(CNN Español) – Más de 230 objetos hechos con materiales considerados sagrados en la época prehispánica, que fueron encontrados en la Tumba 7 de Monte Albán, un sitio arqueológico ubicado en Oaxaca, en el centro de México, están siendo restaurados por un equipo de expertos de la Coordinación Nacional de Conservación del Patrimonio Cultural (CNCPC).
Las piezas son consideradas como “el origen del tesoro más rico de América”, y sus orígenes datan de hace más de 730 años, cuando ocurrió la unión entre “un señor de la dinastía de Zaachila y una señora mixteca”, según el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
La unión entre “el señor 5 Flor, de la dinastía de Zaachila, con la princesa del reino mixteco de Teozacualco, la señora 4 Conejo ‘Quetzal’”, ocurrió entre los años 1200 y 1400 después de Cristo; la mujer, según el INAH, habría reutilizado la Tumba 7 como un santuario para depositar los tnani, envoltorios de manta donde se agrupaban las reliquias de los ancestros con efigies de deidades y objetos de gran valor, que están elaborados con materiales como oro, plata, cristal de roca, jade, turquesa, concha, caracoles, obsidiana, azabache, ámbar, perlas.
FOTOS | Los tesoros prehispánicos de la Tumba 7 de Monte Albán, en Oaxaca
El tesoro de la Tumba 7 fue descubierto por el arqueólogo Alfonso Caso, en 1932, y han sido restaurados en tres oportunidades: en su hallazgo hace casi 90 años, en 1994 y actualmente, en un estudio que “engloba el estudio, registro, restauración y conservación preventiva del acervo”, dice el INAH.
Estos tesoros actualmente están expuestos en la sala III, conocida como Tumba 7, del Museo de las Culturas de Oaxaca.
“El diagnóstico arrojó deterioros superficiales y estructurales, los cuales afectaban la materialidad de las piezas, entre ellos, restos de concreciones de tierra y velos salinos, generados durante el tiempo que estuvieron depositadas en la cámara funeraria. Tales sedimentos fueron parcialmente removidos en trabajos de limpieza anteriores, pero algunos permanecían adheridos e interferían en su apreciación”, explicó la restauradora Sara Fernández, que durante seis años ha estado al frente de la conservación de estas piezas.
“La increíble variedad de materiales constitutivos y objetos ornamentales son un ‘tesoro’ trascendental para la historia de las sociedades, la arqueología y la conservación, no solo mexicana sino mundial. Por donde se mire es un trabajo que, para emprenderlo, requirió de muchos estudios y análisis previos”, agrega Fernández, que junto con su equipo ha recopilado información para identificar y “mitigar” varios procesos que han alterado las reliquias durante el tiempo que estuvieron en la cámara funeraria. Por ello fue necesario un proceso de restauración, para que al final el público pueda “admirar los detalles” de estas piezas prehispánicas “y sus propiedades de color, poder reflectante, acabado pulido y decoración”, según dijo en un comunicado del INAH.