(CNN)— El coronavirus está ganando la batalla en El Centro, California. Casi todos los pacientes del hospital tienen covid-19. Se han ubicado tiendas de campaña para poder manejar más casos. El virus está en las calles, y ha obligado a los rescatistas a usar trajes de protección y mascarillas pesadas antes de acercarse a las personas que necesitan ayuda. Y por ahora no se va a detener. A pesar de que instalaciones cercanas y lejanas han trasladado pacientes para aliviar la carga, cada vez llegan más y más enfermos. También las muertes. Los trabajadores están agotados, pero el virus no.
Dentro de la gran tienda azul en El Centro Regional Medical Center hay mucho ruido. El aire frío sale a través de dos ventiladores gigantes para contrarrestar el calor del verano. Las enfermeras gritan a medias instrucciones en inglés y español, a través de sus mascarillas N95 y protectores faciales, para hacerse escuchar por los pacientes y entre ellas.
Las tiendas ocupan la mitad del estacionamiento del hospital: es el signo más visible de la propagación descontrolada de covid-19 en el condado Imperial, ubicado en el extremo sureste de California que limita con Arizona y México. La tasa de mortalidad aquí es la más alta del estado.
El presidente ejecutivo del hospital, Adolphe Edward, observa cómo las personas sospechosas de tener coronavirus son evaluadas fuera de su hospital de 161 camas, donde dice que casi el 90% de los pacientes han dado positivo por covid-19.
La última vez que Edward vio desplegadas estas tiendas de campaña médicas fue en la guerra de Iraq, durante su servicio de 22 años en la Fuerza Aérea. No se imaginaba tener que levantarlas nuevamente en suelo estadounidense, pero acudió a ellas cuando el coronavirus lo obligó a expandirse más allá de las paredes de su hospital.
“No estamos acostumbrados a ver tiendas de campaña fuera de los hospitales”, señala Edward. “Cuando la gente dice que es una zona de guerra, bueno, ¿una zona de guerra de qué? Una zona de guerra de nosotros tratando de combatir al covid-19”, añadió.
Un trabajo agotador para salvar vidas, en medio del calor
La primera línea en la guerra contra el covid-19 en el condado Imperial comienza con los servicios de emergencia.
A las 11 a.m., cuando las temperaturas llegan los 43 grados Celsius, una llamada de emergencia envía al capitán Chad Whitlock, del Departamento de Bomberos de El Centro, al patio delantero de una casa. Entonces, Whitlock sube el cierre de su traje Tyvek amarillo, que está equipado con lo que parece ser una máscara de buceo unida a una bomba de aire. En realidad, ese dispositivo se llama respirador purificador de aire forzado (PAPR, por sus siglas en inglés) y proporciona aire limpio al traje de Whitlock.
Luego, Whitlock se acerca a un hombre, sospechoso de tener covid-19, que estaba desmayado debajo de un árbol. Se las arregla para revivirlo y una ambulancia con una camilla llega para llevárselo.
“Emocionalmente, mentalmente, está empezando a desgastarnos a muchos de nosotros”, comenta Whitlock, con el pelo empapado y la ropa completamente mojada por su sudor mientras se quita el traje de Tyvek. “Deseo que la gente realmente se tome en serio al covid-19 por todos los trabajadores de la salud, los bomberos, equipos de emergencia, nuestro personal del hospital. Estamos inundados. Todos están muy cansados… He estado aquí mucho tiempo con este departamento, más de 29 años. Esto es lo peor que he visto”, añade.
Whitlock regresa a la estación de bomberos, donde empezará un proceso de dos horas de descontaminación: debe ducharse, ponerse ropa nueva y limpiar todo su equipo. Cuando haya terminado, el proceso volverá a comenzar y tendrá ponerse de nuevo el traje para la próxima llamada de emergencia, que según Departamento de Bomberos ha sido entre 30 y 60 minutos durante este verano, en una ciudad de 44.000 personas.
El paciente que Whitlock revivió va en camino a El Centro Regional Medical Center.
