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Nota del editor: Roberto Izurieta es director de Proyectos Latinoamericanos en la Universidad George Washington. Ha trabajado en campañas políticas en varios países de América Latina y España, y fue asesor de los presidentes Alejandro Toledo de PerúVicente Fox de México y Álvaro Colom de Guatemala. Izurieta también es colaborador de CNN en Español. José Luis Di Fabio, PhD, es consultor internacional independiente, retirado de la Organización Panamericana de la Salud/Organización Mundial de la Salud en 2015, donde ejerció sus funciones por casi 25 años. Durante su carrera en la OPS/OMS cumplió funciones de asesor Regional de Vacunas y Biológicos, gerente del Área de Tecnología, Atención en Salud e Investigación, gerente del Área de Sistemas de Salud basados en la Atención Primaria de Salud y culminó como representante de la OPS/OMS en Cuba. Luego de retirado actuó como consultor en temas relacionados a vacunas, medicamentos y regulación sanitaria. Las opiniones expresadas en este comentario son propias de los autores.Ver más opiniones en CNNe.com/opinion

(CNN Español) – Se ven importantes progresos en el desarrollo de vacunas contra el coronavirus con varias bastante adelantadas y con perspectivas de que existan dosis listas para usar en la población de riesgo para finales de 2020 o principios de 2021. Se ven también importantes esfuerzos para garantizar que estas vacunas también lleguen a la población más necesitada en países de bajos y medianos ingresos, en cantidad y oportunidad. Todo esto facilitado por la Organización Mundial de la Salud (OMS), la BMGF (conocida más popularmente como la Fundación Gates), la Alianza de Vacunas de GAVI, la Coalition for Epidemic Preparedness Innovation (CEPI) y otras organizaciones gubernamentales y no gubernamentales.

Muchas de estas vacunas serán producidas por plataformas tecnológicas nuevas, aún no utilizadas en la producción de vacunas en general, y por lo tanto es necesario entenderlas, estudiarlas, identificar claramente los pros y los contras, y estar listos para dar respuestas con evidencia y claridad a la población cuando esta pregunte.  Por lo tanto, les corresponde a las autoridades sanitarias, reguladoras y, por otro lado, a los productores, explicar los procesos, los resultados de los estudios clínicos y los posibles eventos adversos que éstas pudieran provocar.

La FDA, la Agencia Europea de Medicamentos (EMA) y la Comisión Europea (EC) han desarrollado documentos guías muy importantes para tener en cuenta en el registro de estas nuevas vacunas, y han promovido la cooperación regulatoria para combatir el COVID-19.

Los líderes de los países necesitan mantener una comunicación transparente con sus poblaciones, suministrando la información que tienen, la mejor evidencia disponible sobre la seguridad y eficacia de las vacunas.

Debe quedar claro que no todas son iguales y, por lo tanto, es importante tener toda la información antes de tomar decisiones. Por ejemplo, tomemos el caso de la administración de la vacuna, tenemos varias formas dependiendo de la vacuna; la forma tradicional, una vacuna inyectable por vía intramuscularpero también está en desarrollo una vacuna oral (ref 1), en forma de tableta. Al mismo tiempo, las nuevas vacunas de ácidos nucleicos, en especial la de ADN, necesita de un dispositivo especial que inyecta a la vez que emite una muy corta descarga eléctrica para facilitar la entrada del ADN en las células.

No todas las vacunas tendrán la misma estabilidad frente a los cambios de temperatura, siendo más fácil de manejar aquellas estables a temperaturas ambientes. Pero ¿qué pasará con las que necesiten refrigeración o congelación?  Todo esto tiene impacto en la distribución de la vacuna y en su eficacia (pues las vacunas conservadas a temperaturas inadecuadas la pierden) en cada uno de nuestros países.

