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Nota del editor: Roberto Izurieta es director de Proyectos Latinoamericanos en la Universidad George Washington. Ha trabajado en campañas políticas en varios países de América Latina y España y ha sido asesor de los presidentes Alejandro Toledo de Perú, Vicente Fox de México y Álvaro Colom de Guatemala. Izurieta es analista de temas políticos en CNN en Español. Tanto Roberto Izurieta como Sandra Torres trabajaron en la campaña de Álvaro Colom

(CNN Español) – Un análisis comparativo de la llamada de Donald Trump al presidente de Ucrania, con otras famosas filtraciones nos ofrece una serie de referencias éticas que nos ayudan a analizar mejor los hechos.

Snowden creía en la privacidad total de la información de los ciudadanos y cuando supo que las agencias de inteligencia para las cuales trabajaba estaban recogiendo información de los ciudadanos estadounidenses sin su permiso (espiándolos según él), lo denunció fuera de la agencia donde trabajaba y luego fuera de EE.UU. desde Hong Kong -creo que pretendía irse a Cuba o Ecuador en los tiempos del presidente Correa quien le concedió asilo a Assange-. Snowden terminó quedándose en Rusia, un país enemigo de EE.UU.

Por el contrario, la persona que filtró la conversación entre Donald Trump y Volodymyr Zelensky primero denunció este hecho dentro de su agencia y al no obtener respuesta y ver que más bien sus superiores intentaron archivar esa denuncia en otra plataforma mucho más secreta, decidió enviar esa información (no a WikiLeaks o a los rusos) sino a una entidad de inteligencia de su país. Esa es la gran diferencia entre uno y otro, entre ser un villano o un héroe.

Podría ser que Donald Trump crea que el hijo de su contrincante Joe Biden, Hunter Biden, ha cometido actos de corrupción que deben ser de conocimiento público, pero para ello llamó a Zelensky y le pidió al fiscal de Ucrania (no al de EE.UU.) que lo investigue. Al inicio de la conversación, Trump habló de dinero (los aportes formales a Ucrania) y luego cuando estaban de acuerdo en eso, le dijo: “Sin embargo, tengo que pedirte un favor”: ¡que investiguen a Biden! En nuestro continente reconocemos muy bien esa clase de conversaciones; sabemos qué significan, conocemos su lógica y secuencia. Muchas veces tratan de ser bastantes discretos; pero si se ofrece y se acepta, en ambos casos, es un delito.

Puede ser que Donald Trump haya creído que la investigación de los supuestos delitos de Joe Biden, podía anotarse en los gastos de su campaña en el rubro de “gastos de investigación sobre el oponente”. Estos gastos tienen sus leyes específicas y son muy estrictas. Como presidente, Donald Trump tampoco puede acudir directamente al sistema de justicia porque tendría un conflicto de intereses, habría sido abuso de su poder y sería un intento de influir políticamente en el sistema de justicia. Quizás, para evitar incurrir en esos delitos y luego de intentar reuniones a través de su abogado personal Rudy Giuliani con autoridades de Ucrania, es que Donald Trump realizó el pedido directamente al presidente de Ucrania para que investigara a Hunter Biden.

Pero este último es un delito mucho más grave, considerando el hecho de la interferencia de Rusia que se dio en la última campaña presidencial. Robert Mueller investigó de manera completa esa interferencia con resultados muy claros. Con esa llamada, Donald Trump afectó a dos bases del sistema democrático: un sistema de justicia independiente y una elección sin interferencia extranjera.

Más allá de eso, y vamos al nivel político, ¿desde cuándo los ciudadanos estadounidenses están dispuestos a renunciar a su derecho a la defensa e investigación judicial (o proceso judicial) en su país y otorgarle ese derecho a un país extranjero (y peor aún, no aliado)? ¿Desde cuándo el presidente de EE.UU. confía más en el sistema de justicia de Ucrania que en el suyo propio? ¿No será porque sabe muy bien que éstos son mucho más manipulables?

¿Por qué no lo filtraron a los medios nacionales para ver si alguien (Congreso, Fiscalía) lo recogía y asumía la investigación, ¿por qué no sucedió esto? Porque lo intentaron muchas veces y no resultó, ¿Por qué no resultó? Porque nadie encontró que el hijo del ex vicepresidente Biden haya hecho nada incorrecto. O sea, lo que se conoce en derecho: fue “desechada de oficio”; como debe ser, sino todos estaríamos sujetos a juicios interminables.

Cuando una fuente seria y profesional, desecha una noticia es por razones periodísticas y éticas. Pero cuando a un político esto no le basta, acude a una fuente cuyos financiamientos y objetivos no son transparentes. Por eso la campaña de Trump acudió a WikiLeaks y Rusia: “I love WikiLeaks”. “Russia, if you are listening (por supuesto que están escuchando), […] find the 30,000 emails that are missing”. Como lo mencioné en otro artículo, la gran diferencia entre lo que hizo Assange y otros periodistas que luchan por la libertad de expresión, es que ellos nos dicen cuáles son sus fuentes de financiamiento (ejemplo: trabajo para el Washington Post, New York Times, etc). Hasta ahora no sabemos de dónde viene el financiamiento de WikiLeaks. Lo más probable es que venga también de Rusia.

La filtración del contenido de la llamada entre Donald Trump y el presidente de Ucrania, es un caso similar al de Watergate (que terminó con la renuncia de Nixon): para mí son héroes. Lo que hizo Snowden es de villanos, terminó cobijado por Rusia. Assange no es un periodista porque no hace público cómo se financia WikiLeaks (irónico porque supuestamente defiende que debemos saberlo todo).