Donald Trump, presidente de Estados Unidos. Crédito: Doug Mills-Pool/Getty Images

Nota del editor: Frida Ghitis, exproductora y corresponsal de CNN, es columnista de asuntos mundiales. Es colaboradora frecuente de opinión de CNN, columnista colaboradora del Washington Post y columnista de World Politics Review. Síguela en Twitter @fridaghitis. Las opiniones expresadas en este comentario son las del autor. Leer más opinión en CNNE.com/opinión.

(CNN) – No tenía que ser así. El presidente Donald Trump, quien parece culpar a la Organización Mundial de la Salud por todo lo que salió mal con la pandemia, afirmó el lunes que tiene “poder total” para reactivar las actividades en Estados Unidos. El martes, pareció reconocer que no. Pero el presidente de Estados Unidos posee más poder que nadie en la Tierra. Si Trump lo hubiera usado sabiamente, el impacto de esta pandemia podría haber sido diferente.

En línea con su patrón de pasos en falso, Trump también dijo el martes que recortará los fondos de Estados Unidos hacia la OMS, en medio de la peor crisis de salud global en un siglo. La organización no es perfecta, pero desfinanciarla en este momento es uno más en un camino lleno de errores y fallas que nos trajeron a esta nefasta posición. Imagínese si Trump hubiera prestado atención, escuchando a los expertos, movilizando una respuesta federal y alertando al público para que se preparara para lo que los expertos en todas partes, incluidos muchos cercanos a él, le decían que se aproximaba a un tsunami de salud pública.

Ni la mejor respuesta hubiera podido evitar un desastre, pero quedan pocas dudas de que el gobierno podría haber hecho un mucho mejor trabajo. Hay pocas dudas de que podrían haberse perdido menos vidas.

Muchos países bien preparados han sufrido muertes y parálisis económica debido a covid-19. Pero debemos preguntarnos cuánto de este cataclismo, unas 25.000 muertes de estadounidenses al momento de escribir este artículo, podría haberse evitado con un mejor liderazgo. Para dar algo de contexto, sume el número de muertes militares en Iraq (4.431), Afganistán (2.353), el huracán Katrina (1.833) y los ataques del 11 de septiembre (2.977). La cantidad de muertes por covid-19 ya representa más del doble del número de todos los demás combinados.

Fue a principios de enero cuando el servicio de inteligencia comenzó a hacer advertencias sobre la rápida propagación de un virus peligroso en China. Algunos informes sugieren que incluso comenzó en noviembre. A mediados de enero, el secretario de Salud y Servicios Humanos, Alex Azar, advirtió personalmente a Trump sobre esta amenaza inminente. Primero, Trump se hizo el distraído y luego lo trató de alarmista. El presidente no hizo declaraciones públicas sobre el virus hasta el 22 de enero, cuando le dijo a CNBC que “lo tenemos totalmente bajo control”. Ese sería su mantra durante semanas, mientras el virus continuaba propagándose.

Pensemos si en cambio Trump hubiera prestado atención detallada, como debía. Imaginemos que no hubiera despedido al funcionario de la Casa Blanca responsable de dar respuesta a la pandemia ni ignorado otras predicciones alarmantes de aquellos como el asesor comercial Peter Navarro.

Quizás entonces hubiera prestado más atención. Quizás.

Imaginen a otros presidentes escuchando atentamente cuando se les informa por primera vez sobre una amenaza inminente, luego reuniendo a sus equipos de expertos en salud, gestión y logística y diciendo: ¿qué debemos hacer?

Cuando la imposibilidad de frenar el coronavirus se hizo evidente, el presidente se hubiera dirigido al pueblo estadounidense. En lugar de enfurecerse con el funcionario de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) que les dijo a los estadounidenses que era hora de prepararse, Trump habría sido el mensajero. “Mis conciudadanos, debemos prepararnos para un nuevo y peligroso desafío”, habría dicho, en lugar de decirnos repetidamente que el virus desaparecería “milagrosamente”, comparándolo con la gripe estacional, marcando la pauta para Fox News y sus otros medios aliados para confundir al público.

Trump podría haber motivado al país, anunciando pasos tangibles del gobierno en lugar de falsas promesas de que las pruebas estaban disponibles para todos los que las quisieran. Y habría dejado en claro, desde el principio, que todos tenían un papel que desempeñar. “Nunca es demasiado temprano para comenzar a tener cuidado”, nos habría dicho. “Escuche a los expertos. No se meta en multitudes. Es un buen momento para quedarse en casa con sus familias. Estamos todos juntos en esto, el gobierno y la gente, los jóvenes y los viejos, los demócratas y los republicanos”. En cambio, dijo: “Todo saldrá bien”, burlándose de los demócratas y acusando a aquellos que dicen que se debe hacer más para involucrarse en un “engaño”.

Trump puso al vicepresidente Mike Pence a cargo de la respuesta al coronavirus a fines de febrero. Pero pensemos si un equipo de la Casa Blanca hubiera comenzado mucho antes. Al observar la rápida expansión en China, el equipo se habría dividido en grupos de trabajo, desmantelando obstáculos regulatorios, verificando el desarrollo de una prueba efectiva y preparándose para producirla en masa. Aun así podrían haber ocurrido errores. Cuando falló la prueba de los CDC, el gobierno podría haber utilizado temporalmente la prueba de la OMS que había rechazado previamente. Con un test a mano, los primeros casos podrían haberse confirmado y aislado de inmediato. El rastreo de contactos habría puesto en cuarentena a cualquiera que hubiera estado en contacto con las personas infectadas. Cuando los números explotaron, ya era demasiado tarde para que el seguimiento se implementara de manera efectiva.

Si el número de casos hubiera crecido a pesar de los mejores esfuerzos del gobierno, Trump podría haber actuado rápido para emitir una guía nacional, pidiendo a los gobernadores de todo el país que ordenaran el confinamiento. En cambio, hemos tenido un mosaico de órdenes que permitieron que se propagara el covid-19. Trump podría haberle ordenado al gobierno federal que se hiciera cargo de la adquisición nacional de suministros vitales. Se habrían comprado respiradores y mascarillas para todos, evitando el aumento de precios que se produjo a raíz de los estados desesperados compitiendo entre ellos.

Mientras tanto, Trump se habría mantenido en contacto cercano con los aliados de Estados Unidos, coordinando la fabricación y distribución de suministros, y trabajando juntos para aumentar el impacto de los programas de apoyo económico, como sucedió en 2008.

En lugar de esperar a la próxima reunión del G7, Trump habría coordinado algo antes con aliados y organismos como el G20 y el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Le habría asegurado al mundo que Estados Unidos estaba tomando en serio sus responsabilidades globales. Le habría mostrado al mundo que Washington es un líder global responsable, uno que puede unir a todos cuando enfrentan el mismo desafío mortal. Les habría asegurado a los países en vías de desarrollo que los países más ricos estarían allí para apoyarlos.

Trump no causó el virus; ni causó la pandemia. Pero cuando proclama que no cometió errores, cuando un funcionario de la administración afirma que ningún otro presidente habría hecho un mejor trabajo, eso es una falacia contundente. Si Trump hubiera usado sus vastos poderes de la forma en la que están diseñados para ser usados, menos personas habrían muerto. Al menos parte de este desastre podría haberse evitado.