Nota del editor: Óscar Díaz Moscoso es comunicador social egresado de la Universidad de Lima, analista político y conferencista internacional. Ganador de 4 premios nacionales de Prensa en Perú. Presidente ejecutivo de Viceversa Consulting S.A.
(CNN Español) – Tal como ocurre en Estados Unidos, Francia y Argentina, Perú celebra su aniversario patrio en julio, mes en el que -por tradición- llega una variopinta oferta de espectáculos circenses de diversas nacionalidades y estilos para el deleite de sus pobladores. Desde los imponentes circos rusos, pasando por los acrobáticos mexicanos y los alucinantes circos del lejano oriente.
Sin embargo, este julio no solo sorprendió a Perú con una nueva normalidad que solo permite ver shows circenses por YouTube, sino por un espectáculo tragicómico protagonizado por el nuevo Congreso elegido a principios de este año y que ha sido bautizado como el “Parlamento exprés”. No solo porque su elección no estaba en el calendario electoral peruano y tuvo que realizarse precipitadamente, apenas 3 meses después de que el presidente Martín Vizcarra decidiese disolver al anterior Congreso; sino porque solo tiene una duración de año y medio, en vez de los 5 años que manda la Constitución.
Es justamente en esta improvisación que encontramos la explicación a la carrera populista que pareciera haber emprendido el Poder Legislativo, tomado por la segunda división de la política peruana. Si no, preguntémonos qué político serio se postularía a un Parlamento que dura menos que las eliminatorias al Mundial de Futbol.
Es cierto que la disolución del Congreso anterior contó con la aprobación de más del 80% de peruanos, según todas las encuestadoras serias del país. Pero eso solo habla del grado de rechazo que se ganó a pulso la mayoría fujimorista. Negociando subrepticiamente la liberación del expresidente Alberto Fujimori, condenado por corrupción y crímenes de lesa humanidad, en medio de una lucha intestina dentro de su propio partido, que terminó con el regreso a la cárcel del patriarca de los Fujimori, la expulsión del Parlamento de su hijo Kenyi y la prisión preventiva de la hermana de este, Keiko Fujimori, líder del partido Fuerza Popular.
Pero nada de eso convierte por arte de magia al nuevo Congreso en un laboratorio de ideas integrado por la crema y nata de la política peruana, sino todo lo contrario. Basta decir que dos grupos mayoritarios de este “Parlamento exprés” lo conforman un partido que es el brazo político de una secta religiosa que cree que vivimos en el medioevo y una agrupación que cobija a los seguidores del hermano del expresidente Ollanta Humala. Esto no tendría nada de malo, si no fuese porque Antauro Humala purga una condena de 25 años de prisión por el homicidio de 4 policías en una revuelta en Andahuaylas, en enero de 2005.
Pero volviendo al tema del populismo que asoma, este improvisado Congreso, que estaba pasando desapercibido por la pandemia de covid-19, ha empezado a levantar cabeza, aunque de la peor forma. Con proyectos que promueven desde la libre disponibilidad de los recursos de las Administradoras de Fondos de Pensiones (AFP), poniendo en riesgo el sistema, la posible condonación de deudas que podría hacer quebrar algunas instituciones financieras, hasta la eliminación de los contratos de concesión de los peajes que rompería con la estabilidad jurídica que le costó décadas alcanzar a Perú.
Pero no contentos con estos inconvenientes y más bien envalentonados por el sorprendente 45% de aprobación en las encuestas, los congresistas de la pandemia no tuvieron mejor idea que aprobar de un plumazo el cambio de nada menos que 5 artículos de la Constitución peruana, la noche de un domingo, después de un debate de apenas 5 horas. Algo así como una “reforma constitucional exprés”.
Lo que más revuelo ha causado es la propuesta de eliminar la inmunidad parlamentaria a funcionarios públicos. Y el artículo 117 que abre la puerta para que el presidente de la República sea acusado durante su periodo por traición a la patria, entre otras cosas, si disuelve el Congreso.
Felizmente, todas las instituciones que conforman el aparato estatal pusieron el grito en el cielo y denunciaron enérgicamente la que calificaron de “aberración constitucional condenada a muerte”.
Todo parece indicar que los parlamentarios que celebraban por anticipado este supuesto triunfo sobre el gobierno de Martín Vizcarra, están preparando sus barbas para ponerlas en remojo, pero de la manera más sutil posible, con el fin de disimular la vergüenza. Esta es solo una muestra de lo que es capaz de hacer un poder legislativo plagado de políticos improvisados y advenedizos, sin experiencia alguna en lo que significa producir leyes.
Habrá que estar muy atentos al accionar de este Parlamento que, en un año preelectoral, puede destruir en meses lo que le costó décadas conseguir a Perú, que el año pasado cumplió 21 años de crecimiento económico sostenido.
¿Será el virus del populismo peor que el del covid-19? Veremos.