“Sentimos que estamos abrumados con tantos pacientes”, expresa el enfermero Stephen Jaime. “Están tan enfermos”.
Once de los 12 pacientes con covid-19 en esta ala de cuidados intensivos están conectados a respiradores artificiales, mientras los médicos hacen todo lo posible para mantener al doceavo paciente respirando por sí mismo. Los enfermos en estado crítico se encuentran en una unidad de 8 camas recién equipada como otra de cuidados intensivos para covid-19. Enfermeros como Jaime se mueven de un lado a otro entre las habitaciones selladas, vistiendo un equipo PAPR similar al de Whitlock en la llamada de emergencia.
¿Por qué la situación es tan grave en el condado Imperial?
El condado Imperial ha visto muchas más infecciones, hospitalizaciones y muertes por coronavirus de las que su tamaño justifica. Datos de la Universidad Johns Hopkins revelan que el condado tiene tres veces el número de contagios per cápita que Los Ángeles. Y su tasa de mortalidad de covid-19 es casi el doble que la de cualquier otro condado de California.
Los impresionantes números no sorprenden a quienes conocen esta comunidad rural y de mayoría latina. El virus simplemente está exponiendo los problemas subyacentes, explica Luis Olmedo, miembro del Comité Cívico del Valle, una organización de justicia de base en el Valle Imperial. “Somos el símbolo de esas desigualdades y la razón por la que no somos capaces de controlar el covid-19.”
Una de cada cuatro personas en El Centro vive por debajo del umbral de pobreza, y las tasas de desempleo se han mantenido de manera constante muy por encima del resto del país, según el alcalde de El Centro, Efraín Silva.
“El condado Imperial, incluso bajo las mejores circunstancias, siempre ha estado cerca de tener la tasa de desempleo más alta de la nación”, apuntó Silva. Antes de la pandemia, la tasa de desempleo estaba alrededor del 18%, en comparación con el 4% a nivel nacional. “Y ahora mismo estamos rondando el 30% del desempleo”, añade Silva.
La contaminación también ha sido un problema durante generaciones. La Asociación Estadounidense del Pulmón ha señalado que El Centro está entre las peores áreas metropolitanas del país.
Eso ha contribuido a tasas anormalmente altas de asma y enfermedades respiratorias, indica Larry Lewis, presidente ejecutivo del otro hospital comunitario del condado Imperial, el Pioneers Memorial Healthcare District.
Lewis también afirma que en el condado la diabetes y la obesidad son prevalentes, condiciones que hacen que el coronavirus sea más grave. “Cuando escuchas acerca de aquellos que son más seriamente afectados por la enfermedad, haz algunas preguntas de seguimiento sobre sus comorbilidades”, destaca Lewis. “Escucharás un tema constante de que hay otras cosas que están pasando.”
Cosechando en medio de una pandemia
Es imposible separar lo que está pasando en el condado Imperial con la situación al otro lado de la frontera. Justo al sur se encuentra Mexicali, una ciudad industrial y capital del estado mexicano de Baja California, principalmente conocida por sus plantas de ensamblaje. La misma pandemia que está golpeando a Estados Unidos se encuentra en México, que ahora tiene el quinto mayor número de muertes en el mundo.
Y nada de eso ha suspendido la interacción diaria entre las comunidades de la frontera. Más de 275.000 ciudadanos estadounidenses, incluidos 30.000 veteranos militares, y miles de personas otras personas con tarjetas de residencia viven en Mexicali, según Edward. Y muchas de ellas eligen El Centro Regional Medical Center para recibir atención médica, agrega. También, muchos mexicanos trabajan en el condado Imperial.
Cada mañana, como lo ha hecho durante 45 años, Jacinto Moreno sale de su casa multigeneracional en Mexicali y camina por el túnel fronterizo de Calexico, legalmente. A las 5:30 a.m., empieza su día en Duncan Family Farms.
