CNNE 695474 - france-g7-summit

Nota del editor: Michael D’Antonio es autor del libro “Never Enough: Donald Trump and the Pursuit of Success” y coautor con Peter Eisner de “The Shadow President: The Truth About Mike Pence”. Las opiniones expresadas en este comentario son propias del autor.

(CNN) – El extraño hombre en la reunión de G7 de las democracias más ricas del mundo, el presidente Donald Trump, se mostró cansado en una conferencia de prensa de despedida el lunes, donde promovió al paria presidente de Rusia, Vladimir Putin, arremetió contra Barack Obama, y una vez más alardeó de la gran relación que él y su esposa, Melania, tienen con el dictador de Corea del Norte, Kim Jong Un.

En contraste, Emmanuel Macron emergió de la conferencia como un enérgico líder que sorteó a Estados Unidos para tener un acercamiento diplomático con Irán. La hábil conducta del presidente de Francia en el G7, que tuvo al cambio climático como tema principal, fue mucho más notable por la torpeza de Trump. Como es habitual, Trump ofreció mensajes conflictivos sobre la guerra comercial que inició con China, culpó a sus predecesores por los problemas de su nación, y no se dio cuenta de que Melania Trump nunca conoció a Kim Jong Un.

Macron y el mundo están muy al tanto de la incapacidad de Trump para trabajar bien con lo demás. De hecho, en el último G7 Trump incumplió su compromiso de ratificar un comunicado conjunto a favor del comercio que todos los demás habían aprobado, y atacó personalmente al anfitrión de la cumbre, el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, al llamarlo “muy deshonesto y débil”.

Y así, cuando Macron planeaba la reunión de este año, decidió que no habría comunicado alguno que organizara lo trabajado, privando a Trump de la posibilidad de repetir su truco del invitado indeseado en la fiesta.

El líder de Francia sumó a esta decisión defensiva, que lo liberó para fijar una agenda más impredecible, una movida ofensiva propia. Ante la sorpresa de muchos, recibió al canciller de Irán, Javad Zarif, en Biarritz el domingo, abriéndole la puerta para conversar sobre seguridad comercial con sus homólogos.

Francia fue uno de los seis países que firmaron el acuerdo que congeló el programa de armas nucleares de Irán en 2015, junto con Reino Unido, Rusia, China, Alemania y EE.UU. Bajo intenso monitoreo, Irán cumplió con su parte del acuerdo y recibió, a cambio, acuerdos comerciales más favorables con el resto del mundo. Sin embargo, Trump considera a Irán un enemigo, y el acuerdo fue ideado por Obama (también enemigo de Trump). Así alienó a los demás países firmantes al abandonar el acuerdo el año pasado.

Trump no se reunió con Zarif en Biarritz, pero la acción de Macron pareció haberlo persuadido de tomar una postura más conciliatoria en cuanto a Irán.

Mientras Macron lo eludía hábilmente en cuanto a Irán, Trump era superado también por su antiguo colega Boris Johnson respecto del cambio climático. Considerado por algunos como la versión británica de Trump, el primer ministro Johnson saludó a su contraparte estadounidense, pero le recordó al mundo que no concuerda con el presidente sobre el cambio climático. Johnson expresó preocupación por las amenazas a la biodiversidad y de hecho asistió a la sesión del G7 sobre cambio climático, que Trump se salteó.

El insulto evidente de la ausencia de Trump en esa reunión fue amplificado por la engañosa explicación ofrecida por no asistir. Según la secretaria de prensa de la Casa Blanca, “el presidente tenía reuniones programadas y encuentros bilaterales con Alemania e India, así que un miembro sénior del gobierno asistió en su lugar”. Pero de hecho, los dos líderes que supuestamente mantuvieron alejado a Trump estaban en sus asientos asignados durante la sesión climática. Lo único que alguien tenía que hacer para determinar la veracidad de la afirmación de Trump era revisar una fotografía de la reunión, que circuló ampliamente en la prensa.

Una expresiva foto también pareció mostrar a un astuto Justin Trudeau con la primera dama Melania Trump. Gracias al ángulo del acercamiento de Trudeau cuando saludaba a la primera dama, las cámaras parecían haber tomado a la señora Trump a punto de plantarle un gran beso al galán de película. En realidad, fue solo un beso al aire, pero la internet ardió con los comentarios sobre la mirada supuestamente embelesada de Melania Trump.

Por pequeño que parezca, y mucho de lo que se dice en los medios sociales sobre Trudeau y la primera dama es pequeño, no sorprende ver tanta atención enfocada en las posibles señales en las fotos. Gran parte del mundo está exhausto por la conducta del presidente Trump y su búsqueda de atención.

Durante el G7, el canciller de China se sumó a la oposición ofrecida a Trump, poniendo paños fríos a la afirmación del presidente de que los contactos recientes entre Beijing y el gobierno sugerían avances en una negociación ante la guerra comercial iniciada por Trump. “Recibimos dos llamados”, durante el fin de semana, dijo Trump el lunes. “Quieren llegar a un acuerdo.” Pero un vocero del Ministerio de Asuntos Exteriores de China dijo en un informe a la prensa: “en cuanto al llamado del fin de semana, no estoy al tanto de eso”.

Como los chinos, los líderes del G7 parecen haber descubierto los métodos de Trump, y han diseñado modos de lidiar sigilosamente con ellos. A Trump le gusta presentarse como único, incluso como una figura heroica que puede hacer cosas que otros no. En Biarritz llegó a sugerir que si él, y no Barack Obama, hubiera sido el presidente cuando Rusia invadió Crimea, le habría puesto un freno. También instó vehementemente a los líderes a volver a incluir en el club de las grandes naciones a Vladimir Putin, quien fue exiliado del que fuera el G8 por su agresión.

Ningún otro miembro del grupo ha propuesto traer a Rusia de nuevo al redil. Y como Trump lo sugirió, y los demás se resistieron, se puso de relieve su estado de aislamiento.

De hecho, débil como se veía el presidente en comparación con Macron, con sus comentarios cobardemente egoístas en la conferencia de prensa del lunes puso en evidencia su escasa relevancia en lo actuado.

Agregó un tiro de venalidad final cuando se preparaba a dejar Biarritz: cuando le preguntaron sobre el G7 del año próximo, comenzó a vender la idea de realizar la sesión en su resort en Doral, Florida, donde, dijo, habría muchísimo espacio para estacionar. Siguió con una extraña referencia al dinero que creía haber perdido mientras servía como Presidente de Estados Unidos en lugar de como presidente ejecutivo de Trump Organization.

“Probablemente me costará entre US$ 3.000 y US$ 5.000 millones ser presidente”, dijo Trump, citando su ejemplo de pérdida de ingresos por hablar en público. “Solía ganar mucho dinero dando discursos. Ahora doy discursos todo el tiempo. ¿Saben cuánto recibo? Cero”.

Trump atenuó la queja planteada por él mismo, sugiriendo que no le preocupa tanto el dinero perdido.

Su alarde sobre Doral, junto con su irrespetuosa ausencia en la sesión de cambio climático, solo sirvió para enfatizar cuánto se desvía de las normas aceptadas. Puede que Trump todavía piense que es un líder de míticas proporciones, pero cada día que pasa queda más en claro que solo es un héroe en su propia mente.

(Traducción de Mariana Campos)