(CNN) — En la fachada al aire libre de una tienda en pleno centro histórico del antiguo Quito, un hombre con un delantal salpicado de pintura sostiene un pincel. Suavemente, lo pasa por la mejilla de una figura de porcelana del Niño Jesús, uno de cientos, quizás miles, que están esparcidos en este pequeño almacén que también es taller.
Podría ser Picasso o algún otro pintor famoso trabajando en un estudio.
Pero no está creando arte abstracto. El hombre, un escultor y tallador cuyo nombre es Gonzalo Gallardo, se gana la vida reparando y restaurando figuras religiosas en su tienda, Restauraciones Carrión.
Hay figuras del Niño Jesús. Estatuillas de la Virgen María. Querubines y santos de cerámica, madera, resina, yeso, fibra de vidrio y papel maché. Algunos están astillados y descoloridos; otros están quemados y con hollín. Pareciera que la mayoría acaba de escapar de un desastre natural.
Historia y tradición
Las familias ecuatorianas se toman muy en serio a sus personajes religiosos, suelen mantener un Niño Jesús en sus casas e incluso lo visten con varios atuendos: de oficial de policía, bombero o médico. Nunca se les ocurriría reemplazar una estatua rota o fracturada.
“La gente no los tira”, sostiene Gallardo, de 56 años. “El sentimiento es: ‘Esta es mi figura y la voy a reparar’”.
Y así es cómo llegan a esta pequeña tienda en el barrio San Roque, repleto de artesanos e iglesias, conventos y monasterios que se remontan al siglo XVI.
Tanto Gallardo como su esposa, Rocío Carrión, trabajan aquí, ejerciendo un oficio que ha permanecido en la familia de ella durante más de 80 años. Gallardo aprendió la habilidad cuando se casó con su esposa hace más de dos décadas, usando una mezcla secreta de aceites para pintar la piel de las figuras.
“Hoy hay escuelas de restauración, pero esto proviene de cuatro generaciones”, dice con orgullo Gallardo.
Algún día, sus cuatro hijos se harán cargo del negocio familiar.
En los detalles
Esparcidas por toda la tienda hay figuras con varios estados de trauma. Algunas se encuentran envueltas en plástico, mientras otras yacen en mostradores de vidrio o en estantes de madera. Algunas no tienen cabeza. A otras les falta una pierna, una nariz, un ojo. Otras simplemente necesitan un retoque.
“Uno tenía azul oscuro y los propietarios querían darle más vida”, relata Gallardo. “Un Niño Jesús no debería tener colores oscuros. Tú no crías a un ser humano con colores oscuros”. Así que eliminó el color y lo volvió a pintar con un tono más claro.
Algunas de las figuras están listas para la compra: una Virgen María con un chal azul salpicado de estrellas amarillas, que también lleva un vestido rosa y dorado. Un Niño Jesús que parece haber sido pulido con barniz.
En otro estante, Jesús, con los brazos abiertos, parece darle la bienvenida a los visitantes a la tienda, o bendiciéndolos al salir.
Gallardo es uno de los pocos Guardianes del Patrimono de San Roque, una iniciativa con sede en Quito cuyo objetivo es preservar los oficios tradicionales en el área.
Además de Gallardo, los herboristas, los molineros, las chocolaterías y las boutiques que venden piñatas, demonios y vestuarios intrincadamente diseñados del Niño Jesús son parte del grupo.
Un talento único
No sorprende que los servicios de Gallardo tengan tanta demanda. Ecuador es un país predominantemente católico. La estatua más alta de es la Virgen de Quito, o Virgen del Panecillo, una popular atracción turística, que se eleva a 41 metros sobre la ciudad.
En diciembre, el país estalla con elaborados pesebres. En la víspera de Navidad, Quito celebra el “Pase del Niño Viajero”, una fiesta en honor al Niño Jesús, quien, según la tradición religiosa, nació el día de Navidad, 25 de diciembre.
Aunque la ciudad cuenta con un puñado de restauradores de arte, Gallardo tiene un talento único: no solo pinta objetos inanimados, sino que usa el mismo pigmento para tratar las cicatrices, quemaduras solares o contusiones de las personas.
Al igual que la restauración de figuras religiosas, esta habilidad le fue transmitida por su fallecido suegro, Alfredo Carrión. La leyenda dice que un joven cayó en la calle fuera de la tienda y se golpeó la cara. Carrión dijo: “Lo arreglaré”, recuerda Gallardo. “Cubrió la cara y el joven fue sanado”.
Gallardo no revela qué hay exactamente en su mezcla. Y enfatiza que no es un artista de maquillaje, sino un restaurador.
Como si fuera una señal, un cliente de 22 años llamado Juan entra al lugar. Es alérgico al sol y tiene una quemadura grave. Ha venido a la tienda cada tres días durante aproximadamente un mes.
Gallardo toma su pincel, lo remueve en pigmentos de color carne provenientes de vegetales, minerales y aceites de plantas y cubre suavemente las quemaduras solares. “El tratamiento dura aproximadamente ocho meses”, explica Gallardo.
Juan ya ha notado una diferencia. “Hay menos picazón y está menos rojo”, dice Juan. Y el precio es correcto: Gallardo cobra solo 1,50 dólares por visita.
“Estamos aquí para ayudar a las personas”, sostiene Gallardo. “No se trata de dinero”.
Si quieres vistar…
Restauraciones Carrión se encuentra en las calles Rocafuerte N1-33 e Imbabura, en el casco antiguo de Quito. También puedes organizar un recorrido privado a través de Metropolitan Touring, que incluye un guía que habla inglés.