(CNN Español) – Este vecindario huele a sueños, enojo, melancolía y arepa. El Doral o “Doralzuela” como le dicen algunos, se ha convertido en una pequeña Venezuela. Un sencillo suburbio a las afueras de Miami, donde se ha concentrado una importante comunidad de venezolanos y sus descendientes en Estados Unidos. Hombres y mujeres que, por diversas razones, han dejado atrás su historia en el país sudamericano con sabor caribeño para escribir una nueva en su nueva patria. Un fenómeno que ha ido en aumento. Entre 2000 y 2017, la presencia de venezolanos radicados en este país se ha incrementado en 352%.
Tal es el caso de Carolina y Manuel, un matrimonio de exitosos profesionales originarios de La Trinidad, en el sudeste de Caracas.
Cuando las condiciones económicas y de seguridad se fueron complicando, dicen que no tuvieron otra opción más que salir y buscar una mejor vida para sus dos hijas. Manuel, el padre, se desempeñaba como científico-médico. Tenía su propio laboratorio con más de 80 personas a su cargo. Cuando llegó a Estados Unidos, el cambio fue drástico. Se dedicó a lavar platos para subsistir. “Fue difícil, estoy muy agradecido con la gente que me dio empleo”, afirmó Manuel a CNN con la voz entrecortada.
Su esposa Carolina detalló como la situación se volvió cada vez más insostenible: “En verdad estaba muy preocupada por mis hijas, por su seguridad allá. Nos robaban las luces de nuestra casa, incluso el bote de basura, pues lo utilizan para sacar agua del río y poder almacenarla en sus hogares; la gente se roba todo…”. Para ambos, la esperanza de regresar a su natal Venezuela es casi inexistente.
Fue en los años 70 cuando este país sudamericano vivió su máximo esplendor. Era una de las naciones más ricas de América Latina, gracias al precio del petróleo. Pero la volatilidad y las malas administraciones, entre otros factores, cambiaron la situación drásticamente. Hoy Venezuela, el país con las mayores reservas de crudo del mundo, atraviesa una severa crisis política, económica y social que ha empujado a millones de personas a emigrar y buscar certeza en otras latitudes.
Tal como lo hizo Carinés Moncada, residente del Doral. Desde hace 22 años es coanfitriona del programa radiofónico “Cada Tarde”, donde conversa sobre temas políticos dirigidos a la comunidad latina. “He estado aquí por más de 30 años, así que he visto el crecimiento. Antes solía manejar como 30 o 45 minutos para comprar comida venezolana. Ahora, en Doral tienes un restaurante cada 5 minutos”, le cuenta Moncada a CNN.
Hablar de política es delicado. Reconoce haber votado por Barack Obama en 2012, pero luego cambió de partido y en 2016 votó por Donald Trump. Aunque su punto de vista puede resultar polémico, ella explica su argumento: “La única administración que en realidad ha hecho algo en los últimos 20 años contra la dictadura es Donald Trump. Te agrade o no, a mí sí me gusta la manera en que su administración ha operado contra la dictadura y siempre voy a estar muy agradecida por eso. Necesitamos sangre nueva en Venezuela”, afirmó.
La diversidad de opiniones y posicionamientos es parte de la identidad del Doral. Los nuevos residentes han logrado integrarse sin perder sus costumbres, pero adecuándose a su entorno. Para los recién llegados, se trata de un proceso complejo; lidiar con la melancolía de la tierra que se ha dejado, pero también manejar el nerviosismo de arrancar nuevamente.
José Colina, un militar retirado venezolano, llegó a Estados Unidos huyendo de la persecución política. Durante dos años estuvo recluido en centros de detención, hasta que el gobierno le otorgó asilo en 2006. Sabe en carne propia lo que es tener que dejarlo todo y comenzar de cero. Dos años después, fundó “Perseguidos Políticos Venezolanos en el Exilio”, una organización dedicada a asistir a la comunidad de venezolanos en estados Unidos , a informarlos sobre asuntos de inmigración y especialmente, de asilo. “Lo que sea que ayude a esta comunidad, lo voy a apoyar. Es lo más importante en mi vida, mi país”, afirmó.
También influye la política estadounidense. Hay quienes se dicen partidarios del presidente Donald Trump porque consideran que ha tenido una política de mano dura hacia el gobierno de Nicolás Maduro y porque reconoce a Juan Guaidó como presidente interno de Venezuela. Otros no. Otros tienden a ser demócratas porque piensan en que ya sería hora de que este gobierno le diera un estatus de protección temporal (TPS) a los venezolanos indocumentados en este país y no lo ha hecho. La política de aquí y la de allá.
Pero el lugar de encuentro siempre es en una mesa frente a las arepas, que parecen acabar por un momento con las divergencias políticas.
Aquí en “Doralzuela” se sigue haciendo comunidad. Se vive entre la añoranza y el deseo de un futuro mejor. La gente que ha hecho de este rincón del sur de la Florida su casa, su proyecto de vida, o. mejor dicho, su nueva vida. Sin olvidar que aquel hogar en Venezuela ha dejado de ser un espacio físico para llevarse ahora en la mente y el corazón.
Con información de W. Kamau Bell