CNNE 792182 - biden y sanders debaten sin publico

Nota del editor: Dan Restrepo es abogado, estratega demócrata y colaborador político de CNN. Fue asesor presidencial y director para el Hemisferio Occidental del Consejo Nacional de Seguridad durante la presidencia de Barack Obama. En Twitter lo encuentras como @dan_restrepo. Las opiniones expresadas en este comentario pertenecen exclusivamente al autor. Ver más artículos de opinión en CNNE.com/opinion

(CNN Español) – Si algo está claro en estos días de tanta incertidumbre es que vivimos en tiempos de cisnes negros —eventos poco probables con inmensas consecuencias.

Y está claro que no hablamos de un cisne aislado sino de grupos de ellos. Miremos, por ejemplo, el panorama estadounidense.

Primero, es indudable que sería difícil encontrar mejor ejemplo de un cisne negro clásico que la elección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos. Antes de ser elegido, Trump era una “celebridad” de segunda categoría sin ningún historial como político. Se había casado tres veces (dos veces con inmigrantes) y era se presentaba como campeón de evangélicos y de nativistas, antinmigrantes. Era un multimillonario con discurso populista de vocero para los ignorados e invisibles. Y era una persona que había contemplado presentarse como candidato presidencial demócrata y también independiente hace décadas.

Que una persona con ese perfil, y aún más con la personalidad de Trump, resultara no solo candidato del Partido Republicano en 2016 sino presidente de Estados Unidos era casi imposible de anticipar.

Y, como todos los cisnes negros, ese evento de baja probabilidad ha tenido consecuencias profundas—para Estados Unidos y para el mundo entero.

Consecuencias que quizás son difíciles de apreciar hoy por hoy, porque en el mundo entero enfrentamos otro cisne negro clásico—la pandemia del coronavirus.

El covid-19 ha alterado todo el planeta. Miles de millones de personas han vivido o están viviendo en cuarentena y un segmento gigantesco de la economía mundial ha sido frenado (para salvar vidas) del un día para otro, de manera sin precedentes en la historia de la humanidad.

Y ahora empieza a llegar otro cisne negro, o que quizás se compare con estos dos ejemplos tan épicos. Un pichón negro—un Partido Demócrata consolidado y con un candidato presidencial definido en los primeros días de abril.

Para ver lo improbable de este acontecimiento que suena tan rutinario, tenemos que pensar dónde estábamos en el mundo político estadounidense hace tan solo tres meses.

En enero de este año, los demócratas teníamos casi una decena de candidatos creíbles a la presidencia. A todas luces, estábamos ante una contienda históricamente larga y divisiva. Se armaba lo que podría haber sido una profunda confrontación entre las alas progresistas y moderadas del partido.

Es decir, que todo lucía positivo para una reelección del presidente Trump, frente un Partido Demócrata que ahora retrasará su convención por un mes –hasta agosto– con el fin de llegar a la definición de su candidato… y que, en esa misma convención, iba rumbo a choque frontal entra las dos alas del partido.

Cuando empezó la Cuaresma, el 26 de febrero de 2020, parecía que la tercera campaña presidencial de Joe Biden terminaría como las primeras dos: en un fracaso total. En las primeras tres contiendas de las primarias del Partido Demócrata, Biden había llegado de cuarto en Iowa, de quinto en Nueva Hampshire y un lejano segundo lugar en Nevada.

Indudablemente dando aún más aliento a las esperanzas del presidente de continuar otros cuatro años en la Casa Blanca. Hasta en encuestas nacionales, el senador Bernie Sanders, un autodenominado socialista democrático, salía como la opción preferida entre Demócratas para enfrentar a Trump.

Y luego todo cambió en el estilo de los cisnes negros—de golpe.

Biden ganó la primaria de Carolina del Sur y con el impulso que sacó de esa victoria, a los tres días logró consolidar toda esa parte del partido que no era sanderista en el supermartes y en los dos martes que siguieron antes de que el coronavirus alterara por completo el país.

Pero aún así, Biden y los demócratas parecían en rumbo a una convención divisiva, antes de que el pichón negro lograra romper la cascara de su huevo con la salida del senador Sanders de la contienda.

En vez de “luchar hasta lo último” como hizo hace cuatro años contra Hillary Clinton, dejando heridas que le costaron a Clinton durante todo el otoño de 2016, Sanders tomó una decisión de estadista y declaró la suspensión de su campaña.

Es indudable que Biden todavía tiene que trabajar para consolidar la apertura de Sanders y tiene la difícil tarea de hacerlo en momentos en que el país no quiere ni tolerará la politiquería. Pero la ruta a un Partido Demócrata consolidado y reforzado ya está a la vista de todos.

Con la llegada de la Pascua, parece que los demócratas tenemos nuestro cisne negro en la batalla por el alma de nuestro país. Una batalla que culminará el 3 de noviembre.