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Nota del editor: El Dr. David Wennberg es el director ejecutivo de Quartet Health, una empresa de servicios y tecnología de salud mental. El Dr. Ezekiel Emanuel es vicerrector de iniciativas globales y profesor en la Universidad de Pennsylvania. Las opiniones expresadas en este comentario son de los autores. Vea más artículos como este en cnne.com/opinión.

(CNN) – Cuando la pandemia de gripe azotó a los Estados Unidos en 1918, la atención médica era un privilegio reservado para una élite. Pero el brote generalizado de un virus mortal no contempla jerarquías sociales. Dio muestras de un sistema sanitario inadecuado, al que muy pocos podían acceder.

Como resultado, las personas con visión de futuro construyeron una infraestructura de salud pública desde cero, una de la que todavía podemos destacar su vital importancia.

Más de cien años después, en medio de la pandemia del nuevo coronavirus, enfrentamos las consecuencias de otro sistema inadecuado e inaccesible: la atención de la salud mental. Las presiones psicológicas que ha traído el covid-19 (aislamiento y distanciamiento físico, desempleo en rápido aumento y pérdidas económicas) han desencadenado lo que equivale a una pandemia secundaria para millones de estadounidenses. Necesitamos una revisión de la atención de salud mental en el país.

La ayuda no llega a tiempo. Según una investigación publicada en la Revista de la Asociación Médica Estadounidense, en abril de este año, cerca de tres veces más adultos reportaron angustia psicológica que en 2018. Ese mismo mes, los mensajes de texto a la Línea de Ayuda para Emergencias por Desastres del gobierno federal aumentaron en casi un 1.000%.

A medida que la pandemia nos sigue afectando, los padres -especialmente las madres-, han informado sentimientos de dolor, miedo y soledad mientras equilibran la educación de sus hijos y mantienen trabajos de tiempo completo. Además, los informes de violencia y abuso domésticos aumentan en todo el mundo.

Los asesinatos de George Floyd, Breonna Taylor, Ahmaud Arbery y tantos otros han aumentado la ansiedad y la depresión entre la comunidad negra, agravando la experiencia del trauma y la violencia psicológica causada por el racismo sistémico.

Debemos abordar esta enorme crisis de salud mental. Sin embargo, para realizar cambios significativos, primero debemos examinar la falla de nuestro sistema actual.

Históricamente, la sociedad ha denigrado la salud mental, quizás porque la condición de la mente parece menos “real” o mensurable según los estándares establecidos. Esta noción segrega en gran medida a la salud mental del sistema médico, lo que socava nuestra inversión en el tratamiento y la atención de la salud mental hasta el día de hoy.

Aunque casi uno de cada cuatro adultos estadounidenses experimenta una afección de salud mental cada año, según el Instituto Nacional de Salud Mental, menos de la mitad recibe la atención que necesita.

Una razón es que no hay suficientes profesionales en el campo. En 2012, en Estados Unidos solo había 34 psicólogos por cada 100.000 personas, según la Asociación Estadounidense de Psicología. Hay incluso menos psiquiatras, los especialistas en salud mental que tienen potestad de recetar medicamentos. Solo 13 por cada 100.000 personas en EE. UU., desde 2018.

Para quienes buscan atención, encontrar el tratamiento adecuado puede ser angustiante. Con demasiada frecuencia, las personas con seguro reciben como única solución un número 1-800 en el reverso de una tarjeta para contactar a servicios de atención de salud mental.

Las obsoletas listas de psicólogos y psiquiatras a menudo incluyen “redes fantasma”, lo que sugiere que, de hecho, no contratan seguro, se han jubilado o incluso han muerto, lo que confunde y desalienta a los pacientes a buscarlos a través de ese mecanismo.

Un estudio encontró que, a partir de 2017, los pacientes tenían cinco veces más probabilidades de necesitar salir de la red para recibir atención de salud mental que atención de salud física. No es difícil imaginar el tremendo impacto que esto tiene en la capacidad de los pacientes para obtener ayuda.

