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Nota del editor: Roberto Rave es politólogo con especialización y posgrado en negocios internacionales y comercio exterior de la Universidad Externado de Colombia y la Universidad Columbia de Nueva York. Con estudios en Management de la Universidad IESE de España y candidato a MBA de la Universidad de Miami. Es columnista del diario económico colombiano La República. Fue escogido por el Instituto Internacional Republicano como uno de los 40 jóvenes líderes más influyentes del continente.

(CNN Español) – La estela que está dejando el paso de la pandemia ha generado importantes crisis de liderazgo y tal vez un gran cuestionamiento del sistema económico que predomina en el mundo. Moisés Naim lo expone magistralmente en su columna “Problemas grandes, líderes pequeños”: Puede ser que el problema esté en los líderes y no en el sistema.

Hoy, la premisa del capitalismo consciente ha llegado para quedarse, no como una eliminación de la visión tradicional de capitalismo, que pese a las dificultades, mucho bien le ha hecho a la humanidad, sino más bien como la evolución de un sistema joven y dinámico que se transforma para servir mejor al desarrollo económico y humano.

El mundo esta ávido de una solidaridad espontánea y un capitalismo consciente, no inducido por el Estado, sino fruto de una autoevaluación constante por parte de las empresas, de sus acciones y comportamientos.

Entre tantas críticas propias de los ciudadanos en esta pandemia, hace falta preguntarnos si el confinamiento es fruto más bien de nuestra cultura, a veces dominada por la “viveza” y el desacato a la norma. Al respecto, me han surgido dos reflexiones: la primera, ¿si nuestro comportamiento histórico fuera reflejo de cultura ciudadana y orden, seríamos forzados a la cuarentena? ¿Somos nosotros la representación viva del ciudadano que cumple las normas? Tal vez las medidas tomadas por los gobiernos latinoamericanos tienen mucho que ver con nuestros hábitos. Seguramente, si otro fuese el escenario, las decisiones gubernamentales podrían ser más flexibles. Es por esto que pienso que la solución momentánea a esta pandemia se encuentra en nosotros, en nuestra capacidad de ser buenos ciudadanos, de guardar distancia social, de ponernos en los zapatos del otro y confiar. Porque cuando nos estamos cuidando de la pandemia, estamos cuidando también a los demás. No existirá una mejor oportunidad de ser mejores como sociedad.

Volviendo al tema del capitalismo, ante las numerosas afirmaciones sobre sus fines, es trascendental afirmar que nunca antes este modelo había estado tan vigente. Su transformación es también inminente, pues las realidades actuales exigen grandes reflexiones en el sector privado, que tiene que ser consciente de su impacto, no solo desde la rentabilidad financiera, sino también desde la posibilidad de aportar de manera diferente a la sociedad, no únicamente vía impuestos y empleo. Además, en términos de rentabilidad podríamos tener en cuenta la teoría expuesta por Raj Sisodia, Jag Sheth y David Wolfe en su libro Firms of Endearment tras años de investigación, en cuanto a resultados sobre qué negocio es rentable. Ese texto afirma que, las empresas conscientes, caracterizadas por un enfoque humanista y una cultura del cuidado, produjeron un rendimiento acumulado 14 veces superior al del índice S&P 500 entre 1998 y 2013.

Específicamente en Colombia, resaltan dos empresas en este campo: AngloGold Ashanti y Bancolombia. Un ejemplo de la presencia del capitalismo despierto en Latinoamérica, es el referente al del gobierno del presidente Iván Duque con su Decreto 2046 del 12 de noviembre de 2019, que reglamenta las Sociedades de Beneficio e Interés Colectivo (BIC), creadas mediante la Ley 1901 de 2018. Esta ley tiene como fin impulsar las empresas que tienen un objetivo superior a la mera rentabilidad, proponiendo el desarrollo humano en su objeto social. Otro claro ejemplo de que -más allá de la rentabilidad- para algunas compañías está el bien común.

La evolución del capitalismo hacia una conciencia más universal y humana radica en una transformación de la finalidad empresarial que sobrepasa la mera rentabilidad y se concentra en el desarrollo de todos aquellos que tienen que ver con la compañía. Esto sin olvidar que la visión actual que tenemos de este sistema tiene un trasfondo moral sólido. En ocasiones anteriores, ya he mencionado algunas afirmaciones de Adam Smith en su texto “La teoría de los sentimientos morales”: “Por más egoísta que quiera suponerse al hombre, evidentemente hay algunos elementos de su naturaleza que lo hacen interesarse en la suerte de los otros, de tal modo, que la felicidad de estos le es necesaria, aunque de ello nada obtenga, a no ser el placer de presenciarla”.

Por el momento, es trascendental salir de este confinamiento siendo mejores ciudadanos y evaluando también con mejor conciencia y criterio a los líderes que nos gobiernan. Por esta época somos presa fácil de los populismos. Desde la empresa privada, sin duda alguna, el heroísmo de seguir de pie será el factor común mientras el capitalismo continúa su evolución hacia una mayor conciencia y entendimiento de lo que Adam Smith predicaba.