Nota del editor: Patricio Morelos es consultor de comunicación política. Politólogo por el ITESM y especialista en Gestión de Gobierno por la Universidad Camilo José Cela. Actualmente es estudiante de la Maestría en Comunicación Política y Gobernanza Estratégica en The George Washington University. Profesor universitario de las materias de Mercadotecnia Política y Ciudadanía y Democracia en el Tecnológico de Monterrey. Puedes seguirlo en Twitter @patomorelos. Las opiniones expresadas en esta columna son propias del autor.
(CNN Español) – Fernando Henrique Cardoso, expresidente de Brasil, escribió una serie de consejos para tener gobiernos exitosos. En uno de ellos, enfocado en fijar el rumbo, establece que “en el mundo de hoy el liderazgo político nunca se alcanza de una vez por todas. Debe alimentarse y renovarse constantemente. Ya no es posible para un líder imponer sin negociar, decidir sin escuchar, o gobernar sin explicar ni convencer”.
Es un hecho: la política ha cambiado. En la actualidad, ya no vemos a líderes políticos que concentran totalmente el poder. El surgimiento de nuevos actores los ha obligado a gobernar a través de la negociación, la comunicación y la cooperación.
Es aquí, en contextos de incertidumbre, en los que se destacan los gobernantes con capacidades de liderazgo. Un liderazgo que permita realizar acciones que trasciendan a una administración de gobierno y que, finalmente, impacten de manera positiva en la vida de los ciudadanos.
Jose Luis Méndez, profesor de El Colegio de México, define al liderazgo político como “la capacidad para reconocer lo que se puede y lo que no se puede hacer bajo ciertas circunstancias, plantear objetivos significativos a la vez que realizables y luego convocar en torno a ellos a los actores políticos”.
La consolidación de la democracia en América Latina ha traído consigo procesos electorales cada vez más competitivos. Y por supuesto, la competencia ha orillado a los partidos políticos y los candidatos a comprometerse con propuestas que, por más voluntad política que se tenga, son imposibles de llevar a cabo.
Algunas por cuestión de tiempo, como la construcción de un megaproyecto; otras por cuestión de dinero, como la aplicación del Ingreso Básico Universal o claro, otras por romper con la misma ley, como lo vimos en el proceso electoral 2018 en México, con la propuesta de Jaime Rodríguez “El Bronco” de cortarle las manos a los delincuentes.
Es por eso que la política actual necesita de gobernantes con la capacidad de planificar, negociar, ejecutar y escuchar. Planificar una agenda de gobierno realizable, que busque resolver los principales problemas de la comunidad. Negociar con los diferentes actores políticos, para generar acuerdos que permitan impulsar los programas de gobierno. Ejecutar las políticas públicas, con la apertura para evaluar y llevar a cabo los cambios que se requieran. Y escuchar a la sociedad, que es finalmente la que recibe los beneficios, pero también, la que padece permanentemente los problemas.
Ser gobierno y gobernar no es fácil, muchas veces es incluso impopular. En el 2015, en una reunión en Madrid, un expresidente mexicano me explicó que quienes nos dedicamos a la política tenemos que diferenciar entre hacer una campaña y hacer gobierno. En campaña, me dijo, dices lo que sea para ganar, mientras que cuando eres gobierno, difícilmente cumples el 30% de lo que prometes.
Es momento de que quienes gobiernan, o aspiren a hacerlo, entiendan que trascender significa tener la capacidad y la voluntad para liderar y actuar cuando se requiere y, a su vez, abstenerse de hacerlo en los momentos donde se pueden ver afectadas las políticas y los ciudadanos.
Gobernar no es cuestión de votos. Gobernar es honrar la palabra.