corrupción
En la mina, Rojas nos muestra rocas con filamentos de oro, que deben ser extraídos. “Llevamos estas rocas al molino y allí se procesan”, explica otro minero, Angel Coro, de 48 años, que lleva seis años en la misma mina. “Los molinos extraen de la roca el 40% del oro”, dice.
“El otro 60% se queda en la arena triturada, que venden a compañías como (la compañía minera estatal) Minerven u otras compañías que operan en el área, que procesan la arena con cianuro y otros químicos”.
“En algunas áreas puedes obtener 100, 150 gramos de oro, todos los días”, nos dice Coro en la mina, recordando otra área en la que había trabajado. Eso es más de 6.000 dólares en oro en solo un día. El salario promedio en Venezuela es el equivalente a 6 dólares por mes.
La mayoría de estos mineros tenían otros trabajos antes del colapso de la economía de Venezuela. Algunos eran mecánicos, otros eran granjeros y la lista continúa. Ahora, están mejor que el venezolano promedio, pero están lejos de hacerse ricos. Los mineros deben pagar a los molinos fábricas para procesar el oro y luego hay otros costos menos transparentes. Cuando preguntamos a quién más tienen que pagar, se niegan a entrar en detalles.
Un minero está dispuesto a decir más, bajo condición de anonimato. Lo encontramos en El Callao temprano en la mañana, cuando la mayoría de sus compañeros mineros todavía están dormidos. Su cuerpo está rígido, sus manos tiemblan y su voz es baja, está nervioso. Podría ser asesinado por hablar con nosotros.
Lleva cinco años trabajando en las minas y explica que el área está dirigida por bandas criminales llamadas pranes, grupos compuestos principalmente por hombres jóvenes que luchan entre ellos por el control del territorio y cobran a los mineros por todo lo que extraen. Algunos grupos cobran un porcentaje que varía del 30% al 50%, otros cobran una tarifa plana, independientemente de cuánto o cuán poco puedan extraer los mineros.
“Estás obligado a pagar porque si no lo haces, hay una consecuencia”, explica el minero anónimo, detallando las atrocidades que presenció. “Te cortan, the torturan, y a los que hablan también los mutilan, los matan y los tiran a los agujeros de las minas”. Ha visto a colegas mutilados, con las manos y los brazos cortados, los ojos arrancados por no pagar su parte a estos grupos armados.
Otros simplemente desaparecen. “Los he visto matar gente en las minas, a veces 10 o 15 personas a la vez”, dice. Según él, se les permite operar desenfrenadamente mientras los policías y militares corruptos cobran su propio pago.
Sus acusaciones son confirmadas por una fuente militar de alto rango con conocimiento directo de la situación de seguridad dentro del Arco Minero de Venezuela. A diferencia del minero anónimo, no parece nervioso, aunque también solicita el anonimato.
El televisor dentro del café donde nos encontramos con él muestra películas antiguas y el volumen está cerca del máximo. Es tan fuerte que tenemos que inclinarnos para escucharlo, tal vez lo que pretendía.
“Para sobrevivir en ese territorio, debes llevar un arma”, dice la fuente militar anónima, y agrega que los miembros de los pranes llevan armas pesadas compradas o robadas a los militares. “Esto no solía suceder en Venezuela”, dice.
También hay otras milicias ilegales bien capacitadas en la región. “Puedes verlos desde lejos distancia”, dice. “Su postura, su comportamiento es diferente. Están entrenados para el combate”.
El oro acelera las relaciones entre los grupos criminales y los soldados que se supone deben hacer cumplir la ley. “Me han ofrecido oro muchas veces”, dice nuestra fuente. “Cada vez que deteníamos un camión para un chequeo, por no tener el papeleo correcto, alguien me hacía una oferta para intentar que mirara para otro lado”.
“A veces lo hice”, agrega.
Los militares y la familia de Maduro
Miembros de las fuerzas armadas han tienen inversiones en la docena de compañías que refinan el oro de la arena, según le dijeron a CNN el minero anónimo y la fuente militar. La red resultante de relaciones entre la industria privada y los funcionarios públicos conduce a Caracas, donde Maduro y su Gobierno ejercen control directo sobre las operaciones mineras y los militares.
“Todo, directa o indirectamente, va al Gobierno”, dice un comerciante de oro en El Callao, bajo condición de anonimato. “El medio ambiente está completamente controlado por el Gobierno”.
