Crédito:  JUAN MABROMATA/AFP via Getty Images

Nota del editor: Roberto Rave es politólogo con especialización y posgrado en negocios internacionales y comercio exterior de la Universidad Externado de Colombia y la Universidad Columbia de Nueva York. Con estudios en Management de la Universidad IESE de España y candidato a MBA de la Universidad de Miami. Es columnista del diario económico colombiano La República. Fue escogido por el Instituto Internacional Republicano como uno de los 40 jóvenes líderes más influyentes del continente. Las opiniones expresadas en este comentario pertenecen exclusivamente al autor. Ver más artículo de opinión en CNNe.com/opinion.

(CNN Español) – La libre competencia ha sido el gran incentivo para que el mundo avance. Ha sido también la base de la meritocracia que tanto desarrollo le ha traído a la humanidad. Sin embargo, existen momentos en los que la historia exige anteponer la solidaridad espontánea al afán económico, la unidad sobre la individualidad, la cooperación sobre el enfrentamiento, la colaboración sobre el protagonismo, la libre simpatía y solidaridad sobre la libre competencia.

“Según la OMS hay 120 grupos en el mundo que actualmente están intentando desarrollar una vacuna. Varias estarían desarrollando estudios en fase preclínica y otros en fase clínica”. En diferentes ciudades de Colombia se ha incentivado la fabricación de respiradores mecánicos y la iniciativa se ha traducido en una competencia entre los municipios por cuál será el primero en lograr la hazaña. Ha sido casi imposible generar una unión para sumar adelantos y sacar adelante un producto que salve a muchos ciudadanos.

Esto es el reflejo de lo que pasa en el mundo y es que, como lo he mencionado en otros artículos, tal vez la pandemia más preocupante sea la del egoísmo, la del protagonismo, la del utilitarismo salvaje y la carencia de simpatía y de conciencia colectiva. ¿Por qué en Colombia no se unen ciudades como Medellín y Bogotá para sumar adelantos y desarrollar un ventilador mecánico que salve a miles de colombianos? ¿Por qué las farmacéuticas no dejan su afán económico y, por esta ocasión, se unen para agilizar la vacuna? ¿Por qué los líderes del mundo no coordinan juntos una apertura mundial sincronizada? Es una utopía, pensará el lector, pero no debemos claudicar en transformar al mundo en algo mejor. Las utopías, como decía Eduardo Galeano, son necesarias para caminar.

Hace más de 7 décadas que el entonces presidente Franklin Delano Roosevelt, preocupado por los adelantos de una posible bomba nuclear creada por Hitler, reunió a grandes científicos del mundo en un plan secreto que se llamó el “Proyecto Manhattan”. El centro de este gran encuentro entre países fue el laboratorio de Los Álamos, en Nuevo México. Su resultado marcó un hito no solo por la producción de la bomba nuclear, sino también por la velocidad con la que se logró este avance científico. Esta historia no tiene ningún calificativo ni afán, más allá de mostrar la trascendencia de la unión para generar resultados inmediatos que ayuden a salvar vidas.

El mundo requiere un proyecto Manhattan, no para crear bombas nucleares, sino para generar una vacuna que nos proteja a todos de la indiferencia, el egoísmo y de esta pandemia que ya cobra muchas vidas y genera una destrucción económica que aumentará la pobreza y el caos en la población mundial.

Es verdad que la libre competencia es una motivación honrosa y necesaria para sacar adelante proyectos, disminuir la pobreza y construir riqueza. Sin embargo, la coyuntura que nos agobia exige un cambio momentáneo que evite más miseria. Tal vez si sumamos adelantos y talentos en todas las partes del mundo, logremos acelerar la solución al coronavirus.