Necesitamos un sistema de atención de salud mental adecuado para los desafíos del siglo XXI. La pregunta es, ¿cómo lo construimos?

El primer paso es reconocer que la salud mental es un componente clave de la salud en general. Esto comienza en el consultorio del médico, donde los exámenes de salud mental deben volverse tan rutinarios como tomar la presión arterial.

Evaluaciones de ese tipo como parte de un chequeo estándar ayudaría a los médicos de atención primaria a identificar de manera proactiva las condiciones de salud mental, el primer paso para que los pacientes reciban la atención que necesitan.

Con una comprensión de las necesidades clínicas de los pacientes y la información sobre la experiencia clínica de los profesionales del campo, la tecnología puede ayudar a los pacientes a recibir atención de salud mental en función de sus necesidades y preferencias. Algunos pueden desear atención en persona, otros optar por teleconsultas domiciliarias o atención digital a través de una plataforma segura.

Esta estructura comenzaría a hacer un uso más eficiente de especialistas limitados y llevaría a las personas a esa atención más rápidamente.

Al utilizar la evaluación de salud mental de referencia de un paciente, los médicos y profesionales de salud en este campo podrían establecer objetivos de tratamiento y colaborar con el equipo de atención del paciente, incluido su médico de cabecera.

También podrían hacer un seguimiento del progreso del paciente y saber si se está volviendo más saludable con el tratamiento. Esta información se mantendría segura, al igual que con los registros médicos electrónicos.

Aun así, los conocimientos y la infraestructura por sí solos no arreglarán un sistema averiado. Para respaldar verdaderamente el acceso ubicuo a la atención, necesitamos construir un sistema en el que a los terapeutas se les pague más por contratar seguros. En 2017, a los que participan en ese sector de la salud se les reembolsó un 24% menos que a los médicos de atención primaria.

No es coincidencia que, durante el mismo año, los pacientes encontraran cada vez más difícil hallar profesionales que aceptaran su seguro. Debido a las bajas tasas de reembolso, puede ser más lucrativo trabajar directamente con pacientes que pueden pagar de su bolsillo que trabajar con aseguradoras.

Para abordar esta disparidad, las compañías de seguros de salud deben pagar más a los profesionales para ayudar a los pacientes a recuperarse. A través de la misma tecnología utilizada para medir la salud de los pacientes y hacerlos coincidir con la atención adecuada, las aseguradoras pueden comenzar a conocer la calidad de la atención que brinda un profesional del campo.

En el plazo inmediato, las compañías de seguros médicos pueden utilizar datos de pacientes agregados no identificables para pagar a los psicólogos y psiquiatras más dinero por brindar una excelente atención. A largo plazo, ahorrarán dinero.

Los estudios muestran que mejorar el acceso de los pacientes a la atención de salud mental reduce los costos generales de los planes de salud, particularmente en lo que respecta a las condiciones físicas crónicas.

Esto sería beneficioso para los planes de seguro médico, los profesionales y, lo que es más importante, los pacientes. Las personas con problemas de salud mental podrían estar en mejores condiciones. Los planes de seguro médico ahorrarían costos a largo plazo. Y los terapeutas ganarían más dinero para practicar la atención centrada en el paciente.

Sabemos que hacer estos cambios no será fácil, pero son fundamentales. Las condiciones de salud mental no son experiencias únicas. A menudo son afecciones crónicas que presentan diferentes necesidades en diferentes momentos. Debemos asegurarnos de que los pacientes puedan acceder a la atención que necesitan, especialmente durante los momentos más difíciles, para que puedan mantenerse saludables durante toda su vida.

Así como la gripe de 1918 nos mostró que el acceso a la atención médica no puede limitarse a unos pocos, la pandemia actual confirma que ya no podemos esperar por un sistema de atención de salud mental de calidad. Tenemos el conocimiento. Tenemos la tecnología. Tenemos las capacidades. Ahora, necesitamos el coraje para actuar.