Crédito: BRENDAN SMIALOWSKI/AFP via Getty Images

Nota del editor: David Bittán Obadía es Abogado. Analista de temas políticos e internacionales. Columnista del diario el Universal de Venezuela. Ha participado en el Congreso Judío Mundial. Es miembro del American Jewish Committee y de la Federación de Comunidades Judías de España. Las opiniones expresadas en este comentario son propias del autor. Ver más opinión en CNNe.com/opinion.

(CNN Español) – Un tema recurrente en estos tiempos es la interrogante sobre si Estados Unidos seguirá siendo “el imperio” o la “primera potencia del mundo. No es una discusión nueva, sobre todo porque en la era Trump se han tomado decisiones que alejan a pasos agigantados el posicionamiento de ese país como el de mayor importancia de la Tierra.

Actualmente Estados Unidos es la economía más grande del mundo y tiene un poderío militar imponente. Sin embargo, los parámetros de medición para ser “la potencia” no solo deben circunscribirse a esos aspectos, hay que valorar también los avances tecnológicos en comparación con el resto del mundo, la influencia global, la satisfacción de sus nacionales, el PIB y sobre todo, su capacidad de liderazgo.

Lo que se percibe como la pérdida de liderazgo y de poder político internacional, las malas decisiones en el campo diplomático y la nueva manera de gobernar por Twitter denotan síntomas de debilidad de EE.UU.

Hay una serie de circunstancias que desnudan al sistema estadounidense de hoy: el ataque a la OMS, el abandono del acuerdo de París sobre cambio climático, la salida del acuerdo suscrito por distintos países para frenar el programa nuclear de Irán, las amenazas a China y México -por ejemplo- o el pretendido pero fracasado intento de generar un cambio en Venezuela a través de las meras intenciones. Todo ello, unido al “primero USA”, está haciendo mella en el corazón del país más próspero del mundo.

El dólar es definitivamente la moneda más importante del mundo y otro factor para medir la fuerza de un país, pero en este aspecto hay que resaltar -como bien lo comenta Peter S. Goodman-, la enorme deuda pública de EE.UU. y los malos antecedentes de la última crisis financiera. Pero, por otro lado, China no ha podido promover su moneda a pesar de los incentivos, y el euro tiene grandes limitaciones. Todo esto juega en favor del dólar.

La primera potencia del mundo no debería tener que pedir ayuda, como ocurrió con el coronavirus. Los verdaderos imperios son previsivos y tienen que tener la capacidad de ayudar.

Mientras tanto, China, con mucha rapidez, juega muy duro en todos los aspectos y de no haber un cambio de rumbo en EE.UU., pronto se posicionará como la primera potencia, dejando de lado también a Rusia, que sin tanto dinero, pero con la fuerza del liderazgo político muy bien ejercido por Putin, se mantiene en la pelea.

Sabiendo lo que se avecina la pregunta es si será Trump el Nerón del siglo XXI. La historia lo dirá.