Crédito: Spencer Platt/Getty Images

Nota del editor: Carlos Alberto Montaner es escritor y analista político de CNN. Sus columnas se publican en decenas de diarios de España, Estados Unidos y América Latina. Montaner es, además, vicepresidente de la Internacional Liberal. Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor.

(CNN Español) – El famoso grito de asaltos “¡La bolsa o la vida!” planteaba una clara disyuntiva.

La pandemia es un regreso a esa fórmula terrible. O se abre la economía y mueren más personas, o la sociedad se mantiene encerrada en sus casas y el número de fallecimientos es menor.

En Estados Unidos, el presidente Donald Trump parece vacilar entre ambas posturas. Su instinto le dice que abra. Sus asesores, que son médicos, personas adiestradas para salvar vidas, le recomiendan esperar.

Los partidarios de la apertura inmediata de la sociedad esgrimen argumentos filosóficos y prácticos.

Entre los primeros está la libertad. El Estado no debe decidir por los individuos qué es lo que les conviene.

Entre los argumentos prácticos está la pobreza. Los trabajadores necesitan un sustento para sus familias.

Sin embargo, el prestigioso matemático y general retirado israelí Isaac Ben-Israel sostiene otra hipótesis. Según su análisis, el virus sigue un patrón de conducta inevitable, así que da igual si se clausura total o parcialmente la sociedad.

El contagio crece tremendamente hasta los 40 días, pero cae a partir de ahí. Durante la décima semana, es decir, después de 70 días, el peligro de contraer el virus desciende casi hasta cero, de acuerdo con la proyección estadística de Ben-Isarel.

Eso, claro, no responde a la pregunta acerca de por qué el covid-19 ataca con mayor virulencia en ciertos países. ¿Por qué España tiene 47,42 muertos por cada 100.000 habitantes, mientras que Portugal apenas registra 7,98?

Eso tiene que ver con la preparación previa: el número de pruebas para conocer quién se ha contagiado y quién tiene los anticuerpos, lo que se ha dado en llamar “distanciamiento social”, las mascarillas y los guantes, los respiradores artificiales, la dotación de camas en los hospitales y la disponibilidad de especialistas adecuados.

Cuando la sociedad no está polarizada, como en Alemania, se registran apenas 6,72 muertos por cada 100.000 habitantes. Mientras que en Inglaterra, dónde sí está insolidariamente dividida, la tasa es de 28,26 fallecimientos.

No obstante, es en Inglaterra donde la Universidad de Oxford ha preparado una vacuna que podría conjurar el peligro. Habrá datos suficientes en los próximos dos meses si los contagios se mantienen altos y si bajan, la información llegará en 6 meses.

En ese momento se podrán conservar la bolsa… y la vida.