Nota del editor: Michael Bociurkiw es analista de asuntos globales, exportavoz de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa y anfitrión del podcast Global Impact. Síguelo en Twitter @WorldAffairsPro. Las opiniones expresadas en este comentario son propias del autor. Ver más en CNN.com/Opinión
(CNN) – La Asamblea Mundial de la Salud (WHA), el evento más importante en la agenda mundial de la salud, celebrada el 18 y 19 de mayo, se puede resumir fácilmente: la administración de Trump amenazó con quitar a la agencia de la ONU el soporte vital mientras se combate una pandemia global, y el presidente chino, Xi Jinping, le lanzó una nueva línea de vida.
Xi -ampliamente criticado por el fracaso de su gobierno en alertar la situación en Wuhan, donde comenzó el brote del nuevo coronavirus-, pudo manipular a la 73 asamblea de WHA para que hiciera un cambio de imagen muy necesario para China. Mientras tanto, Estados Unidos se retiró, amenazando con retirar fondos y su membresía de la Organización Mundial de la Salud (OMS), lo que podría obstaculizar su capacidad de dar una respuesta sólida a la pandemia de covid-19 en curso.
En un contexto más amplio, lo que vimos en la WHA fue una prueba más de la abdicación de la administración de Trump del papel tradicional de Estados Unidos como garante de la globalización, y la creación involuntaria de un vacío para que el Reino Central (como China se autodenomina) lo explote.
Cuando se dirigió a los 194 estados miembros por videoconferencia, Xi prometió US$ 2.000 millones durante dos años para combatir el virus, una “estación central de respuesta humanitaria” en China, y asistencia al continente africano para reforzar su preparación para la enfermedad.
Esta promesa es importante en medio de los temores de que África, con sus congestionadas ciudades y débiles sistemas de salud, correría un gran riesgo de tener altas tasas de transmisión.
La generosidad de China también se sincroniza con sus audaces esfuerzos para atraer a los países africanos con miles de millones en préstamos a través de su controvertida Iniciativa Belt and Road.
En cuanto a Estados Unidos, su presencia en la WHA fue más que un cameo para el secretario de Salud y Servicios Humanos Alex Azar. En una breve declaración, señaló el fracaso de la OMS en su respuesta a la pandemia y dijo que la organización debe “volverse mucho más transparente y mucho más responsable”.
Mientras tanto, el presidente Donald Trump tenía su propio plan sobre cómo participar en la asamblea. Envió una carta mordaz, amenazando con retirar a Estados Unidos de la organización y congelar los fondos en caso de que “no se comprometa a mejoras sustanciales importantes en los próximos 30 días”.
Estados Unidos es, con mucho, el mayor contribuyente a la OMS, seguido de China. Trump criticó el apoyo de Beijing a la agencia de la ONU, y uno de sus funcionarios ya describió la promesa de US$ 2.000 millones como una “muestra” de intenciones.
Pero simbólicamente o no, la contribución sigue siendo vital para la organización, que cuenta con un presupuesto de US$ 2.300 millones que su director general, Tedros Adhanom Ghebreyesus, ha calificado como “muy pequeño” y comparable con “un hospital de mediano tamaño en el mundo desarrollado”. El director ejecutivo del programa de emergencias sanitarias de la OMS, el Dr. Michael Ryan, señaló que el retiro de los fondos de Estados Unidos tendrá “una gran implicación para la prestación de servicios de salud a algunas de las personas más vulnerables del mundo”.
Queda por ver si la OMS, que luchó contra una serie de problemas técnicos durante la asamblea, puede satisfacer las expectativas de Estados Unidos. Por su parte, Tedros prometió una evaluación del manejo de la pandemia por parte de la OMS “lo antes posible”.
Estados Unidos, solo
Trump ya ha retirado a Estados Unidos de otras agencias de la ONU, como la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) y el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas (ACNUR), y de acuerdos tan importantes como el Acuerdo Climático de París. La última amenaza para poner fin a la participación de Estados Unidos en la OMS parece ser un intento de desviar la atención de su propia incompetencia en la respuesta al brote de covid-19 que, al momento de escribir esto, ya ha infectado a más de 1,5 millones de estadounidenses y ha matado a más de 93.000.
Mi temor es que, incluso con una nueva administración, el proceso para restaurar la reputación e influencia de Estados Unidos en el escenario internacional puede ser lento: las percepciones evolucionan, las alianzas cambian y los políticos y profesionales continúan.
Es un sentimiento compartido por el embajador Alexander Vershbow, que se desempeñó como enviado de Estados Unidos a Corea del Sur, Rusia y la OTAN y es el ex subsecretario general de la OTAN. Me dijo: “Incluso si los demócratas vuelven a tomar la Casa Blanca, tomará mucho tiempo reconstruir los hábitos del liderazgo estadounidense y reconstruir la confianza de nuestros aliados tradicionales, perdidos con el coronavirus y la retirada de la OMS.
“Creo que las actitudes que se han reflejado ahora en esta política de abdicación del liderazgo, tienen profundas raíces en algunas partes del cuerpo político estadounidense y no va a ser fácil, incluso con un cambio de administración, regresar a como eran las cosas antes”, dijo Vershbow.
La competencia global por los recursos contra el covid-19
Estados Unidos también se encuentra solo en su enfoque para desarrollar una vacuna contra el covid-19 que salve vidas con una política “Estados Unidos primero”. Justo antes de la WHA, más de 140 líderes y expertos mundiales firmaron una carta abierta que impulsaba una “vacuna popular”, sin patentes, gratis, y producida a gran escala.
El esfuerzo, denominado “Operation Warp Speed” podría costarle al gobierno de EE.UU. cientos de millones de dólares, según un alto funcionario de la administración. El funcionario indicó que era un riesgo financiero si las dosis no eran efectivas, pero valía la pena.
Sin embargo, incluso si el esfuerzo liderado por Estados Unidos tiene éxito, el costo colateral no solo podría ser una China más fuerte sino también una disminución de la estatura internacional de Estados Unidos y una lamentable pérdida de buena voluntad de otros países y organismos multilaterales durante la próxima pandemia o crisis global.