Nota del editor: Dan Restrepo es abogado, estratega demócrata y colaborador político de CNN. Fue asesor presidencial y director para el Hemisferio Occidental del Consejo Nacional de Seguridad durante la presidencia de Barack Obama. Las opiniones expresadas en este artículo son exclusivas del autor.
(CNN Español) – La investigación al presidente Donald Trump que podría conducir al tercer juicio político formal contra un jefe de Estado en la historia de Estados Unidos salió a la luz del día.
Y con ello, también salieron a plena vista, por lo menos, tres cuestiones con profundas implicaciones para la democracia de la república.
Primero, los testimonios del encargado de negocios en Ucrania Bill Taylor y del subsecretario de Estado adjunto para Europa, George Kent, dejaron clarísimo que los hechos problemáticos por parte del presidente van mucho más allá de la conversación telefónica del 25 de julio entre Trump y el presidente de Ucrania, Volodymyr Zelensky.
Eran parte de una serie de eventos que empezaron meses antes de esa conversación entre los mandatarios y continuaron durante varios meses después.
El testimonio de Taylor dejó en claro que en distintos momentos hubo un “canal informal,” que llevaba una política paralela a la tradicional de Estados Unidos frente una guerra indirecta lanzada contra Ucrania por parte de Rusia. Y señaló al nuevo gobierno de Ucrania que tanto una visita de Zelensky a la Casa Blanca como asistencia militar para resistir esa guerra dependían de que el líder ucraniano realizara investigaciones contra Hunter Biden, hijo del exvicepresidente Joe Biden.
Reducido a su esencia, Taylor testificó que el presidente de Estados Unidos trató de chantajear a un país extranjero para favorecer sus propios intereses políticos.
Eso es un pleno abuso de los poderes de la presidencia del país.
Y confirma lo que ya era bastante obvio, dado el contenido del resumen de la ya famosa llamada publicada por la Casa Blanca en septiembre.
Dicho de otra manera, el testimonio del primer testigo en el caso, en sí, sentó todas las bases necesarias para enjuiciar al presidente Trump por abuso de poder.
Un delito de esa magnitud no debería ser difícil condenar. Y lo debe ser sin consideración de la afiliación política.
Pero la primera audiencia también dejó en claro que el Partido Republicano, o por lo menos la versión que existe en el Comité de Inteligencia de la Cámara de Representantes, no está a la altura de las circunstancias.
En vez de tratar de defender los hechos, el líder republicano en la Comisión de Inteligencia de la Cámara, Devin Nunes, y el abogado de los republicanos decidieron tratar de desviar la audiencia hacia teorías de conspiración o cosas que no tienen nada que ver con el comportamiento del presidente Trump.
No hicieron nada para tratar de minar la credibilidad de Taylor.
O son completamente incompetentes o no tienen defensa.
Si es que no tienen defensa, abre las puertas a la gran incógnita de este proceso que nos va a decir mucho sobre la salud de nuestra democracia: los republicanos en el Congreso, ¿van a poner a país por encima de partido, o no?
Cuatro grupos de republicanos tendrán la oportunidad de responder con sus hechos, no solo con sus palabras, en las próximas semanas y meses.
Aunque lo que hemos visto hasta el momento no luce bien, los republicanos en la Comisión de Inteligencia tendrán la oportunidad de priorizar nuestro sistema constitucional.
Luego, la responsabilidad pasará a los republicanos en la Comisión de Justicia, donde casi seguro se considerarán cargos específicos para comenzar formalmente un juicio político contra el presidente Trump. Esa votación será otra oportunidad para definir qué es más importante, si la afiliación política o el bienestar de nuestro sistema democrático.
Después, todos los republicanos en la Cámara de Representantes tendrán la misma oportunidad.
Y asumiendo que una mayoría de la Cámara confirma que hay razones para avanzar un juicio político, la responsabilidad pasará a los republicanos en el Senado.
Y esos republicanos no solo decidirán el destino político de Donald Trump, sino que también resolverán el futuro del Partido Republicano en sí.
La democracia estadounidense depende en tener dos partidos fuertes que discrepan sobre temas de política pública pero que coinciden en la importancia de nuestra democracia. Que creen más en el país y los principios que en la trayectoria de un solo individuo.
Y por eso, ya que la investigación ha salido a luz del día, mucho más que el futuro de Donald Trump está sobre la mesa.
Está el destino del Partido Republicano moderno.
Está el bienestar de nuestra democracia.
Ojalá algún grupo de republicanos esté a la altura de las circunstancias.