Nota del editor: Joe Lockhart es analista político de CNN. Fue secretario de prensa de la Casa Blanca entre 1998 y 2000, en el gobierno del presidente Bill Clinton. Es copresentador del podcast “Words Matter”. Las opiniones expresadas en este comentario pertenecen exclusivamente al autor. Lee más artículos de opinión en CNNE.com/opinion.
(CNN) – En el apogeo del escándalo de Watergate en 1974, prácticamente todos los periódicos principales de Estados Unidos pidieron la renuncia del presidente Richard Nixon. Durante la investigación y juicio político de Bill Clinton en 1998, más de 100 periódicos le pidieron que renunciara.
¿Pero en el caso del presidente Donald J. Trump? Él podría pararse en medio de la Quinta Avenida y dispararle a alguien… y ni un solo diario importante pediría su renuncia. Admito que, al igual que la cita original de Trump a la que hace referencia, la declaración de la Quinta Avenida es un poco hiperbólica, pero piénsalo.
Después de tres años de carnicería política y real bajo Trump, incluyendo la descripción de Robert Mueller de actos que sumaron a, según le dijo al Congreso, obstrucción de la justicia; la reacción de “gente buena de ambos lados” de Trump ante un mitin de supremacistas blancos en Charlottesville, donde fue asesinado un contramanifestante; sus desenfrenados conflictos de intereses y acusaciones creíbles de violaciones de la cláusula de emolumentos de la Constitución; sus cerca de 17.000 declaraciones falsas; una prohibición de viajes dirigida principalmente a países de mayoría musulmana; un juicio político por presunta extorsión a un gobierno extranjero (fue absuelto en el Senado republicano), y el mal manejo de una pandemia mortal, uno pensaría que alguien en un consejo editorial podría decir que es hora de que el presidente se vaya.
Pero esto no ha sucedido. ¿Por qué?
Al no saber la respuesta, me propuse hablar con muchas personas inteligentes para descifrarla.
Hice esto porque la historia te llevaría a creer que la mayoría de los consejos editoriales de los periódicos o de las páginas web de Estados Unidos ya habrían dado un paso adelante al respecto. Para ser claros, los consejos editoriales son el grupo de escritores y editores detrás de los editoriales diarios en las noticias, que reflejan los valores del medio. Estos son independientes de los “artículos de opinión”, encargados por editores de opinión a escritores externos que reflejan una gama de puntos de vista, a menudo en desacuerdo con los del comité editorial.
Las críticas públicas a Nixon y Clinton
Según United Press International, en agosto de 1974 casi todos los principales diarios habían pedido la renuncia del presidente Richard Nixon por el escándalo de Watergate. La excepción más destacada fue el diario The New York Times, que argumentó que era el proceso de juicio político el que debería determinar el destino del presidente.
The Wall Street Journal escribió “la renuncia para asegurar que la transferencia ordenada del poder sea adecuada, lo enfatizamos solo porque el proceso de juicio político y la declaración de culpabilidad serían seguras”. El Chicago Tribune argumentó: “Estamos consternados. Vimos al hombre público en su primer gobierno y quedamos impresionados. Ahora vemos a un hombre que, en palabras de su viejo amigo y defensor el senador Hugh Scott, es ‘mezquino, inmoral y desagradable. La palabra clave aquí es inmoral”.
La Comisión Judicial de la Cámara aprobó tres artículos de juicio político contra Nixon y los envió a la Cámara de Representantes; el entonces presidente renunció antes de que pudieran votarlos.
Veinticuatro años más tarde, en 1998, más de 100 periódicos pidieron la renuncia del presidente Bill Clinton, tanto en la investigación de Kenneth Starr como en el posterior juicio político por obstrucción deala justicia y perjurio, por su relación con una pasante de la Casa Blanca.
La editora de la página editorial del Philadelphia Inquirer Jane Eisner le dijo a The New York Times que su periódico debatía el tema ferozmente: “La Sra. Eisner dijo que no esperaba los sentimientos de profundo agotamiento y ‘náuseas’ que experimentó cuando finalmente, después de dos horas y media de argumentos angustiados, Chris Satullo, el editor adjunto de la página editorial, comenzó el editorial del domingo con las palabras ‘Bill Clinton debería renunciar’”.
Peter R. Bronson, entonces editor de la página editorial del Cincinnati Enquirer, le dijo a The New York Times: “Tan pronto como vimos el informe de Starr y nos sumergimos en él, dijimos: ‘Esto realmente lo muestra, hemos visto suficiente, la evidencia es convincente y condenatoria’“.
El terreno cambia
Entonces, ¿qué cambió entre 1998 y 2020? Tanto John Dean, consejero de la Casa Blanca de Nixon, como Carl Bernstein, el famoso reportero que junto a Bob Woodward dio la noticia en The Washington Post sobre el encubrimiento de Watergate, calificaron el escándalo de Trump con Ucrania como mucho peor que cualquier cosa en Watergate.
