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Nota del editor: La doctora Lee Beers es la presidenta electa de la Academia Estadounidense de Pediatría. Las opiniones expresadas aquí son suyas. Lee más artículos de opinión en CNNe.com/opinion

(CNN Español) – La decisión sobre cómo regresar a la escuela este otoño es increíblemente difícil. Los pediatras, los padres y los educadores comparten el mismo objetivo de querer que los niños vuelvan al salón de clase lo más posible, pero debemos hacerlo de una manera segura.

La Academia Estadounidense de Pediatría fue noticia recientemente por nuestra guía sobre el regreso a clases, que recomendó que los estudiantes estén “físicamente presentes en la escuela” lo más seguro posible. Es comprensible que este tema haya captado la atención nacional. Hay mucho en juego, como la salud y la seguridad de los niños, los maestros, el personal y sus familias.

Nuestra guía establece que debemos trabajar de manera activa y segura para lograr el objetivo de que los estudiantes regresen al aprendizaje en persona. La guía especifica que esto debería suceder con medidas cuidadosas para mantener seguros a los estudiantes y al personal, y con la flexibilidad para adaptarse según sea necesario a la prevalencia de covid-19 en la comunidad.

Particularmente para nuestros alumnos más jóvenes, las semanas —o meses— fuera de la escuela pueden tener implicaciones duraderas para su educación. Las clases en línea no son un sustituto equivalente para muchos.

Las escuelas también juegan un papel crítico en el tratamiento de la inequidad racial y social. Esta pandemia es especialmente dura para las familias que dependen de los almuerzos escolares o para quienes tienen acceso limitado a Internet o atención médica. Las escuelas también apoyan a los padres proporcionando lugares seguros para que sus hijos estén antes, durante y después de la escuela, particularmente para los padres que trabajan, incluidos los trabajadores esenciales.

El covid-19 no parece estar afectando a los niños casi tan severamente como otras enfermedades respiratorias. Son menos propensos a infectarse, sufren síntomas leves y son menos propensos a transmitir el virus a otras personas. Las lecciones aprendidas de otros países indican que es posible regresar de manera segura a la enseñanza en persona.

Pero para que las escuelas vuelvan a abrir con seguridad con los estudiantes en el aula, el Congreso y el Gobierno deben proporcionar los fondos y recursos necesarios para ayudarlos a adaptarse y prepararse. Los maestros y el personal deben sentirse cómodos y seguros al enseñar a nuestros hijos.

Las escuelas deberán seguir la guía de los funcionarios de salud pública y adherirse a los protocolos de monitoreo de salud y limpieza, contar con un equipo de protección personal suficiente para maestros, personal y estudiantes.

También deben implementar nuevos procedimientos para transportar a los niños a la escuela, garantizar que los estudiantes hagan deportes y otras actividades extracurriculares que sean seguras, ajustar los horarios del personal y establecer protocolos sobre cómo respondería una escuela cuando un estudiante o un maestro diera positivo por covid-19.

Estos son solo algunos de los desafíos que enfrentan los líderes escolares cuando planean el inicio del año escolar, y debemos estar seguros de que cuentan con el apoyo total para enfrentar esta tarea difícil y esencial.

Estoy alarmada por las recientes declaraciones de los líderes federales, incluido al presidente Donald Trump, que amenazan con retener los fondos federales de las escuelas que no buscan la reapertura en persona en el otoño.

Casi US$ 30 mil millones, la mayor parte del financiamiento federal para escuelas primarias y secundarias, se enfoca en estudiantes desfavorecidos, ya sea de familias de bajos ingresos o aquellos que necesitan educación especial. Cualquier recorte pondría a las escuelas con dificultades financieras en una posición imposible que pondría en peligro a las mismas personas que estamos tratando de proteger.

Nuestra guía también ha sido politizada y malinterpretada por algunos para significar que apoyamos un regreso universal a la escuela sin importar las condiciones. Ninguna de estas interpretaciones es cierta. Cuando la experiencia en salud pública se reformula para ajustarse a los intereses políticos, perjudica a quienes tienen más en juego y la menor oportunidad de abogar por ellos mismos: los niños.

Esta pandemia global ha puesto al descubierto las desigualdades en nuestra red de seguridad social, y nos ha dado una oportunidad única para abordarlas. Es extremadamente preocupante, y un reflejo de las desigualdades sistémicas que deben abordarse, que muchos de los mismos niños y familias que enfrentan un mayor riesgo de morbilidad y mortalidad por covid-19 también enfrentan el mayor impacto negativo potencial por la ausencia de la enseñanza escolarizada.

Si realmente valoramos a nuestros hijos, debemos invertir en ellos y priorizar sus necesidades en nuestra toma de decisiones. Los niños no deberían ser una moneda de cambio político ni deberían ser una idea de último momento.

Apuntemos a un regreso a la escuela guiado por la ciencia y enfocado en los niños.