Nota del editor: Roxanne Jones, editora fundadora de ESPN Magazine y exvicepresidenta de ESPN, se ha desempeñado como productora, reportera y editora en el New York Daily News y The Philadelphia Inquirer. Jones es coautora de “Say it Loud: An Illustrated History of the Black Athlete”. Habla sobre política, deportes y cultura semanalmente en Philadelphia’s 900AM WURD. Las opiniones expresadas en esta columna son propias de la autora.
(CNN) – Los concursos de belleza son bestiales
Pregúntenle a cualquier mujer (fuera del escenario y donde nadie le escuche, por supuesto) que se haya presentado en un concurso. No oirán ninguna de esas tonterías de “estoy tan feliz de estar aquí”. Ni verá lágrimas de alegría y abrazos por la mujer que recién se llevó la corona. Nada de eso.
Yo lo sé después de haber sobrevivido, y a veces ganado, títulos en el circuito de concursos de bellezas adolescentes en Nueva Inglaterra. Una idea de mi madre, no mía.
Una madre soltera con tres hijos que criar y una hipoteca que pagar, me inscribía en cualquier concurso que mencionara las palabras “beca” y “dinero”. Incluso llegué a bailar el vals en una fiesta de presentación en sociedad un año, y debo reconocer que la experiencia fue mucho más divertida. Cualquier cosa era mejor que brincar en traje de baño sobre un escenario. Incluso en los años 80, sabía que mi apariencia debía tener poco que ver con que yo pudiera ir a la universidad.
Sin embargo, persistí en el intento.
Hasta el día de hoy me siento totalmente avergonzada de cómo salí en un concurso, cuando recuerdo cómo arrastré mi caballete de artista sobre el escenario e hice de cuenta que pintaba una nueva obra de arte. La competencia de talentos era siempre mi problema: pintar y escribir eran mis mejores talentos. Lo siguen siendo.
Así que cuando todas las otras niñas daban volteretas, cantaban y hacían agraciados pliés sobre el escenario como primeras bailarinas, yo me sentaba en un banco imitando a Picasso, o recitaba una escena de la aclamada obra teatral de Ntozake Shange “Las niñas de color que han considerado el suicidio/ cuando el arcoíris es suficiente”. No importaba que yo fuera la única “niña de color” en el escenario recitando frente a un público principalmente blanco. Yo tenía la esperanza de que mis singulares talentos fueran recompensados. Pero también era realista. Me concentraba en lo académico y no tomaba muy en serio la vida de los concursos de belleza. Claramente, no iba a llegar al título de “Miss America”, ni a la universidad siquiera, con mis pinturas.
Entonces, cuando veo a una mujer como Zozibini Tunzi, Miss Sudáfrica, que a los 26 años es la primera mujer negra del país que gana el concurso de Miss Universo, entiendo que su travesía requirió mucho más que sonrisas falsas y comentarios con conciencia social.
Zozi, como la llaman orgullosamente los sudafricanos, fue criada por padres que son educadores. Ella es miembro de la tribu Xhosa y parece entender el impacto que su corona puede tener en los demás. “Defiendo la educación de la juventud sudafricana, la igualdad y la representación. Como Miss Sudáfrica, no puedo esperar a hacer una contribución a esas importantes causas sociales”, le dijo a Sowetan Live cuando fue coronada como Miss Sudáfrica.
Pero el triunfo de Tunzi es significativo por otras razones para quienes siguen los concursos de belleza y para las reinas de belleza que se ven como yo. Las mujeres negras están reinando en varias de las principales competencias: Miss USA (Cheslie Kryst), Miss America (Nia Franklin), Miss Teen USA (Kaliegh Garris), y ahora Miss Universo (Zozibini Tunzi). No me lo podría haber imaginado mientras desfilaba por las pasarelas tratando de destacarme allá por los años 80.
Por suerte, ya pasaron esos días en que solo las mujeres negras que se parecían a Vanessa Williams, la primera Miss America negra en 1983, eran consideradas merecedoras de la corona. No obstante su inmenso talento, la piel cobriza, la larga cabellera, los ojos celestes de Williams no son representativos de la mayoría de las mujeres en la comunidad negra. Pero no les mentiré, mi barrio negro celebró cuando Williams ganó. Y protestamos cuando le retiraron la corona en lo que nos pareció un escándalo sexual fabricado.
Pero, muy en mi interior también me sentí traicionada por el triunfo de Williams, por todo el “colorismo”. Si bien en ese momento yo no tenía palabras sofisticadas para describir la discriminación que las personas con piel más oscura experimentaban en la comunidad negra, yo me daba cuenta de que mi “afro” superrizado, mis labios gruesos y mi piel chocolate con leche estaban muy lejos del estándar de belleza de Vanessa Williams.
Hoy, me da escalofríos pensar en los concursos de belleza. Nunca inscribiría a mi hija (si la tuviera) en un concurso de belleza, porque ahora hay muchas formas mejores de infundir confianza en las jóvenes y mejores oportunidades de ganarnos becas universitarias. Así y todo, me emociona ver que se va aplacando la discriminación por el tono de la piel a medida que las representaciones de la belleza negra cada vez están más incluidas. Las reinas de belleza en la actualidad representan todas las tonalidades morenas y algunas caminan audazmente con sus afros cortos naturales, como lo hizo Miss Universo.
Mamá siempre tuvo razón. Quizás ella sabía las lecciones que yo aprendí.
Esos concursos de belleza eran exactamente lo que esta niña larguirucha, un poco cerebrito necesitaba en ese momento. Esos concursos me enseñaron a definir mi belleza y mi talento en mis propios términos, independientemente de cómo me juzgaran los demás. Aprendí a ir con la frente en alto en los grandes momentos de la vida.
Así que, honro a todas las reinas negras de la belleza que existen en todas las formas, tamaños y tonalidades, sea que lleven o no una corona. Las saludo. Las veo. Y es hora de que el resto del mundo las vea también.
– Traducción de Mariana Campos