Y los delitos de Trump fueron mucho más trascendentales que los de Clinton: utilizó la política exterior estadounidense para aprovechar un favor político, y él ciertamente también tuvo una buena cantidad de escándalos de mal gusto
¿Qué ha cambiado?
Casi todo, al parecer, comenzando por los medios: la explosión de los canales de noticias 24/7 y el horizonte infinito de internet causaron que algunos periódicos se hayan encogido o perdieran relevancia. Los poco afortunados que quedaron en pie se tambalearon durante una década tratando de recuperar el dominio de las noticias. Los periódicos perdieron anunciantes, perdieron lectores y cada vez tienen menos influencia en el público, particularmente en las páginas editoriales: había mucho periodismo de opinión disponible en muchas otras fuentes nuevas en línea.
Y también hubo un cambio en los estándares posteriores a Clinton que mantuvo a los políticos en una posición moral diferente a la del pasado. Incluso dada la multitud de escándalos y fallas de Trump, solo dos diarios medianos, el St. Louis Post-Dispatch y el Connecticut Post han estado dispuestos a pedir la renuncia del presidente Donald Trump (por lo que pude encontrar en una búsqueda exhaustiva).
Y si bien un puñado de consejos editoriales de periódicos grandes pidieron su juicio político, solo pude encontrar uno, el LA Times, que pedía su remoción (y con un titular que cubría todas las bases: “Condenar y remover al presidente Trump – y descalificarlo para que nunca vuelva a ocupar el cargo”).
¿Por qué tantas páginas editoriales criticaron, una y otra vez, el comportamiento de Trump en los términos más vehementes, en medio del escándalo, la acusación, la respuesta fallida a la pandemia y mucho más, y sin embargo no pidieron que renunciara?
Nueva reticencia de los consejos editoriales
Formulé esta pregunta a más de una docena de expertos, columnistas de medios, redactores editoriales, académicos y reporteros de la Casa Blanca. Lo que surgió no fue una sola explicación simple, como lo señaló el profesor de periodismo Jay Rosen de la Universidad de Nueva York, sino una serie de factores que han desanimado a las páginas editoriales de todo el país a dar este paso audaz.
Para ellos, según John Avlon, analista político senior de CNN y exeditor en jefe de Daily Beast, es que “la realidad del partidismo reforzado está más allá de la razón. Nos hemos alejado de nuestras tradiciones cívicas”. Y una de nuestras mejores tradiciones cívicas solía exigir cuentas a los líderes políticos, reclamando en situaciones extremas que renunciaran.
Casi todos con los que hablé mencionaron el momento: la reticencia de los consejos editoriales a instar a Trump a que renuncie tan cerca de las elecciones. Un editor (que prefirió permanecer anónimo) de un importante diario dijo que su junta editorial estuvo cerca de pedir la destitución de Trump en el juicio político, pero agregó: “mi pregunta es por qué ahora, cuando las elecciones se decidirán en seis meses”.
En un nivel, ese argumento tiene sentido: los votantes deberían tener la última palabra sobre el futuro del presidente. Pero no da en el punto porque muchas páginas editoriales ya han criticado duramente, por ejemplo, el manejo del presidente frente a la pandemia, una tragedia que hasta ahora ha costado más de 78.000 vidas en Estados Unidos, sin abordar su aptitud para continuar sirviendo. Cualquier presidente ejecutivo que fuera considerado responsable de permitir que se desarrollara una tragedia masiva enfrentaría de inmediato llamados a renunciar o sería despedido, incluso si él o ella estuvieran a seis meses de la jubilación.
Cuando le hice mi pregunta a Margaret Sullivan, la columnista de medios de The Washington Post y exeditora pública de The New York Times, respondió especulando o mascando una bola de papel, como ella misma lo llamó: “Puede tener algo que ver con el conocimiento de que tal petición (a renunciar) no sería efectiva sino que también profundizaría las polarizaciones desenfrenadas entre los ciudadanos. Y para algunos, exacerbaría el resentimiento contra la prensa tradicional, si eso es posible en este punto”.
¿Pérdida de relevancia en el panorama de los nuevos medios?
De hecho, las especulaciones de Sullivan captaron el consenso de todos con los que hablé. Jonathan Karl, el principal corresponsal de ABC News en la Casa Blanca, fue uno de ellos. Me dijo que “tal vez es el hecho de que hay un cero por ciento (de probabilidad) de que él (Trump) lo haga (renuncie) o que cualquiera en su partido le pida hacerlo”. Y comparó la situación con Clinton, en la que muchos en la prensa pensaron que podría dimitir y muchas páginas editoriales intervinieron con sus propios textos.
