Nota del editor: David Bittan Obadía es abogado escritor, analista de temas políticos e internacionales, columnista del diario El Universal de Venezuela y colaborador de otros medios de comunicación. Ha participado en el Congreso Judío Mundial y es expresidente de la comunidad Judía de Venezuela.
(CNN Español) – Las guerras, persecuciones, crisis económicas, así como las nuevas dictaduras están produciendo millones de emigrantes, desplazados y refugiados. Las cifras son alarmantes. ACNUR señala: “A finales de 2018, 70,8 millones de personas estaban desplazadas debido a la persecución, los conflictos, la violencia o las violaciones a los derechos humanos”.
Detrás de la tragedia hay una serie de intereses económicos y geopolíticos de los cuales países, instituciones, empresas y personas pareciera sacan partido; esto se ha convertido en un auténtico negocio. Hoy las migraciones son utilizadas por los países como barajita de cambio, para conseguir dividendos, lo cual es indignante. Como lo hizo el gobierno de Turquía que declaró que suspendía el acuerdo de readmisión de migrantes logrado con la Unión Europea en 2016, en respuesta a las sanciones dictadas por Bruselas contra Ankara por sus explotaciones de gas en Chipre.
Es vergonzoso el silencio en estos asuntos por parte de organismos multilaterales como la ONU o la OEA que siguen perdiendo vigencia solo emitiendo resoluciones que terminan quedando en sus páginas web.
Las migraciones no planificadas pueden desestabilizar regiones. Levantar muros y endurecer los procesos migratorios son pañitos de agua caliente; ello incentiva a coyotes y delincuentes.
Deportistas y famosos posan para unos selfis en los barcos que llevan a refugiados y así venden su “solidaridad”. Me pregunto: ¿por qué no hacen un verdadero gesto de humanidad, adoptando en sus casas a unos cuantos que están a bordo de las pateras?
Los países civilizados deberían hacer un alto para dar prioridad, por su propio bien, a este problema. La única manera de resolverlo es generando las condiciones de vida y democracia en los lugares de origen de los migrantes.
Al mundo árabe, por ejemplo, hay que exigirle que absorba a sus pares y no empujarlos hacia Europa o América Latina, pues no se terminan adaptando.
Por su parte, las asociaciones de ayuda a los emigrantes se han convertido, para poder sobrevivir, en meras empresas que pareciera se beneficiarían de la migración al recibir importantes cantidades por su misión.
Una migración descontrolada despierta hoy día sentimientos exacerbados de nacionalismo los cuales, fácilmente, podrían acabar en masacres que pudieran ser el detonante de una nueva y moderna guerra mundial.
Pobres los que, “huyendo de la hambruna, de las enfermedades, de gobiernos corruptos y dictadores, dejan una tierra en el olvido”.