Nota del editor: John D. Sutter es colaborador de CNN y National Geographic Explorer. Es director de la serie de próximo estreno “Baseline”, que recorrerá cuatro lugares en la primera línea de la crisis climática. Visite el sitio web del proyecto o sígalo en Instagram. Las opiniones expresadas en este comentario son propias del autor. Ver más en la sección de Opinión en CNN.com.
(CNN) – La forma en que llegamos a este punto -los contagios de covid-19 que ha golpeado a más de seis millones de personas y por el que han muerto 380.000 en todo el mundo-, es absolutamente horrible, pero la pandemia ha revelado al mundo al menos una cosa positiva: El aire limpio y las ciudades saludables son una bendición.
El aire en Nueva Delhi, bajo cuarentena a finales de marzo, estaba lo suficientemente limpio como para que los residentes finalmente pudieran ver el cielo azul. El famoso smog en Los Ángeles se levantó. Donde vivo, en Salt Lake City, Utah, el aire era lo suficientemente claro como para ver todo el camino a través de un valle típicamente gris y contaminado. Los bocinas y los camiones arrojando humo fueron reemplazados por los cantos de los pájaros.
“No he visto cielos azules en Delhi en los últimos 10 años”, dijo a CNN Jyoti Pande Lavakare, cofundador de la organización ambiental india Care for Air, en un artículo del 1 de abril. “Es algo positivo de esta terrible crisis que podamos salir y respirar”.
Que estos cambios nos sorprendan es notable en sí mismo. Qué insensibles estábamos ante la contaminación del aire, que mata a millones cada año. Se había convertido en telón de fondo aceptado de la vida urbana.
Para ser claros, el covid-19 - y las medidas asociadas como el trabajo desde casa, las restricciones de viaje y la desaceleración económica - no está arreglando la contaminación del aire, ni está resolviendo la mayor amenaza ambiental de nuestro tiempo, la crisis climática. Arreglar verdaderamente esas cosas no se parece en nada a este horrible período que por azar ha frenado la contaminación causada por los humanos, incluso cuando ha traído sufrimiento, dificultades económicas y muertes.
Pero nos ha demostrado uno de los beneficios clave que experimentaríamos si dejáramos atrás el uso de combustibles sucios como el carbón, el petróleo y el gas natural.
Los cielos estarían más despejados. Y el futuro sería mucho más seguro.
La reducción de emisiones
Antes de mirar en la bola de cristal lo que la pandemia podría hacer al futuro de la contaminación y el cambio climático, consideremos las reducciones de contaminación que han tenido lugar durante este período de dificultades y muerte.
(Una vez más, la forma en que hemos hecho esto está mal. Una pandemia no es una solución ambiental o planetaria a pesar de los beneficios ambientales inconfundibles y tangibles que han devenido en este caso).
La contaminación del aire se ha reducido, al menos temporalmente . Un investigador, Marshall Burke, profesor asociado de ciencias del sistema terrestre en la Universidad de Stanford, en una publicación del 8 de marzo estimó que las pandemias no son buenas para la salud pública, pero que un aire más limpio debido a los cierres económicos “probablemente salvó veinte veces más vidas en China que las se han perdido directamente por el virus en ese país “. Sin duda, es un cálculo muy complicado y preliminar, pero destaca la cantidad de muertes a las que contribuye la industria de los combustibles fósiles, uno de los principales contaminadores de nuestros cielos, en tiempos “normales”.
Burke llegó a esa cifra mirando los datos de contaminación del aire de enero y febrero de 2020, y comparándolos con años anteriores. Burke asume, “conservadoramente”, dice, que solo el 50% de la población de China experimentó los cielos más despejados. Cerca del 60% de los chinos viven en zonas urbanas. Supone que nadie en las zonas rurales se benefició y que algunos residentes urbanos no se beneficiaron. Luego combina esa información con las tasas de mortalidad esperadas para ciertos niveles de contaminación del aire. Se estima que las reducciones de la contaminación han salvado, no son mediciones reales de lo que sucedió, entre 1.400 y 4.000 niños y 51.700 a 73.000 adultos mayores de 70 años de edad por muerte prematura. Cita una cifra del 8 de marzo: 3.100 personas habían muerto en China hasta ese momento de covid-19.
El coronavirus también tiene implicaciones para el cambio climático. Las emisiones de gases de efecto invernadero, principalmente dióxido de carbono, por la quema de combustibles fósiles, impulsan el calentamiento global y, por lo tanto, son las más peligrosas para el planeta y nuestro futuro. La Agencia Internacional de Energía (AIE) estima que las emisiones de CO2 caerán un 8% durante todo este año en comparación con 2019 debido a los cierres relacionados con el covid-19. “No solo se prevé que las emisiones anuales en 2020 disminuyan a un ritmo sin precedentes, sino que la disminución será casi el doble que todas las disminuciones anteriores desde el final de la Segunda Guerra Mundial en conjunto”, escribió la AIE en su Global Energy Review 2020, lanzado en abril.
Antes de 2020, las emisiones habían aumentado año tras año. Solo el año pasado, la quema de combustibles fósiles envió alrededor de 37.000 millones de toneladas de dióxido de carbono a la atmósfera.
La física es en parte culpable. El ambiente es como una bañera. El dióxido de carbono se acumula en esta bañera, y lleva tiempo que drene de forma natural. Los científicos miden la concentración de CO2 en la atmósfera en partes por millón (ppm), y han estado tomando mediciones de observatorios en Hawai y otros lugares durante varias décadas. Esperan que la concentración de CO2 en la atmósfera, el nivel del agua en la bañera, continúe aumentando este año a pesar de la disminución de las emisiones de CO2 o la cantidad de agua que estamos vertiendo.