Debemos considerar que introducir una vacuna contra el coronavirus en un país es solo una parte del gran desafío. El principal es asegurar que se alcance un buen nivel de inmunización en la población. Se ha hablado mucho sobre la inmunidad de rebaño (“herd immunity”), que es el nivel de inmunidad que alcanza la población cuando una epidemia comienza a decaer porque ya no hay suficientes personas para infectar. Pero esto se logra con la combinación de dos aspectos fundamentales: la eficacia de la vacuna por un lado y la cobertura vacunal (proporción de la población que la recibe) por otro. Podemos tener una vacuna muy eficaz, como la de sarampión, pero si la cobertura es baja, seguiremos teniendo brotes. La situación se complica si para alguna vacuna se necesitan dos o tres dosis para lograr la eficacia deseada.

Recientemente ha habido noticias que son un llamado de alerta y que requerirán pronta acción. Una está relacionada con las vacunas y su eficacia. El Dr. Anthony Fauci, director del Instituto Nacional de Alergia y Enfermedades Infecciosas (NIAID) ha indicado que aceptaría, dadas las condiciones, una vacuna contra covid-19 que fuera entre un 70 y un 75% efectiva. Por otro lado, el FDA ha anunciado en su Guía de la Industria para el Desarrollo, que la vacuna debería presentar un margen mínimo de eficacia del 50% para ser considerada apta para su registro.

Por otro lado, una información preocupante es que los resultados de encuestas en Estados Unidos indican que solamente un 43% de la población considera o planifica vacunarse contra el SARS-CoV-2. Esto podría estar relacionado con varios factores, el principal podría ser una falta de confianza de la población en sus líderes, quienes no siempre se han apoyado en sus científicos para tomar decisiones.

Si multiplicamos la eficacia de la vacuna (asumamos un 75%) por los que se vacunarían (asumamos un 60%), vemos que solamente un 45% de la población quedaría protegida, lo que no sería suficiente para llegar a la inmunidad de rebaño, que se ha estimado en un 60% por lo menos. Por lo cual, si esta falta de confianza se replica en otros países muy poblados y muy bien conectados, cuyos líderes también se negaron inicialmente a aceptar la existencia o la gravedad de la pandemia (como Gran Bretaña, Brasil, India o Rusia), entonces tendremos pandemia para rato, con vacuna o sin vacuna.

Una opción a tener en cuenta, e ir pensando desde ahora, es requerir la aplicación obligatoria de la vacuna. Esta medida ha probado ser muy efectiva en casos de epidemias en muchos países de todo nivel de ingreso. Seguro que esto generará compromisos y conflictos, pues la oposición a la vacunación provoca un enfrentamiento entre el derecho individual a no vacunarse y la responsabilidad de cada individuo de contribuir a la inmunidad comunitaria o de rebaño. La decisión debe tener en cuenta que, al inmunizarme, estoy contribuyendo a la salud colectiva, en especial a la de subpoblaciones de mayor riesgo, como los abuelos, las personas con enfermedades crónicas, los trabajadores de la salud y de la seguridad. Y también a una apertura laboral y económica que es un aspecto muy importante de la salud de una comunidad, particularmente para quienes dependen de su salario de cada día para satisfacer sus necesidades mínimas.  A cambio de este compromiso, la población tiene derecho a esperar que se les administre una vacuna con características adecuadas, lo que debería alertar a los políticos que, por razones no relacionadas con la salud (y sí con cálculos electorales), deseen acelerar irrazonablemente los plazos necesarios para asegurarse de que, antes de administrarlas al público, las vacunas cumplan los requisitos mínimos de seguridad y eficacia. Entretanto, varios tratamientos para disminuir la mortalidad están siendo investigados y utilizados, incluyendo varios mencionados en artículos previos sobre el tema.

Mientras las autoridades de salud trabajan en estas tareas, nosotros —como ciudadanos— no podemos olvidar las medidas que están a nuestro alcance, manteniendo la distancia social, usando las máscaras en público y lavándonos las manos con frecuencia para protegernos entre todos, mientras vivimos esta transición que aún tomará algunos meses.