(Kaiser Health News) –– Empezó como un día normal. Dawn Guest, de 54 años, se levantó y salió a su trabajo como enfermera cerca de las 5 a.m. Escuchó a su hijo Andre, de 16 años, moverse en su habitación, pero él siempre fue madrugador, incluso cuando su escuela cerró por el covid-19. Más tarde ese día recibiría una llamada de su esposo, en la que él le dijo que algo estaba mal con su hijo.
Esa conversación telefónica sería el principio de un viaje de 12 días que terminaría en tragedia,
“No puedo explicar cómo un joven perfectamente sano de 16 años puede estar haciendo su propio sándwich de mantequilla de maní en la noche del miércoles, sacando su propio té del refrigerador y yendo a la cama como cualquier otro adolescente en el estado o en el país… y en 24 horas pasar estar luchando por su vida”, señaló Dawn.
Andre, un estudiante tranquilo de segundo año en la escuela secundaria Lawrence North, amaba YouTube y lo sabía todo sobre videojuegos: para su cumpleaños en abril pidió un juego que sería lanzado hasta diciembre y sus padres planeaban obtenerlo cuando estuviera disponible. También amaba la fotografía y molestar a sus hermanos. Además sobresalía en baloncesto y bolos.
Andre fue un bebé prematuro que nació a las 25 semanas: él y su melliza Abby pasaron meses enteros en el hospital antes de ser llevados a casa y luego adoptados por Dawn y su esposo, Johnny. Aunque Andre fue diagnosticado con autismo moderado, sus padres fueron defensores feroces y él creció con una actitud positiva y una sonrisa en su rostro. “Siempre pasaba volando”, dijo Dawn.
Como Dawn es enfermera en el hogar de ancianos de una comunidad de atención continua, la familia tomó más precauciones de las normales cuando el coronavirus comenzó a extenderse por Estados Unidos. Después de cada turno, ella se quitaba los zapatos en la puerta ––donde Johnny los desinfectaba–– y se dirigía escaleras arriba para ducharse. La familia limpiaba las superficies con toallitas desinfectantes, usaba máscaras faciales cuando tenía que salir de la casa y practicaba el distanciamiento social tanto como era posible.
De hecho, Andre fue el único miembro de la familia que no salió de la casa. Pero el virus ha demostrado ser un enemigo astuto y circuló en algunas comunidades antes de que los funcionarios de salud pública se dieran cuenta de que estaba allí. Llegó a personas vulnerables como Andre Guest a pesar de todos los cuidados recomendados.
Después de que Dawn salió a trabajar esa mañana, Andre ––normalmente autosuficiente–– le pidió ayuda a su padre para tomar una bebida. Extraño. A la 1:30 p.m., cuando Johnny fue a revisar a Andre, el adolescente dijo que estaba cansado pero, recordó Johnny, “arrastraba mucho las palabras. Todavía podía entenderme y responderme”. Poco tiempo después, cuando Andre se cayó en el baño, Johnny llamó a su esposa.
Para el momento en que Dawn llegó a casa, Andre había perdido la capacidad de agarrar objetos, tenía problemas para estar de pie, tenía los ojos en blanco, no podía sostener el peso de su cuerpo y parecía confundido. Ella llamó a una ambulancia, que llevó a Andre a la sala de emergencias más cercana, desde donde luego lo transfirieron al Hospital Riley para Niños.
Aunque Andre no padecía de condiciones médicas preexistentes, lo primero que descubrieron los médicos fue que había desarrollado diabetes tipo 1: su nivel de azúcar en la sangre era peligroso pues tenía 1.500 miligramos por decilitro, más de 10 veces lo normal. La diabetes tipo 1 se identifica con frecuencia por primera vez en medio de una infección.
Como tenía fiebre y tos, además de respirar con dificultad, se le realizó una prueba de detección de covid-19. Negativa. Pero los médicos tenían dificultades para controlar el azúcar en la sangre del adolescente, algo que por lo general es sencillo con una infusión de insulina en un primer episodio de diabetes. Al mismo tiempo, su temperatura siguió subiendo y su respiración se deterioró incluso con el aumento de los suplementos de oxígeno. Una segunda prueba de coronavirus dio positivo y fue trasladado a una unidad de covid-19.
A Johnny y a las dos hermanas de Andre se les realizó la prueba y también resultaron positivas, aunque solo tenían fiebre leve y fatiga. Dawn, quien estaba en el hospital con Andre, decidió no hacerse el test porque, de acuerdo con la política de Riley, si su resultado era positivo no se le permitiría volver al hospital hasta que su resultado fuera negativo dos veces.
Unos pocos días después, Andre ya tenía un respirador artificial, y los médicos ––intentando comprender y tratar su enfermedad que cambiaba rápidamente–– incluso lo pusieron boca abajo, colocándolo sobre su estómago para mejorar la capacidad pulmonar.
Durante sus 12 días en el hospital, Andre experimentó problemas con su cerebro, corazón, pulmones, riñones y más. “Todos por lo que lucharían para tratar de corregir, el coronavirus encontraría algo más para atacar”, dijo Johnny. Aunque el personal había obtenido el medicamento experimental remdesivir para Andre, su función renal y hepática era demasiado débil para administrarlo de manera segura. Muchos de los síntomas de Andre eran similares a lo que desde entonces se ha denominado síndrome inflamatorio multisistémico en los niños, una extraña reacción inmune pero extremadamente grave asociada al covid-19 que no se detalló hasta mediados de mayo. Andre nunca fue diagnosticado con el síndrome.
Aún así, su madre pensó que sobreviviría. Estaba recibiendo una atención excelente, y su azúcar en la sangre finalmente se encontraba en niveles normales, lo que sugería que lo peor de la infección ya había pasado. Era joven y siempre había sido resistente.
En la mañana del 27 de abril, esa esperanza se evaporó rápidamente. El azúcar en su sangre se disparó. Su línea arterial comenzó a coagularse, lo que sugiere problemas de coagulación que han sido un sello distintivo de la enfermedad. Sufrió un paro cardíaco y, a pesar de las compresiones torácicas, sucumbió.
Andre se encuentra entre el pequeño número de niños que murieron de covid-19 y es la primera víctima menor de 18 años que ha registrado Indiana.
“Fueron maravillosos allí”, dijo Dawn. “Cada enfermera y cada médico. No me puedo quejar. Simplemente no obtuvimos los resultados que queríamos”, añadió.
A pesar de las restricciones de confinamiento, la muerte de Andre resultó en una gran cantidad de apoyo de la comunidad. Cartas y tarjetas llegaron de maestros recordando sus encuentros favoritos con el adolescente.
Más de 70 autos pasaron por la casa de los Guest para expresar sus condolencias en un homenaje organizado por Lawrence Township, donde Andre asistió a la escuela.
Las Olimpiadas Especiales del Nordeste del Condado de Marion retiraron la camiseta de baloncesto del equipo de Andre, el número 54, y la enviaron a la casa de la familia.
Con este virus, “estás cuidando a tu comunidad, tanto como te estás cuidando a ti mismo. No tienes idea si eres portador o si has tocado algo que lo tiene”, advirtió Dawn .
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