Nota del editor: Carlos Alberto Montaner es escritor y analista político de CNN. Sus columnas se publican en decenas de diarios de España, Estados Unidos y América Latina. Montaner es, además, vicepresidente de la Internacional Liberal.
(CNN Español) – El miércoles 11 de septiembre la OEA aprobó la convocatoria para la activación del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) en el caso venezolano. La petición estuvo a cargo de Colombia, pero con el apoyo de EE.UU. y Brasil.
El TIAR fue creado en 1947, en los comienzos de la Guerra Fría, cuando Washington decidió hacerle frente al espasmo imperial de la Unión Soviética. Es una especie muy disminuida de OTAN latinoamericana.
Hasta ahora, el TIAR nunca ha aplicado el uso de la fuerza militar. Venezuela podría ser la primera. ¿Por qué? Por al menos tres razones: primera, porque el presidente interino Juan Guaidó podría solicitarlo. Eso le daría una gran legitimidad. Segunda, porque Colombia está en peligro. Se sabe que las FARC y el ELN cuentan con el apoyo de Nicolás Maduro. El grueso de ambas narcoguerrillas radicaría en Venezuela y allí recibirían recursos, adiestramiento, y contarían con un territorio desde el cual atacar y al cual replegarse. Y tercera, porque EE.UU. sabe que Venezuela es un foco permanente del envío de cocaína colombiana y boliviana rumbo al país, a lo que se agrega la complicidad ampliamente denunciada entre el terrorismo islamista y Tareck el Aissami, vicepresidente de Maduro.
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O sea, las naciones latinoamericanas tienen las razones para intervenir militarmente en Venezuela y el instrumento legal. Les falta dividirse las tareas. En mi opinión, EE.UU. posee los recursos para borrar con un ataque aéreo el 95% del aparato militar venezolano sin necesidad de disponer de un solo hombre en el terreno. De eso se encargarían los ejércitos de Colombia y Brasil con la colaboración de los demócratas venezolanos.
También podría ocurrir que, ante la posibilidad de ser arrastradas a una catástrofe irremisible, las Fuerzas Armadas venezolanas depongan a Maduro y se avengan a celebrar elecciones transparentes y libres, como demandan Guaidó y la Asamblea Nacional venezolana. A esa solución democrática se opone Cuba, pero tampoco podría evitarla.