Crédito:  Somodevilla/Getty Images

Nota del editor: Roberto Izurieta es director de Proyectos Latinoamericanos en la Universidad George Washington. Ha trabajado en campañas políticas en varios países de América Latina y España y ha sido asesor de los presidentes Alejandro Toledo de Perú, Vicente Fox de México y Alvaro Colom of Guatemala. Izurieta también es analista de temas políticos en CNN en Español. Las opiniones expresadas en este comentario son propias del autor. Ver más opinión en CNNe.com/opinion.

(CNN Español) – La historia del racismo está llena de odio -como toda clase de discriminación-, y se basa en la ignorancia (falta de educación) y en el temor a lo distinto. El temor es la emoción más fácil de usar y manipular en la política. Ese temor que amenaza una supuesta posición económica o social, de ahí el éxito efímero de frases como “Hagamos grande a Estados Unidos de nuevo”.

La historia del racismo emerge por todos los lados y en EE.UU. explotó con las revueltas que llegaron hasta 1968 por la lucha de los derechos civiles. Muchos creímos que con la elección del presidente Barack Obama enterrábamos en EE.UU. el capítulo de la discriminación; al contrario, pienso que exacerbó el odio de los racistas. La historia política de Donald Trump está llena de frases racistas. En ocasiones, muchos hemos dicho cosas que no representan lo que pensamos; las aclaramos, nos disculpamos y se supera. Pero, cuando existe una historia que se repite, claramente se establece un patrón de conducta y de personalidad que nos dice cuando alguien es simplemente un racista.

En 1989, una mujer blanca fue violada mientras trotaba en Central Park en Manhattan y terminó en el hospital. Un grupo de 4 personas de raza negra y un latino fueron inmediatamente arrestados. Bajo presión y sin presencia de un abogado, cuatro de ellos habrían confesado el crimen a fin de conseguir una condena benigna, mientras que el resto fue condenado. Típica trampa procesal para terminar rápidamente una investigación que concitaba la atención y justo reclamo público. Este hecho fue conocido como Central Park 5. El entonces empresario de bienes raíces Donald Trump pidió la pena de muerte para ellos y gastó una fuerte cantidad de dinero en anuncios exigiéndolo. Las pruebas de ADN no correspondieron a ninguno de ellos y años más tarde, se supo que alguien, ya preso, había sido el responsable. Nuevas pruebas de ADN confirmaron que decía la verdad. Donald Trump nunca se disculpó con el Grupo de Central Park 5. Es más, Donald Trump siguió y sigue afirmando que fueron ellos.

Años más tarde, Donald Trump acusó a Barack Obama, otro afrodescendiente, de no haber nacido en EE.UU., en una nueva clara referencia racista y xenófoba. Luego vendría la tristemente recordada frase sobre México: “Están trayendo drogas, están trayendo crimen, son violadores… “. Se conforma así una de las características fundamentales de su mensaje de campaña: haré construir un muro fronterizo y México pagará por él (EE.UU. lo está construyendo pero esta siendo pagado con el dinero de los contribuyentes de este país).

En 2017, en Charlottesville, Virginia, un criminal racista arremete con su auto contra una manifestación pacífica en contra -precisamente- del racismo. Este asesino atropella y mata una mujer y deja a más de dos decenas de manifestantes heridos. Las víctimas buscaban eliminar un monumento que representaba a los confederados en la guerra civil de EE.UU. (recordemos que los confederados estaban a favor de la esclavitud de los negros en EE.UU.) Ante estos hechos, Donald Trump lanza otra frase controvertida: “Hay personas buenas en ambos lados”.

El 25 de mayo, un agente policial (respaldado por otros 3) detiene a George Floyd en Minneapolis, Minnesota. Utiliza un procedimiento violento muy notorio en los años de las revueltas de los derechos civiles en EE.UU. y que obviamente está desde hace tiempo proscrito. El policía le pone la rodilla en el cuello al hombre por 8 minutos y 46 segundos. Todo eso mientras los tros tres policías observan sin detener el procedimiento. Floyd fue declarado muerto poco después en el hospital. Ya hay varios videos en los cuales ve lo sucedido y se escucha repetidamente el pedido de George Floyd, “no puedo respirar”. Esa muerte, esas imágenes, esa frase trágica, provocaron las revueltas, que comienzan en Minneapolis y se extienden a todo el país.

En momentos como estos se necesita un líder político que busque calmar los ánimos, que anuncie políticas de Estado que confronten la enorme desigualdad (y pobreza) de la que son víctimas las minorías en EE.UU., pues solo así conseguiremos el restablecimiento de la paz.

Por el contrario, Donald Trump, a medianoche envía un tuit en el que glorifica la violencia y -en vez de calmar los ánimos- lanza una amenaza a los manifestantes usando una vieja frase símbolo del racismo durante las protestas de los 60, dicha en aquel momento por un famoso agente de policía de la ciudad de Miami: ¡se responderá con balas!

Otro incidente, ocurrido hace unas semanas, en medio del clímax de la pandemia por el coronavirus: Donald Trump envía una indirecta a una reportera de rasgos asiáticos en de la Casa Blanca que le preguntó por el coronavirus. El presidente le responde: “No me pregunte a mí. Pregúntele eso a China, ¿ok?”. La periodista nació en China pero emigró a Estados Unidos a los dos años. La reportera justamente pidió una clarificación y Donald Trump terminó abruptamente la rueda de prensa. Quizás Donald Trump no lo dijo porque pensaba que ella era de China (no importa, pero no es, es estadounidense); quizás Donald Trump no sabía que la frase “se responderá con balas” se hizo famosa en la lucha civil del 68, pero lo que sí sabemos es que no es la primera vez y que, por el contrario, es una constante del presidente que se repite con frecuencia y debe ser denunciada por todos.

En EE.UU., que está tratando de salir de una pandemia y una crisis económica brutales, en momentos como estos, esperamos que nuestros líderes nos ofrezcan calma, seguridad, tranquilidad y norte para salir juntos adelante; que seamos mejores y consigamos una recuperación económica que disminuya la desigualdad.

La violencia y el vandalismo deben ser contenidos: ese es el trabajo de la policía. Eso se consigue con buen entrenamiento y cuando las fuerzas del orden superan en número a la fuerza y capacidad de los delincuentes. Cuando murió Floyd, estaba contenido, esposado en el piso, estaba solo y había sido sometido por cuatro policías. Con apego a la justicia, el expolicía ya ha sido acusado de homicidio intencional no premeditado y sus 3 excompañeros de incitación y complicidad con ese homicidio. El dolor de la pérdida, el sentido de desprotección de la comunidad negra, agravada esa misma semana cuando un reportero de CNN -negro y latino- fue detenido injustamente en Minneapolis. Todo esto lleva a que miles de negros en Estados Unidos quieran justamente protestar y gritar su frustración. Lo hacen de manera pacífica y algunos también lo hacen con rabia y a gritos, lo cual es comprensible. La policía debe actuar con prudencia y profesionalismo. Como lo vimos en América Latina en las revueltas de Chile y Ecuador del año pasado, lastimosamente también se infiltran vándalos, que deben ser identificados, aislados, detenidos y procesados. No le hacen ningún favor a la causa, pues la destruyen, como lo hace cualquier racista.