Nuestra fuente militar anónima dice que altos jefes militares venezolanos se aprovechan de su rango para apoderarse de grandes extensiones de tierra y luego asociarse con inversionistas que aportan el conocimiento y el capital para ejecutar una operación de minería industrial. Estas compañías pueden operar libremente en esta región turbulenta debido a sus conexiones con la parte superior del esquema, agrega, y sus operaciones legitiman la explotación de miles de mineros por las bandas criminales en la parte inferior.
Dejar que los funcionarios se beneficien del negocio del oro ha permitido a Maduro “corromper a los servidores públicos y funcionarios militares en todas las estructuras de poder para perpetuar su Gobierno”, dice Cristopher Figuera, que era uno de los generales más confiables del presidente Maduro antes de unirse al movimiento de oposición. Describe una “sociedad de cómplices” en la industria del oro, que se enriquece a expensas del pueblo venezolano, incluidos los mineros que trabajan en El Callao.
Según Cristopher Figuera, la familia de Maduro también se ha beneficiado del oro. “Hay compañías vinculadas al círculo familiar de Maduro que compran el oro o negocian la extracción del oro en el sur del país”, afirma. “Venden una parte al Banco Central y la otra parte la sacan del país sin ningún tipo de control”, dice.
Estados Unidos también acusó al presidente y miembros de su familia de obtener beneficios personales de las operaciones mineras, aunque las sanciones no mencionan específicamente el Arco Minero del Orinoco.
Como antiguo miembro del círculo íntimo de Maduro, la reputación de Cristopher Figuera no es inmaculada. Se hizo cargo del Sebin a fines de 2018, y luego fue sancionado por el Departamento del Tesoro de Estados Unidos, acusado de supervisar torturas, violaciones de derechos humanos y persecución a gran escala de partidarios del cambio democrático en Venezuela.
El militar niega los cargos. EE.UU. levantó las sanciones contra él después de que se volvió contra el gobierno de Maduro.
De la selva a la ciudad, de Caracas al mundo
El rastro de oro de Venezuela conduce desde la selva hasta el Banco Central de Venezuela. Rodeado de edificios gubernamentales, es aquí donde se ha acumulado la fortuna dorada del país. Según una fuente dentro del banco, alrededor de 70 toneladas del valioso mineral permanecen en sus arcas, la cantidad más baja en décadas. El Banco Central no respondió a una solicitud de comentarios.
Obligado a proporcionar algo de alivio a una población que se muere de hambre bajo una economía en ruinas, paralizado aún más por las sanciones de Estados Unidos, que han hecho que el comercio sea cada vez más difícil, Maduro vio en el oro el producto que el petróleo ya no podría ser. Cada vez más apreciado, históricamente estable en valor y considerablemente más fácil de enviar a todo el mundo, el oro permitiría al régimen contener algunas de las necesidades del país mientras supuestamente enriquece a Maduro y gana el favor de los militares.
En 2018, Venezuela vendió a Turquía casi 24 toneladas de oro “sin refinar” por un valor más de 900 millones de dólares, según muestran datos del Instituto de Estadística de Turquía. Fue intercambiado por suministros que luego se incluyeron en cajas de alimentos subsidiados del gobierno para venezolanos pobres. Sin embargo, Estados Unidos ha dicho que el gobierno venezolano saca ganancias de esas importaciones y su distribución.
El Gobierno turco no respondió a la solicitud de comentarios de CNN.
Las exportaciones oficiales de oro a Turquía parecieron finalizar a principios de 2019, luego de que un del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, autorizó en noviembre de 2018 nuevas sanciones al sector del oro de Venezuela. Unos días más tarde, hablando en la televisión nacional venezolana, Maduro acusó a Estados Unidos de “perseguir el oro venezolano”, y prometió que Venezuela continuaría “produciendo y vendiendo oro”.
Hoy, las ventas continúan, según Cristopher Figuera y una fuente de alto nivel del Banco Central de Venezuela. Según la fuente del banco, se sacaron hasta 26 toneladas de oro del banco hasta finales de abril. Se empacaron en aviones y se enviaron a Oriente Medio y África, dice la fuente.
Uno de esos envíos fue a Noor Capital, con sede en Abu Dhabi, que días después admitió haber comprado tres toneladas de oro del Banco Central venezolano por un monto no revelado. “Los contratos comerciales claros regulaban la relación entre el Banco Central de Venezuela y Noor Capital”, dijo la compañía en un comunicado en febrero. “Hasta que la situación en Venezuela se estabilice, Noor Capital se abstendrá de realizar más transacciones”.
