El presidente de Estados Unidos Donald Trump durante una conferencia de prensa sobre el coronavirus.

Nota del editor: Michael D’Antonio es autor del libro “Never Enough: Donald Trump and the Pursuit of Success” y coautor con Peter Eisner de “The Shadow President: The Truth About Mike Pence”. Las opiniones expresadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor. Ver más en la sección de opinión de CNN.

(CNN) – La secretaria de prensa de la Casa Blanca Stephanie Grisham dice que en este momento de coronavirus todo seguirá igual para Donald Trump. Parece que no cancelará ningún mitin ni se preocupará en absoluto de si ha estado expuesto a la infección. “Y te diré qué”, señala ella, “con nuestro presidente, este hombre que no duerme y al que he visto trabajar 15, 16 horas al día todos los días, no tengo ningún problema en pensar que va a estar bien y saludable “.

Si Grisham hubiera estado preocupada por el público estadounidense, quizás no habría hablado de asistir a grandes eventos públicos, trabajar hasta la extenuación y dejar de dormir como una respuesta razonable a la amenaza que el virus representa para todos nosotros. De hecho, si esto es lo que Trump está haciendo, es lo opuesto a lo que se recomienda para un hombre obeso de 73 años, en gran parte sedentario.

Con cualquier otro presidente, todos nos estaríamos preguntando por qué una asistente se esforzó tanto por sugerir que su jefe es una especie de superhombre, pero estamos hablando de Trump. Su narcisismo y la propensión a la ira están bien documentados y Grisham obviamente estaba jugando con ambas cualidades.

Tema de informes de prensa durante mucho tiempo, la ira de Trump ha quedado expuesta con el despido de miembros de su gabinete, secretarios generales de la Casa Blanca –Mick Mulvaney, quien nunca tuvo la oportunidad de deshacerse del título de “interino”, fue despedido el fin de semana pasado-, y aquellos que testificaron sobre él durante el juicio político. Los funcionarios gubernamentales generalmente se preocupan sobre entregarle malas noticias su jefe porque temen cómo pueda responder. Cuando un funcionario de los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) destacó hace poco, correctamente, que un brote de coronavirus era inevitable en EE.UU., el medio Politico informó que Trump se enojó tanto que los funcionarios discutieron la posibilidad de dejar de hacer declaraciones públicas. (Finalmente decidieron no hacerlo).

Después de haber señalado que Trump no está cambiando nada, Grisham se mantuvo fiel a la actitud del presidente de que no hay nada por qué preocuparse. Cuando ella fue más allá y explicó que él es un espécimen extraordinario que no necesita dormir y puede trabajar alrededor de los simples mortales, jugó la carta de la vanidad, otra característica de Trump. Como Grisham y otros sobrevivientes de la administración parecen saber (te estoy mirando, vicepresidente Mike Pence), nunca te equivocas si pones al presidente en el centro de cada discusión y lo elogias.

Para obtener pistas sobre cómo Trump quiere ser descrito, solo considera la manera en que habla de sí mismo. Él es, en sus propias palabras, “realmente inteligente” y “un genio muy estable”. También es, en sus propias palabras, “un gran líder moral” y “de gran apariencia”.

En la crisis actual, el problema no es tanto la excesiva autoestima del presidente sino su incapacidad para reconocer las necesidades de los demás. Este problema, invariablemente una característica de los verdaderamente narcisistas, hace difícil, si no imposible, que alguien ponga a los demás primero. En las familias, esto queda demostrado cuando el padre se compra un auto nuevo a pesar de que el alquiler de la casa no está pagado. En los países, se evidencia cuando un líder no puede ver lo que la gente necesita en un momento de crisis.

Ya sea que esté arrojando toallas de papel a una multitud en medio de la muerte y la devastación en Puerto Rico o burlándose de las víctimas de agresiones sexuales, Trump ha demostrado su insensibilidad con suficiente regularidad como para que nos sobrecojamos cuando lo vemos en un momento como éste en el que se impone la preocupación por los demás. ¿Recuerdas cómo bromeó sobre el tamaño de la multitud cuando visitó un hospital después de un tiroteo masivo en El Paso? ¿Qué tal el momento, al comienzo de su mandato, cuando delante del monumento a los oficiales de inteligencia caídos se jactó de su propio intelecto?

La compasión, que es lo opuesto al narcisismo, es tan esencial para la presidencia como cualquier rasgo y los presidentes de ambos partidos lo han demostrado a menudo. Todos recordamos las conmovedoras respuestas de Bill Clinton después del atentado de Oklahoma City, de George W. Bush después de los ataques del 11 de septiembre y de Barack Obama después del tiroteo en la iglesia de Charleston. Es algo en lo que tenemos que confiar a nuestros líderes. También es la pieza que a menudo falta en la respuesta de Trump en los momentos difíciles. Este es el hombre que, según mostró un video de The Huffington Post, necesitaba una hoja de respuestas para una reunión con los sobrevivientes de los tiroteos en la escuela. Que el apuntador lo alentara a decir “Te escucho” es toda la evidencia que necesitamos para saber que el personal de la Casa Blanca reconoce que el presidente tiene dificultades cuando se trata de la compasión.

¿Por qué Trump es así? Cuando escribí una biografía de él, supe que fue criado por un padre modelo que le mostró a su hijo poco del tipo de ternura que podía preocupar a otros en un niño. Su educación estuvo guiada por una especie de sargento en un ensayo de escuela militar, caracterizado por la dureza, y su introducción al mundo de los adultos fue modelada por el conocido personajes Roy Cohn. Dados estos mentores, y toda la inseguridad que conlleva ser un niño rico jugando con el dinero de papá, Trump estaba destinado a ser el hombre que vemos hoy. Está enojado y es narcisista, y lo mejor que pueden hacer los que lo rodean es mimarlo con la esperanza de que no empeore las cosas.