Nota del editor: Pedro Brieger es un periodista y sociólogo argentino, autor de varios libros sobre temas internacionales y colaborador en publicaciones de diferentes países. Es profesor de sociología en la Universidad de Buenos Aires (UBA). Director de NODAL, un portal dedicado exclusivamente a las noticias de América Latina y el Caribe. En la actualidad es columnista de TV en la cadena argentina C5N y en el programa “En la frontera” de PúblicoTV (España) y en programas de radio de las señales argentinas Radio10, La Red, La Tribu y LT9-Santa Fé. A lo largo de su trayectoria Brieger ganó importantes premios por su labor informativa en la radio y televisión argentina.
(CNN Español) – A contramano de lo que sucede en casi todo el mundo, los presidentes de EE.UU. y Brasil, Donald Trump y Jair Bolsonaro, respectivamente, están movilizando en las calles a sus seguidores para mostrar que cuentan con un importante apoyo popular, algo innegable ya que ambos fueron elegidos democráticamente mediante elecciones.
Lo particular, en este caso, no es solamente el hecho de que ambos consideren que las políticas de aislamiento social no son las más efectivas para combatir el covid-19 sino que han llamado a sus partidarios a continuar movilizados en las calles mientras se incrementa el número de muertes por la pandemia.
Los dos países cuentan con una vasta tradición de manifestaciones populares masivas que han incidido sobre su devenir político. Solo para mencionar algunas, se puede recordar las gigantescas marchas en Brasil en 1984 en las postrimerías de la dictadura bajo la consigna “Diretas Ja”, cuando se exigía la elección de un presidente por el voto directo. Y es imposible olvidar las gigantescas movilizaciones en Estados Unidos contra la guerra de Vietnam.
Los opositores a Trump y Bolsonaro tienen muchos motivos para salir a protestar contra ambos mandatarios, pero no están en las calles porque respetan las recomendaciones sanitarias del distanciamiento físico y saben que no hay que juntarse con otras personas. Y abandonaron las calles. Tal vez el caso más emblemático sea el de Chile, donde se realizaban multitudinarias protestas callejeras contra el presidente Sebastián Piñera, que cesaron casi como por arte de magia en cuanto el covid-19 se convirtió en el eje central de la vida cotidiana.
En estos días, quienes se manifiestan a favor de Trump y Bolsonaro lo hacen en las calles sin tapabocas ni guardar distancia, desafiando la epidemia. Por el contrario, quienes se oponen a estos gobernantes tratan de acatar las indicaciones de aislamiento físico, no salen de sus hogares y utilizan las redes sociales para manifestar su protesta o, como en Brasil, en la grandes ciudades golpean sus cacerolas desde ventanas y balcones. Pero estas formas de protestar, hoy por hoy, no tienen la misma potencia.
Parafraseando a Bob Dylan, quien hace más de 50 años se preguntaba “cuántas muertes se necesitarán hasta que se sepa que mucha gente ha muerto”, nos podríamos preguntar cuántas muertes se necesitarán para que se deje de hacer política en las calles, y si es un camino sin retorno.