Nota del editor: Pedro Brieger es un periodista y sociólogo argentino, autor de varios libros sobre temas internacionales y colaborador en publicaciones de diferentes países. Es profesor de sociología en la Universidad de Buenos Aires (UBA). Director de NODAL, un portal dedicado exclusivamente a las noticias de América Latina y el Caribe. En la actualidad es columnista de TV en la cadena argentina C5N y en el programa “En la frontera” de PúblicoTV (España) y en programas de radio de las señales argentinas Radio10, La Red, La Tribu y LT9-Santa Fe. A lo largo de su trayectoria Brieger ganó importantes premios por su labor informativa en la radio y la televisión argentina. Las opiniones expresadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor. Ver más artículos de opinión en CNNe.com/opinion
(CNN Español) – Las recientes elecciones municipales en Francia mostraron un gran avance de las diferentes formaciones verdes/ecologistas que por primera vez en su historia han conquistado varias ciudades grandes con duras críticas a cómo los sucesivos gobiernos han lidiado con el medio ambiente.
Dada la importancia de Francia en el contexto internacional, y que es uno de los países que conforma el selecto Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, se puede pensar que estas elecciones tendrán repercusión global.
Desde la extensión mundial del covid-19, en numerosos países existe un “redescubrimiento” de las maravillas de la naturaleza, ocultas —muchas veces—, por la polución ambiental. Tal vez el ejemplo más impactante sea la posibilidad de divisar nuevamente la cordillera del Himalaya, vista desde la India a más de 150 km de distancia.
La pandemia está demostrando que se puede revertir el curso de la polución ambiental, aunque, claro, modificando patrones de conducta de una industrialización desenfrenada que pareciera ser el único modelo de desarrollo posible.
Hasta que aparece una pandemia y el mundo se paraliza. Los aviones ya no surcan los cielos como antes, numerosas industrias están semiparalizadas y la contaminación sonora en las ciudades ha disminuido de manera notable. Ya hace años que se alzan voces que cuestionan el modo de vida de las grandes megalópolis -donde el covid-19 hace estragos- porque las personas hacinadas y atrapadas por el cemento no parecen tener vías de escape, salvo abandonarlas.
A fines de junio, un editorial del Japan Times señalaba la vulnerabilidad de las grandes capitales —como Tokio— hacia donde fluyen millones en búsqueda de oportunidades de trabajo y que hoy —en medio de una pandemia— quedan atrapadas por la dificultad de mantener la distancia social en medios de transporte atestados, donde no cabe ni un alfiler.
Es una obviedad decir que en las grandes ciudades superpobladas es mucho más difícil guardar la distancia social que en las pequeñas con una población proporcional a su tamaño y no es casual que se haya desarrollado el concepto de ciudades invivibles, porque las megalópolis se han convertido en una verdadera trampa.
Hace unos 30 años el filósofo japonés Takeshi Umehara criticaba la concepción “occidental” del progreso con base en una modernización científico-tecnológica que separa la naturaleza de los seres humanos y por eso su tendencia a dominarla, explotarla y destruirla. Para Umehara, las personas deben ser consideradas parte de la naturaleza. Es notable descubrir que su planteamiento tiene numerosos puntos en común con el llamado “buen vivir” de varios pueblos originarios de las Américas que también plantean la armonía entre las personas y la naturaleza.
La pandemia de covid-19 es terrible, pero tal vez sea una oportunidad para replantearnos cuál debe ser la relación con la naturaleza.