Karl marca un punto importante: aunque no había ninguna posibilidad de que Clinton renunciara (lo sé porque yo estaba allí), había una probabilidad de que los miembros de su propio partido pudieran exigirlo, algo que también sé por mi experiencia personal de entonces.
El argumento de futilidad de Karl resuena, en parte debido a la polarización que Sullivan mencionó anteriormente. El único problema con su teoría es que las páginas editoriales toman posiciones todos los días sabiendo que no lograrán persuadir a los políticos, o al público, la mayor parte del tiempo.
En defensa de la reticencia reciente de las páginas editoriales, muchos creen que de todos modos sus editoriales tienen menos impacto en el entorno difuso de los nuevos medios de ahora y pueden evitar resaltar eso al tomar una posición pública y mostrarse como ineficaces o fuera de lugar. En la campaña de 2016, la abrumadora mayoría de los periódicos respadó a a Hillary Clinton, o decidió no respaldarla en absoluto. Sabemos cómo resultó eso. Eso ha llevado, en parte, a una tendencia entre muchos periódicos por suspender su respaldo a los candidatos durante las elecciones.
La naturaleza cambiante y los modelos comerciales de los periódicos locales también desempeñan un papel importante. Jay Rosen de la Universidad de Nueva York nuevamente: “Los diarios locales son instituciones más débiles, han disminuido mucho en calidad, alcance y autoridad. Esto les da a algunos menos confianza en su voz, especialmente en las regiones donde saben que van a encontrar rechazo”. Tanto Rosen como Brian Stelter, corresponsal principal de medios de CNN, señalaron que los recortes presupuestarios a menudo golpean las páginas editoriales incluso antes que a los periodistas. Además, internet, que está lleno de opinión, ha diluido el impacto de las páginas editoriales de las principales organizaciones de noticias, haciéndolas menos relevantes.
Pero la respuesta a mis preguntas va más allá de la efectividad de los medios de comunicación o de sus modelos de negocio. Tiene mucho que ver con el propio Trump, y con las tácticas de la derecha de la política estadounidense.
El poder de la derecha
Kurt Bardella, un exrepublicano que se desempeñó como portavoz de la Comisión de Supervisión de la Cámara y Reforma del Gobierno, lo expresó de esta manera: “Donald Trump y sus aliados de derecha han invertido mucho tiempo en crear la narrativa falsa de que los principales medios de comunicación son falsos y enemigos de la gente. Creo que los medios caen en su trampa de no querer seguir un cierto camino porque les preocupa ser calificados como sesgados o partidistas”.
Jay Rosen tiene una opinión similar, señalando que la estrategia de la derecha de “manipular la prensa” funciona. Pero él va más allá: “No se puede pasar por alto el nivel de críticas, rechazo y odio general que los editores de periódicos reciben de los partidarios de Trump por algo como esto… Los editores desafían estos ataques todos los días, pero pueden hacer que lo piensen dos veces”.
Casi todos los editores y columnistas con los que hablé hicieron eco de una cierta empatía por los editores de páginas editoriales y una resignación acerca de que nada cambiaría pronto.
Pero Brian Karem, columnista de Playboy, fue menos caritativo. “Los principales periódicos son inestables, no están en el sólido terreno financiero que tenían incluso hace 10 años”, me dijo en un correo electrónico. “Temen perder más anunciantes o lectores… no ven la necesidad de cambiar el rumbo o incluso unirse… Es poco probable que encontremos a Katharine Graham en la era de Donald Trump, aunque necesitamos desesperadamente una”.
Se refería a la editora de The Washington Post que afrontó críticas cuando presidió el periódico durante los reportes sobre Watergate que condujeron a la renuncia de Nixon.
Entonces, ¿a dónde nos lleva esto? ¿Han abdicado su deber los consejos editoriales de la nación, muchos de los cuales han expresado clara y frecuentemente la falta de confianza en la capacidad de este presidente para hacer su trabajo?
Estoy de acuerdo con la advertencia del profesor Rosen de que no hay una explicación simple… y creo que mi amigo Brian Karem está siendo un poco duro.
En mi opinión, hay una solución simple para este problema. Deberían apostar por luchar. Si el presidente no está en condiciones de liderar el país, díganlo. Y si las vidas están en riesgo y nuestra Constitución está siendo atacada constantemente, entonces el deber de nuestras grandes páginas editoriales es buscar el último remedio: un llamado a la renuncia.
Sí, la elección está a solo seis meses y los votantes generalmente deberían tener la última palabra. Pero si las políticas del presidente son un peligro claro y presente para los estadounidenses, o su comportamiento –como el de Clinton y Nixon– está fuera de las normas acordadas, ¿por qué los guardianes de la verdad en las principales páginas editoriales de la nación no están gritando: “Se tiene que ir”?