En marzo, un avión de carga ruso realizó dos viajes desde Caracas a Entebbe, Uganda. A bordo llevaba un total de 7,4 toneladas de oro, valuadas en más de 200 millones de dólares, compradas por la Refinería de Oro de África (AGR), dijo a CNN el portavoz de la policía de Uganda y una fuente de AGR.
Después de que información de inteligencia recibida por Uganda sugiriera que la carga había sido introducida ilegalmente en Uganda, las autoridades locales iniciaron una investigación y confiscaron una parte del oro. Pero las acusaciones fueron desestimadas por el fiscal general de Uganda, William Byahuranga, quien instruyó a la policía a “retirar a los oficiales desplegados en las instalaciones de AGR y liberar cualquier oro que haya sido retenido o incautado durante esta investigación”, según una carta obtenida por CNN.
Byahuranga también instruyó a AGR a “cesar y desistir de cualquier otra importación de oro desde Venezuela, hasta nuevo aviso”.
El oro se procesó en AGR y luego se volvió a enviar a Abu Dhabi, eludiendo las sanciones de Estados Unidos al sector del oro venezolano, según las fuentes.
En respuesta a las solicitudes de comentarios de CNN, un portavoz del gobierno de los Emiratos Árabes le dijo a CNN que el país “cumple totalmente” con el derecho internacional y que no recibió una “solicitud oficial” para investigar cualquier violación.
El rastro de los envíos de oro se ha enfriado en los últimos meses conforme Estados Unidos y sus aliados han aumentado la presión sobre Venezuela y sus exportaciones de oro. Pero múltiples fuentes le dijeron a CNN que Nicolás Maduro y su círculo íntimo todavía están vendiendo el oro donde pueden. “Tienen países o compañías en otros países que les permiten obtener alguna ganancia a través del oro, o trabajar con diferentes monedas, vender el oro en monedas distintas al dólar”, dice el general Cristopher Figuera.
A medida que el camino que permitía que el oro saliera de Venezuela a través de Caracas se estrecha, la frontera porosa de Venezuela con Brasil y Colombia se ha convertido en la avenida principal a través de la cual el oro sale del país.
“Tenemos una frontera que no está bajo ningún tipo de control y que también es muy grande”, explica el general Cristopher Figuera. “Los que contrabandean oro han podido [aprovechar] esas vulnerabilidades”. Estas acusaciones han sido confirmadas por nuestra fuente militar, una fuente en el comercio de oro con conocimiento directo de operaciones que involucran oro de Venezuela, y múltiples testigos en la región.
Un “salvaje oeste” venezolano
De regreso al café, enojado por el impacto duradero que la industria minera está teniendo en el ambiente y en la gente que vive en el área, nuestra fuente militar anónima arremete. “Lo que me irrita es que estas personas, las que se han beneficiado, han creado estos problemas y luego se van”.
No es solo la corrupción y la violencia que se han extendido por toda la región lo que lo agrava. Esta parte de Venezuela se ha convertido en una especie de salvaje oeste, donde las líneas entre lo que es legal y la minería ilegal se han vuelto cada vez más borrosas. La mayoría de los sitios mineros operan en condiciones ilegales, con poca consideración por las normas de salud y seguridad y una total indiferencia por su impacto ambiental, mientras los funcionarios locales y las fuerzas de seguridad hacen la vista gorda.
Las compañías que operan en el Arco Minero del Orinoco lo hacen con tecnología y prácticas obsoletas que utilizan productos químicos peligrosos, con lo cual envenenan recursos hídricos vitales con mercurio, cianuro y otras sustancias tóxicas. Las operaciones mineras también continúan despejando grandes áreas de selva tropical, algunas de ellas protegidas por la ley venezolana, como el Parque Nacional Canaima, sitio que la Unesco declaró Patrimonio de la Humanidad.
“No he visto mucho del mundo, pero el Parque Nacional Canaima sí”, dice, haciendo una pausa mientras busca la palabra correcta. “Es simplemente espectacular”, dice la fuente militar con un suspiro. “Y lo están destruyendo”.
De vuelta en El Callao, el minero con el que hablamos y cuya identidad acordamos no revelar nos dice que cree que el oro que ha estado cavando fue creado divinamente, pero necesariamente bueno.
“Está en el suelo porque Dios lo consideró así”, dice. “Y hay un texto bíblico que dice que tu dinero no debe usarse para actos malvados”. Reflexionando sobre el sistema corrupto de autoganancia alrededor del oro, desde El Callao hasta Caracas, se desespera.
“Es dinero maldito”, dice. “Es dinero malvado”.
Gul Tuysuz, Sarah El Sirgany y Samson Ntale, de CNN, contribuyeron con este reportaje.