(CNN) – El domingo, la representante demócrata Katie Hill de California anunció su renuncia al Congreso, luego de las recientes acusaciones de que tenía una relación inadecuada con una mujer del personal de la campaña antes de asumir el cargo. (Ella ha negado las acusaciones de tener una relación inapropiada con una mujer que hacía parte de su personal del Congreso).
“Esto es lo más difícil que he tenido que hacer, pero creo que es lo mejor para mis electores, mi comunidad y nuestro país”, dijo Hill en un comunicado. “Por los errores cometidos en el camino y por las personas que han resultado heridas, lo siento mucho y estoy aprendiendo”.
Hay mucho que analizar con respecto a las noticias sobre Hill. Pero uno de los elementos más importantes es este: el perdón, cuando se trata del desorden en la política, es un privilegio que no es distribuido de manera uniforme. Más específicamente, es desproporcionadamente retenido a mujeres y demócratas.
¿Qué pasó con el exsenador republicano David Vitter de Louisiana? En 2007, admitió haber estado involucrado previamente en una red de prostitución de Washington mientras estaba en el cargo. En 2010, fue reelegido para el Senado.
¿Y qué del candidato presidencial republicano 2020 Mark Sanford? Completó su segundo mandato como gobernador de Carolina del Sur después de admitir en 2009 que había tenido una aventura con el dinero de los impuestos de los contribuyentes. En 2013, una vez más se postuló y ganó un escaño en el Congreso.
¿Y qué decir del médico y representante republicano Scott DesJarlais de Tennessee? Una transcripción del juicio de divorcio publicada en 2012 documentó que anteriormente había tenido múltiples romances con pacientes y había presionado a una de ellas para que abortara. (Inicialmente, DesJarlais dijo que la conversación telefónica incriminatoria se grabó sin su conocimiento, aunque esto contradecía la transcripción). El representante permanece en el Congreso.
También está el caso del representante Republicano Duncan Hunter de California. En junio de este año, un documento judicial alegaba que, durante años, había utilizado fondos de campaña para asuntos extramatrimoniales con cabilderos y miembros del personal del Congreso. (Duncan se declaró inocente de estos cargos.) Él también sigue en el cargo.
Y ni hablar del presidente Donald Trump, quien ha permanecido indemne por las acusaciones de que más de una docena de mujeres se han lanzado públicamente contra él, desde avances inoportunos hasta acoso y agresión sexual. (El presidente ha negado en repetidas ocasiones todas esas acusaciones).
Incluso el demócrata Al Franken, que renunció a su escaño en el Senado en 2018 luego de las acusaciones de que había tocado a mujeres de manera inapropiada, está intentando un pequeño regreso, ya que encabezó el evento anual no partidista Politicon el fin de semana pasado.
Dicho de otra manera, a los hombres, particularmente a los de ciertas convicciones políticas, a menudo se les momentos de redención, mientras que las mujeres que se atreven a desafiar las normas —como Sandra Fluke, que en 2012 fue avergonzada tras de testificar ante el Congreso en un esfuerzo por persuadir a la Universidad de Georgetown para que incluyera el control de la natalidad en su cobertura de atención médica— se espera que se doblegue a los prejuicios y, en última instancia, se retiren.
Además de los estándares desiguales, y el hecho de que los demócratas, al menos en la era posterior a Bill Clinton, parecen dispuestos a responsabilizarse hasta cierto punto, los republicanos no lo están. Hay algo más que no debe pasarse por alto en la debacle de Katie Hill: que ella también parece ser víctima de la pornografía de venganza (que es ilegal tanto en el Distrito de Columbia como en California).
La semana pasada un blog conservador y una revista sensacionalista británica difundieron fotos íntimas de Hill. La primera afirma que ella y su esposo de nueve años, Kenny Heslep, tenían una relación por separado con una empleada de su campaña.
Desde este punto de vista, esta no es solo una historia de respuestas en duelo a la mala conducta sexual, sino también una historia de un asalto violento a la privacidad de una mujer. En una declaración en video el lunes, Hill alega que su “esposo abusivo”, con quien está en medio de un proceso de divorcio y “agentes políticos odiosos” están tratando de humillarla a través de las fotos. CNN se ha comunicado con Heslep para obtener comentarios, pero no ha recibido respuesta.
Pero hay un giro: Hill está peleando. A raíz de la publicación de las foto está emprendiendo acciones legales contra los medios que han compartido las fotos.
“Estoy herida. Estoy enojada. El camino que vi tan claramente para mí ya no está allí”, dijo Hill en el video del lunes. “Nunca dije que era perfecta. Pero nunca pensé que mis imperfecciones serían armadas y utilizadas para tratar de destruirme a mí y a la comunidad que he amado durante toda mi vida”.
Tan visible como el tema de la impunidad para el mal comportamiento masculino se ha convertido en los últimos dos años, también lo tiene el poder de la ira de las mujeres ante las muchas injusticias de género del mundo. Esta ira ya no es motivo de vergüenza, sino más bien una causa de su propia armamento.
“Para cada niña y mujer, para todos los que creen en esta pelea, esto no ha terminado”, tuiteó Hill el domingo. Hay muchas razones para creer que tiene razón.