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Nota del editor: Frida Ghitis, exproductora y corresponsal de CNN, es columnista sobre temas internacionales. Colabora con frecuencia para la sección de opinión de CNN, para The Washington Post y es columnista para World Politics Review. Puede seguirla en Twitter en @fridaghitis. Las opiniones expresadas en este artículo son propias de la autora.

(CNN) – No se desesperen; no todo está perdido. Ocurrió algo alentador mientras nos disponíamos a ver cómo el Senado cerraba su pantomima del juicio y absolvía al presidente Donald Trump.

De la fuente del Senado, surgieron dos semblanzas de valentía. Dos senadores -uno republicano y el otro demócrata- ahondaron en sus conciencias y anunciaron, posiblemente a un gran costo personal, que soportarían la ira que pudiera alcanzarlos y harían lo que en sus corazones sabían era lo correcto: votar para condenar al presidente.

Los senadores Mitt Romney, de Utah, republicano; y Doug Jones, de Alabama, demócrata, no tienen el poder suficiente para cambiar el resultado preordenado del voto. Pero su decisión de pagar el precio por hacer lo correcto —la arremetida del presidente y de su partido, la violenta reacción de los votantes, respectivamente— es un bálsamo para una nación traumatizada. Este país profundamente dividido, donde el partidismo y el interés propio parecen estar arrasando con los principios y el patriotismo, todavía alberga al menos a dos hombres íntegros.

La decisión de Romney fue una sorpresa, y significa que, por primera vez en la historia de EE.UU., senadores de los dos partidos votaron para remover al presidente de su cargo, si bien no pudieron persuadir a suficientes colegas para lograr un resultado.

Romney ha desafiado a un partido sólidamente alineado detrás de un presidente vengativo. Recientemente reveló que había hablado con su familia sobre este voto, porque sabe que su esposa, sus hijos y hasta sus nietos sentirán el coletazo. El hijo de Trump, Don Jr. pidió su expulsión del partido republicano.

Esto torna la decisión de Romney mucho más loable. Cuando habló en el Senado, explicó su decisión en conmovedores términos morales, éticos y patrióticos. Hizo una pausa para recobrar la compostura y dijo: “Considero que prometer ante Dios es enormemente significativo”.

Juzgar al presidente, dijo, fue “la decisión más difícil que debí enfrentar”. Pero el juicio de la historia influyó fuertemente. Enfrentó su responsabilidad con modestia y seriedad. “Seré solo un nombre entre muchos, ni más ni menos, para las futuras generaciones que miren los registros de este juicio”. Después de examinar esos registros, él halló que “lo que hizo el presidente fue incorrecto, profundamente incorrecto”.

Romney fue implacable en su juicio de un presidente que, “le pidió a un gobierno extranjero que investigara a un rival político”, luego “retuvo fondos destinados a ese gobierno para presionarlo a hacerlo”, y lo hizo para beneficio político personal. Lo llamó un “apabullante abuso de la confianza pública”, y llegó a una devastadora conclusión: “corromper una elección para mantenerse en el cargo es quizás la violación más abusiva y destructiva del juramento al cargo que se pueda imaginar”.

Trump es conservador, y Romney dice que está de acuerdo con mucho de lo que ha hecho Trump, “pero mi promesa ante Dios de aplicar justicia imparcial exige que deje a un lado mis sentimientos personales y sesgos políticos”.

Fue tanto una condena al presidente como un juicio silencioso a sus colegas republicanos, que excusaron, negaron y minimizaron la conducta del presidente. Algunos, como los senadores Susan Collins, Lamar Alexander y Lisa Murkowski, reconocieron que el presidente actuó impropiamente, pero se rehusaron a hacer algo al respecto. La mayoría no querían siquiera permitir un juicio real: bloquearon testigos y luego hipócritamente dijeron que los testimonios eran insuficientes para una condena.

La decisión de condenar no fue menos desgarradora para el senador Jones, que reconoció haber pasado muchas noches insomnes antes de tomar la decisión.

Puede que Jones sea demócrata, pero viene de Alabama, donde Trump se acerca al estatus de semidios y tiene los niveles más altos de aprobación estatal. Jones se enfrenta a una dura campaña de reelección este año. Su decisión prácticamente pone un clavo en su féretro político. De hecho, un Comité de acción política afiliado con el líder de la mayoría del Senado Mitch McConnell anunció burlonamente ayer el “inminente retiro de la política” de Jones.

Pero como Romney, la conciencia de Jones soportó la conveniencia política. Al anunciar su voto, citó a Robert Kennedy: “Pocos colegas están dispuestos a enfrentarse a la desaprobación de sus pares, la censura de sus colegas. …El coraje moral es un bien cada vez más escaso para quienes buscan cambiar el mundo”.

De pie frente al Congreso donde muchos republicanos supuestamente dicen estar “asqueados y extenuados” por la conducta de Trump, Jones agregó: “el país antes que el partido, es un bien escaso estos días”.

Jones halló su coraje al escuchar el caso contra Trump, al escuchar las propias palabras del presidente. Lo que sobresalió más claramente para él, dijo, fue que el presidente dijera: “según la Constitución, tenemos el artículo 2 y yo puedo hacer lo que quiera”. Eso, dijo, explica las acciones del presidente en cuanto a Ucrania y para con el Congreso. En una declaración, Jones dijo que estaba “muy atribulado”, pero que los abogados de Trump estaban reclamando “virtualmente poder presidencial ilimitado”.

Al final, vio “una imagen de un presidente que puso su interés personal por encima del interés de la nación, y al hacerlo amenazó nuestra seguridad nacional…”

Escuchando al senador por Alabama, comenté en Twitter que el de él era un ejemplo de una semblanza de valentía. Luego lo escuché, casi como respondiendo, que algunos “verán lo que estoy haciendo hoy y dirán que es una semblanza de valentía”. Me corrigió. “No lo es. Es simplemente una cuestión del bien y el mal. Y hacer el bien no es un acto de valor”.

No estoy de acuerdo. Un núcleo ético y una integridad inamovible son el impulso exponencial de la valentía.

Tanto Romney como Jones fueron modestos en su valor, preparándose para lo que vendrá. Pero no son ellos sino muchos de sus colegas quienes deberían bajar la mirada. La valentía de dos miembros del Congreso resalta la cobardía de tantos otros.

Los filósofos han señalado que nuestras elecciones determinan quiénes somos. Nuestros actos nos definen. Con su integridad, Romney y Jones se definieron ante las generaciones futuras. Los estadounidenses pueden consolarse sabiendo que el partidismo y el egoísmo político no han destruido por completo el patriotismo. Tristemente, en el Senado hoy, los políticos con principios siguen siendo minoría.

Traducción de Mariana Campos