Las lecturas a fines de mayo mostraron cerca de 418 ppm de CO2 en la atmósfera.
Antes de la industrialización, el número estaba alrededor de 280.
Para abordar adecuadamente la crisis climática se requeriría cerrar por completo el flujo de agua hacia el baño, o llegar a 0 emisiones de carbono a mediados de siglo.
Lo que debería traer el futuro
El covid-19 no está deteniendo el calentamiento global. Hemos estado quemando combustibles fósiles desde mediados de 1800, y el sistema no ha cambiado. Pero hemos reducido un poco nuestras emisiones. Los beneficios de este cambio, un aire notablemente más limpio, ya son evidentes, y eso debería motivarnos.
Siendo optimistas, la pandemia creó la sensación de que eso puede convertirse en una realidad.
Podemos y debemos vivir en ciudades donde el cielo es azul y visible, y donde las estrellas brillan por la noche. Ciudades que son transitables y verdes, donde el aire no huele ni sabe a hollín, y donde las máquinas son lo suficientemente silenciosas para que las aves se escuchen a sí mismas. Ciudades con opciones seguras de transporte público, por lo que no pasamos horas y horas en carreteras congestionadas cada día.
Todos nosotros, tanto citadinos como rurales, deberíamos tener acceso a tecnologías (automóviles eléctricos, energía solar y eólica) que hagan posible todo esto todo el tiempo, no solo durante una crisis.
Deberíamos poder encender las luces o el aire acondicionado sabiendo que funcionan con electricidad limpia, no con carbón y gas, que calientan el planeta y contribuyen al aumento de los mares, al derretimiento del hielo y a las olas de calor más letales.
La promulgación de impuestos al carbono y otras políticas que fomenten este cambio lo más rápido posible nos permitiría vivir libres de la culpa y el conflicto moral que crea la era del calentamiento global.
Los trabajadores de combustibles fósiles, cuyos trabajos son desplazados, podrían ser reentrenados para trabajar en otras industrias, en lugar de quedarse atrás. Hacer esto protegería los bosques que limpian el aire y apoyaría la fantástica biodiversidad de la Tierra. Nos permitiría caminar hacia un mundo más saludable y vibrante, uno mejor para nosotros y para las futuras generaciones. No uno que sea basura.
Saltos así de grandes, y mucho más grandes, se pueden lograr con la cooperación internacional, los precios del carbón, regulaciones gubernamentales más estricta de las industrias de combustibles fósiles y paquetes de estímulo post-covid que ayuden a impulsar una economía de energía completamente limpia lo más rápido posible.
Podemos permitir que la bañera de carbón comience a drenarse y también limpiar nuestras ciudades.
Lo que probablemente traerá el futuro
Sin embargo, estas soluciones serían difíciles de implementar en el entorno político actual.
Además, “sin cambios fundamentales en la producción mundial de energía, no deberíamos tener razones para esperar una reducción duradera de las emisiones”, dijo Niklas Hagelberg, coordinador de cambio climático del Programa de Medio Ambiente de la ONU, en un comunicado de prensa. “El covid-19 nos brinda la oportunidad de hacer un balance de los riesgos que estamos asumiendo en nuestra relación insostenible con nuestro medioambiente y aprovechar la oportunidad de reconstruir nuestras economías de maneras más responsables con el medioambiente”.
Sería ingenuo sospechar que los políticos, especialmente en EE.UU., que aún lidian con la pandemia, y ahora los disturbios derivados del asesinato a manos de la policía de George Floyd en Minneapolis, van a abordar otra crisis existencial -la emergencia climática-, una vez que la creciente cifra de muertos y la caída libre económica del covid-19 se estabilicen. En lugar de promover una energía más limpia y cielos más limpios, la administración Trump continúa apoyando los combustibles fósiles.
De hecho, hay indicios iniciales de que los paquetes de estímulo de la era covid en EE.UU., en Europa y en China, están apoyando a las mismas industrias que sabemos que están poniendo el futuro en riesgo.
La historia nos enseña que hemos tenido muchas oportunidades de despertar ante los peligros de la contaminación y la emergencia climática. El primer Día de la Tierra se celebró en 1970, hace 50 años, y ambos temas estaban sobre la mesa en ese momento. Los manifestantes llevaban máscaras de gas, denunciando la contaminación del aire.
Un científico de la NASA testificó sobre la era del calentamiento global frente al Senado de Estados Unidos a fines de la década de 1980. El huracán Katrina, la súper tormenta Sandy, el huracán Harvey, el huracán María, los incendios en Australia y California, las crisis de migrantes en Europa y AmécontaCoronavrica Central: la lista de desastres influenciados por el clima es larga y cada vez más larga. Me temo que nos estamos volviendo insensibles ante esta destrucción.
El empeoramiento del desastre también se está convirtiendo en un contexto aceptado, una niebla persistente.
Somos demasiado rápidos para aceptar “nuevas normalidades” terribles, incluso cuando la contaminación y el calentamiento descontrolado están lejos de ser normales, así como lo es una pandemia para la que el mundo podría haber hecho más para prepararse.
El desafío para aquellos de nosotros que nos preocupamos por la crisis climática y entendemos que amenaza a las personas no solo ahora sino para a las futuras generaciones, es recordar que las cosas pueden ser diferentes. Sería horrible que necesitáramos una pandemia mortal para verla. Pero un resultado esperanzador de esta tragedia podría ser la comprensión del público de que cielos más limpios son posibles. Y con las tecnologías adecuadas y políticas de energía limpia, pueden ser un elemento de la vida moderna.