Nota del editor: Pedro Brieger es un periodista y sociólogo argentino, autor de más de siete libros y colaborador en publicaciones sobre temas internacionales. Actualmente se desempeña como director de NODAL, un portal dedicado exclusivamente a las noticias de América Latina y el Caribe. Colaboró con diferentes medios nacionales como Clarín, El Cronista, La Nación, Página/12, Perfil y para revistas como Noticias, Somos, Le Monde Diplomatique y Panorama. A lo largo de su trayectoria Brieger ganó importantes premios por su labor informativa en la radio y televisión argentina. Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor.
(CNN Español) – En México todavía mucha gente no lo puede creer.
¿Es verdad que dos aspirantes por el Partido Demócrata a la presidencia de EE.UU. no conocían el nombre del presidente de México, Andrés Manuel López Obrador? Increíble pero cierto.
En plena campaña electoral les preguntaron a Amy Klobuchar y a Tom Steyer en el estado de Nevada, donde casi el 30% de la población es de origen hispano, si sabían el nombre del presidente de México, y ninguno de los dos lo sabía. Se podrá argumentar que no pueden conocer los nombres de quienes gobiernan en todo el mundo. Pero México no es un pequeño país del sudeste asiático y el tema del muro en la frontera es un tema recurrente hace años.
Cabe preguntarse nuevamente cómo ven en EE.UU. a quienes viven al sur y al norte del río Bravo. ¿Los ven o no los ven? Esto parece un juego de palabras, pero no lo es. Por un lado, se los denomina “latinos”, “hispanos”, “espaldas mojadas” y tantas otras definiciones que van desde lo sociológico hasta lo despectivo estigmatizador, pero son la prueba de que sí los ven. De hecho, durante años se colocaban carteles en diferentes lugares públicos para impedir la entrada de mexicanos porque no los consideraban blancos. También hay que señalar que en EE.UU. existe el concepto de barrioization como fenómeno de concentración de poblaciones de origen hispano en los suburbios de las grandes ciudades, incluso en la capital, Washington, asociado también a diferentes niveles de pobreza, un problema que excede a la población hispana, pero que la incluye.
Ver o no ver es como un espejo, agravado -en este caso- por una frontera en común de más de 3.000 km que algunos parecen empeñados en sellar a cal y canto. Todo esto cuando ya hay más de 50 millones de personas de ascendencia hispana dentro de EE.UU. que muestran su importancia, como la mostró la película “Un día sin mexicanos” de 2004, que recrea cómo podría colapsar el estado de California si todas las personas de origen mexicano dejaran sus tareas por apenas 24 horas. ¿Solo California? Entonces… imposible ocultarlos. Por otra parte, el español se ha popularizado tanto en EE.UU. que ya en numerosas ciudades es muy fácil desenvolverse sin hablarlo.
La mayoría de los que hablan español proviene de un país que se llama México. Días después de la entrevista y tal vez para enmendar su error, Amy Klobuchar comenzó a tuitear en español como guiño a la población hispana, pero en el debate del pasado miércoles se le preguntó directamente y admitió haber cometido un error. Aún así me pregunto: ¿se puede aspirar a la presidencia de EE.UU. sin conocer el nombre del presidente de México?