Activistas a favor de DACA en Nueva York fotografiados el 10 de enero de 2018. (Drew Angerer/Getty Images).

Nota del editor: Roberto Izurieta es director de Proyectos Latinoamericanos en la Universidad George Washington. Ha trabajado en campañas políticas en varios países de América Latina y España, y fue asesor de los presidentes Alejandro Toledo de Perú, Vicente Fox de México y Álvaro Colom de Guatemala. Izurieta también es colaborador de CNN en Español. Las opiniones expresadas en esta columna son del autor. Ver más opiniones en CNNe.com/opinion

(CNN Español) – La vieja técnica que utiliza el presidente Donald Trump es eliminar algo que ya existe, crear caos y luego devolverlo pretendiendo que se le celebre y agradezca por aquello que quitó. Es cansador. Dejemos claro, esa técnica no es de negociación, es –en mi opinión– abuso de poder, pues solo pueden entrar en esa dinámica los que poseen y abusan de su poder.

La historia de los acuerdos comerciales de Estados Unidos (sobre todo con China y con México) es la más notoria. A Trump no le gustan los acuerdo bilaterales, no se siente bien en una foto en grupo; pero en un acuerdo bilateral él puede estar en el centro de la foto y reclamar toda la supuesta gloria para él. Con esta técnica, Trump ha puesto a tantas economías (incluyendo la de EE.UU.) bajo un importante estrés al eliminar acuerdos que tienen historia y un claro beneficio para las partes. Lo logra porque utiliza una relación de poder, no de negociación: anuncia aranceles, guerras comerciales, cierre de fronteras, muros, eliminación del apoyo financiero, de la cooperación internacional; y de esa manera, se vuelve a la mesa de negociación. Sin duda, todo acuerdo toma años de negociación y estipula su actualización, que es necesaria y posible, pero retirarse de un acuerdo (ahora también de la OMS o del Acuerdo de París) crea mucha inestabilidad.

Es tan común que cada vez que Donald Trump anunciaba el retiro de un acuerdo bilateral, comenzaba una guerra comercial, con la consecuente desestabilización del mercado de valores. Esto se ha prestado a especulaciones que indican que lo hace a propósito para que sus amigos puedan invertir en un mercado en caída y esperar la subida una vez que pare la retórica de agresión y amenazas. Luego de meses, aparecía el supuesto nuevo acuerdo. Digo supuesto, porque todos son muy parecidos al anterior (excepto por Nafta), pero ya no son multilaterales sino bilaterales. En otras palabras, son una actualización, pero con su firma y foto.

También es muy común en esos acuerdos la demagogia. Muchas veces, solo se necesita averiguar los nuevos beneficios, como por ejemplo el T-MEC, en el cual las partes de los autos que vienen de uno de los tres países ya no tienen el 62,5% de los componentes sino el 75%.

Con el programa de Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA, por sus siglas en inglés) es más grave porque se juega con la vida de la gente, o con sus sueños, ya que muchos conocen a los jóvenes beneficiarios como “soñadores”. Barack Obama creó DACA en 2012 con un decreto luego de tantos años de disputas infructuosas en el Congreso. Boicots en realidad, sobre todo de la mayoría republicana, porque republicanos como los Bush, Reagan, Romney y muchos otros siempre lo respaldaron. También las cámaras de la producción han apoyado DACA pues, al fin y al cabo, no hay naranjas que se puedan cosechar en la Florida sin ayuda de los inmigrantes. Pero lastimosamente, esos apoyos no lograban superar el boicot de los republicanos más radicales en el Congreso y el Senado.

Por eso Barack Obama crea DACA. Un programa que protege a aquellos “soñadores” que llegaron a EE.UU. sin haber cometido delito alguno, pues eran menores de edad cuando sus padres los trajeron; que habían trabajado honorablemente y habían probado su enorme aporte a EE.UU. (trabajadores honestos y comprometidos, miembros de las Fuerzas Armadas). Al menos ahora reconocemos a otros grandes héroes, los trabajadores de la salud y de la limpieza que son los primeros en el campo de batalla de esta guerra contra el covid-19. Desde el inicio, la gran mayoría de los estadounidenses estaba de acuerdo con DACA. Pero Trump le buscó el ángulo para atraer a parte de su base. Por eso le fue tan útil esa lucha contra los inmigrantes (sobre todo de México) desde el inicio de su campaña electoral, con esa retórica antinmigrante que reforzaba el que no se llegue a un acuerdo integral para la reforma inmigratoria.

Coincido en que DACA debió desde siempre ser una iniciativa legislativa. Cuando lanzan DACA, el Estado pide a los soñadores salir de las sombras y registrarse en una base de datos para concederles el beneficio. Era necesario, pero un gran riesgo que más de la mitad decidió correr. Pero durante los tres años de la administración de Donald Trump desde que él eliminó el programa, cada uno de ellos y sus familias vivieron la amenaza de expulsión.

Hoy, a pocos meses de la elección y en plena pandemia, Trump va a la Florida, el clásico estado de “tendencia electoral incierta” que ha definido tantas elecciones presidenciales, y luego de haber perdido en todas las instancias judiciales hasta la Corte Suprema para desmantelar DACA, anuncia en una entrevista que legalizará a los beneficiarios de DACA. No clarifica si será por iniciativa legislativa, que solucionaría el problema de fondo, o por un nuevo decreto presidencial. Además, la Casa Blanca debió aclarar luego que su nuevo decreto (o propuesta legislativa) no abre el camino a la ciudadanía. Entonces, el nuevo DACA será así como el de Barack Obama, pero 8 años después y ahora con su firma. La clásica de Donald Trump, no da algo, lo devuelve.