Nota del editor: Al (Alberto R.) Cárdenas es un abogado y líder de la comunidad latina en Estados Unidos. Ocupó distintos cargos en las administraciones de Ronald Reagan y George H.W. Bush, y fue asesor de la campaña de Jeb Bush en 2016. Es socio de la firma de abogados Squire Patton Boggs y del grupo de interés Cárdenas Partners. Las opiniones expresadas en este comentario pertenecen exclusivamente al autor. Más en la sección de Opinión en CNNE.com.
(CNN Español) – La política en Estados Unidos se ha vuelto tan personal, emocional y divisiva que ahora nos separa a unos de los otros no solo por nuestras creencias políticas sino, además, por las decisiones que tomamos a diario en nuestras vidas.
Hace algunas décadas, muchos estadounidenses, como el resto del mundo, se casaban con alguien según su criterio (como el amor) más que por la política. Hoy en día, muchos estudios y encuestas indican que algunos no se casarían con alguien que tenga creencias políticas diferentes a las suyas.
Elegimos vivir en vecindarios donde sentimos que vive gente que “piensa” como nosotros. Acordamos usar una mascarilla o no, vacunarnos o no, con base en lo que percibimos como las preferencias de nuestros líderes políticos.
Los empleados jóvenes en la política, los medios de comunicación o en el gobierno tienen temor de interactuar con colegas que tengan diferente ideología por miedo a las repercusiones en el futuro de su carrera.
Muchas personas consideran dañino discutir nuestras creencias políticas en ocasiones festivas con la familia, en bodas o en simples reuniones sociales, y aquellos que se animan a tocar el tema, generalmente se arrepienten.
Para resumir, ya no somos una sociedad civil y la política poco sana es la principal causa porque nos tienta a portarnos de manera baja y no a sacar el ángel en nosotros.
La relación entre colegas está en riesgo. El consenso se ha convertido en una palabra sucia entre los funcionarios elegidos, activistas y seguidores de un partido o de otro. Es deseable querer ganar a cualquier costo, lo que en algunos casos resulta atractivo para los adversarios extranjeros.
Estados Unidos está tan polarizado en este momento que las decisiones puede que no se queden en ser tomadas compulsivamente o por persuasión. La más reciente, la vacuna contra el covid-19.
Cada científico parece estar de acuerdo en que nuestro regreso a una normalidad económica y sanitaria depende de la aplicación universal de la vacuna.
La mayoría de los que se oponen a la vacuna están en los dos extremos: no confían en las farmacéuticas o en inocular un agente externo en el cuerpo de sus hijos.
La ultraderecha ha adoptado este credo. El gobierno no tiene el derecho de “decirnos lo que tenemos que hacer” o “lo que tenemos que poner en nuestros cuerpos” (lo mismo argumentan para el uso de mascarillas y el distanciamiento social).
La verdad es que para que las vacunas funcionen y así erradicar el coronavirus de nuestras vidas colectivas, debe existir un mandato para hacer las cosas. El número de personas que parece imposible persuadir es enorme para poder contener el covid-19 de manera efectiva.
Si el gobierno establece la obligatoriedad despertará la furia de aquellos en la extrema izquierda y derecha. La décima enmienda de la Constitución de EE.UU. protege a los estados y gobiernos locales de directrices sin garantías del gobierno federal. Sin embargo, sin un mandato nacional, no podremos vencer al virus.
El manejo de una crisis como la del covid-19 será uno de los temas a tratar en la campaña presidencial de este 2020. La aplicación obligatoria de la vacuna será un componente enorme en el debate.
Pero no nos preocupemos. Los políticos seguramente patearán la lata (el tema) hasta que pasen las elecciones, cuando llegue el momento en que tengan que tomar una posición frente a las vacunas obligatorias. Pero cuando llegue marzo de 2021, o la fecha en la que el antídoto esté disponible para los estadounidenses, los líderes en el gobierno necesitarán comprometerse con una solución que seguramente no será muy popular, no importa su posición política.