Nota del editor: Roberto Rave es politólogo con especialización y posgrado en negocios internacionales y comercio exterior de la Universidad Externado de Colombia y la Universidad Columbia de Nueva York. Con estudios en Management de la Universidad IESE de España y candidato a MBA de la Universidad de Miami. Es columnista del diario económico colombiano La República. Fue escogido por el Instituto Internacional Republicano como uno de los 40 jóvenes líderes más influyentes del continente.
(CNN Español) – Esta triste cuarentena ha sido el lugar de muchas buenas discusiones en mi familia. Una de ellas, sobre la distribución de la riqueza. He discutido constantemente con mi padre sobre la trascendencia de la libertad y de un Estado más pequeño. Y sobre el peligro de quienes quieren coartar la primera y la importancia de un tejido empresarial sólido que genere empleos dignos para los ciudadanos. Al fin y al cabo, la historia nos ha demostrado que ante las grandes crisis, la reacción estatal puede ayudar a una solución a corto plazo, pero la salida definitiva y a largo plazo está en manos de la producción de empleo y de empresas.
“(…) si el avance de la pandemia provocase una caída del 5% en el ingreso medio de la población activa, el número de latinoamericanos en la pobreza extrema pasaría de los 67,4 millones actuales a 82,6 millones (2020). Si la disminución de ingresos para la población económicamente activa fuese del 10%, esa cifra se dispararía hasta los 90 millones de personas (…)” (Cepal, 2020). Es inminente la llegada de una gran crisis económica y con ella, seguramente, mayor pobreza y caos.
Latinoamérica se enfrenta a su reto más grande en los últimos 100 años. Un desafío que se transforma en oportunidad si sabemos aprovechar esta crisis para reformar de manera eficiente nuestra economía y nuestra estructura gubernamental. Ante esta circunstancia, muchos han puesto en duda el modelo económico capitalista, que ha venido ganado terreno en el mundo entero, demostrando combatir la pobreza de manera eficiente por medio de la empresa privada y de la creación de riquezas. Es por esto que de manera errónea se ha venido hablando de la Renta Básica Universal (RBU) como solución a la inevitable recesión económica que se avecina. La RBU se define como “un ingreso pagado por el Estado, como derecho de ciudadanía, a cada miembro de pleno derecho o residente de la sociedad incluso si no quiere trabajar de forma remunerada, sin tomar en consideración si es rico o pobre”.
La redistribución de la riqueza es el caballo de batalla de actuales economistas tan afamados como Thomas Piketty, entre otros. Y es que al igual que ellos, muchos consideran erróneamente la riqueza como una torta que se debe repartir en tamaños iguales entre la población. Pero olvidan que la riqueza se crea todos los días con la fuerza laboral y los servicios remunerados. O sea que la torta, si es que así se le puede llamar, no está limitada a una porción porque constantemente cambia y siempre derivaríamos, inevitablemente, en la mal llamada inequidad. A continuación, algunas razones que hacen inviable en la región la implementación de la denominada RBU:
1. La implementación de la RBU en Latinoamérica está supeditada a un aumento de la deuda o de los impuestos que harían insostenible la economía. ¿De dónde saldría el dinero si actualmente las altas cargas tributarias características de la región son destructoras de empresas y empleo? Podría pensarse en la deuda externa, sin olvidar la equivalencia ricardiana que, acertadamente, expone que el aumento de la deuda externa será el aumento de los impuestos del futuro. ¿Quién paga la deuda externa? Nosotros, los ciudadanos. En palabras de Margaret Thatcher: “El Estado no tiene más dinero que el dinero que las personas ganan por sí mismas y para sí mismas. Si el Estado quiere gastar más dinero solo puede hacerlo endeudando tus ahorros o aumentando tus impuestos. No es correcto pensar que alguien lo pagará. No hay dinero público, solo hay dinero de los contribuyentes”.
2. La RBU, en sentido estricto, está orientada y es viable en aquellos países desarrollados que han avanzado en la automatización de los empleos y que con ello tienden a aumentar sus indicadores de desempleo. No es el caso de nuestra región. Incluso en los países desarrollados donde se han implementado tampoco ha funcionado como lo esperaban.
3. La RBU no es viable sin la existencia de un tejido empresarial fuerte y sostenible. Si aumentamos los impuestos con el fin de hacer sostenible tal ignominia, la destrucción de empresas la hará insostenible.
4. Pensar que en la actualidad los ricos se hacen más ricos y los pobres más pobres es olvidar la historia de compañías como Facebook, Google, Amazon, Apple, Microsoft entre otras, las que, en sus inicios, con buenas ideas y pequeños capitales salieron adelante y son compañías con grandes capitales, después de fundarse en un garaje. Sus productos han generado un valor incalculable a la productividad del mundo entero.
5. La abundancia de subsidios se traduce en sobreabundancia de ese ocio y desmotivación que tanto daño hace a las sociedades que buscan salir adelante. Un ejemplo claro son las sociedades que manejan modelos asistencialistas y proteccionistas, donde los ciudadanos se ven obligados a una triste política de brazos caídos (unos cómodamente, otros no tanto) en donde se obstinan a esperar el subsidio y no ver más allá, en algunos casos auto condenándose a la miseria.
6. La historia de Latinoamérica es reflejo triste del peligro de Estados grandes. Mucho hemos padecido la tortura y el peligro de esos gobiernos poderosos y omnipresentes que aniquilan la propiedad privada y con ella una sociedad entera.
7. El Estado debe usar los impuestos para construir igualdad de oportunidades y promover e incentivar la creación de riquezas por medio del esfuerzo y el trabajo. No debe existir ningún ciudadano sin acceso a la educación, la alimentación o la salud. La solidaridad empresarial, que es el más loable de los fines sociales, debe ser espontánea, como lo demuestra esta circunstancia de Pandemia donde hemos visto grandes muestras de ella.
Para finalizar, es importante resaltar que la RBU ya ha sido eliminada de algunos países como Finlandia, donde se llegó hasta la etapa de exploración. En otros lugares como Suiza fue rechazada por sus ciudadanos mediante un referendo.
En conclusión, los países latinoamericanos deben pensar con más contundencia en aumentar la inversión y el apoyo a las empresas privadas, las que mediante empleo, la responsabilidad social empresarial -a veces olvidada y con algunos homónimos innecesarios- y la libre competencia genera equidad de oportunidades. No olvidemos que lo básico en un Estado de Bienestar no es la renta, lo básico es la libertad.