Moreno, de 65 años, se ocupa de los campos orgánicos que cultivan cilantro, lechuga romana, remolacha y acelgas suizas que no sólo llenan los contenedores y estantes de las tiendas de comestibles en todo Estados Unidos y Canadá, sino que también cruzan el Atlántico y terminan en las cocinas de los consumidores en Gran Bretaña.
Él es uno de los por lo menos 20.000 obreros que hacen la caminata por la frontera para ganarse la vida cada día, persiguiendo trabajos que cambian con la temporada. Ellos trabajan incluso en una pandemia, aunque antes del covid-19, ese número ascendía a 50.000, según los funcionarios de la ciudad de El Centro.
“Es por eso que en mi mochila todos los días llevo guantes, mascarillas faciales, cargo máscaras faciales adicionales”, dice Moreno, señalando el paño de camuflaje que cubre sólo su boca. La tela mal ubicada es sólo una señal de la falta de acceso a la información que tienen Moreno y los otros trabajadores sobre el coronavirus.
Las condiciones de trabajo en la granja no son malas, aclara, y los propietarios han estado tomando todas las precauciones para evitar un brote. Ha aprendido a limpiarse desde las manos hasta las botas con desinfectante, con la esperanza de que esto lo mantenga a él y a su familia libres del virus. Moreno ya ha perdido al menos a cuatro de sus compañeros trabajadores agrícolas por el coronavirus, pero personalmente cree que está a salvo, al haber resistido la adversidad de décadas de trabajador migrante.
“Tomo muchas vitaminas y me observo”, explica golpeándose el pecho. “Dicen que te quedes adentro, pero eso es peor, porque no sudas y eso limpia tu cuerpo”.
La desinformación entre los trabajadores es descontrolada, dice Olmedo, el trabajador de justicia local, que advierte que el virus no conoce fronteras. Para proteger a los estadounidenses, todos necesitamos ayudar a contener la propagación.
“Primero debemos lidiar con las desigualdades”, sostiene Olmedo. “No podemos ganar una guerra contra el covid-9 en la sala de emergencias”.
Preparando la última defensa
Lewis, el presidente ejecutivo de Pioneers Memorial, dice que está tratando de encontrar más capacidad para el número cada vez mayor de pacientes. “Hoy estamos en una buena posición para enfrentar el próximo mes, pero me preocupa que esto se extienda por un año”.
Él trata de depender de sus propios recursos, temiendo que el aumento de los casos de coronavirus en todo California signifique que transferir pacientes a otros hospitales será más difícil.
En El Centro Regional, las transferencias han ocurrido diariamente, a medida que las camas disponibles desaparecen. “En los últimos 2 a 3 meses hemos enviado algo así como 500 pacientes, lo cual es mucho, mucho más alto de lo normal”, dice el Dr. Andrew LaFree, director médico de urgencias de la institución. El hospital señala que los pacientes han sido trasladados a San Diego, a dos horas en automóvil, así como al norte de California.
El jefe del hospital, Edward, escribió a las senadoras de California Dianne Feinstein y Kamala Harris, así como a todos los demás representantes en su región y estado, para pedir recursos que le permitan enfrentar el “aumento continuo de casos”. Pidió fondos para programas que atienden a comunidades de bajos ingresos como el condado de Imperial, así como para 28 enfermeras de cuidados intensivos, 14 terapistas respiratorios y 20 respiradores artificiales, y argumentó que la necesidad era “urgente”.
Él le dijo a CNN que está cerca de su última defensa en su guerra contra el covid-19. Solo tiene una tienda más. En este momento, las camas no utilizadas y las sillas plegables sigue envueltas en plástico. Pero no será así por mucho más tiempo. Es la futura sala de covid-19.
Una semana más o menos después de cada feriado importante de este año, ya sea el Día de la Madre o el Día de los Caídos, El Centro ha visto un aumento en los casos, indica Edward. Y ahora estamos a casi una semana desde el 4 de Julio.
“Sigo diciéndole a la gente que ahora es una pandemia, que eventualmente será endémica”, agrega. “¿Es realmente así como queremos cuidar a nuestras comunidades? La respuesta es no”.