Crédito: MENAHEM KAHANA/AFP via Getty Images

Nota del editor: David Bittan Obadia es abogado, escritor, analista de temas políticos e internacionales, columnista en el diario El Universal de Venezuela y colaborador en varios medios de comunicación. Como conferencista, participó en el Congreso Judío Mundial y fue presidente de la comunidad judía de Venezuela. Su cuenta de Twitter es @davidbittano. Las opiniones expresadas en esta columna son exclusivamente del autor. Ver más artículos como este en cnne.com/opinión.

(CNN Español) – El 15 de septiembre se selló en la Casa Blanca un acuerdo de paz entre Israel, los Emiratos Árabes Unidos (EAU) y Bahrein. Los antecedentes de este evento en el Medio Oriente son los acuerdos de paz firmados por Israel, con Egipto en 1979 y con Jordania en 1994.

Las preguntas que se hacen muchos es: ¿Por qué se firma en estos momentos este acuerdo? ¿Pasa la verdadera paz en la región por estas iniciativas?

Particularmente, considero que cualquier acercamiento a la paz es positivo, independientemente de que, en este caso, pudieran usar el hecho con motivaciones políticas, favoreciendo al presidente Trump en su carrera por la reelección o al primer ministro Benjamin Netanyahu, para distraer la atención del mal manejo de la pandemia (covid-19) y de otros problemas, personales y políticos, que está confrontando.

Existe hoy una nueva realidad en el Medio Oriente y el tablero geopolítico comienza a decantarse; la razón de fondo es la pugna entre los suníes y los chiitas.

El problema surge porque los chiitas, siendo minoría ante los suníes -quienes representan el 85% del mundo musulmán-, algunos, de la mano de Irán, tratan de imponer su voluntad: la sharia, que es la ley islámica. Esta pugna, entre ambos, es más fuerte que su odio común hacia el Estado judío.

Colocarse del lado de Israel les garantiza a los Emiratos Árabes Unidos y a Bahrein poder diversificar sus economías, divisando una época postpetrolera.

Con los palestinos, cuando no es una cosa es otra, y en parte es por la profunda división interna. Se sienten perjudicados porque siguen perdiendo oportunidades, saben que -inevitablemente- otros países se sumarán a la paz con Israel; sus socios tradicionales se alejan de ellos al ser testigos de todas las propuestas de paz rechazadas, por negarse a aceptar los asentamientos judíos en la Ribiera Occidental y a que solo se suspenda la anexión de territorios y no se eliminen, y a reconocer al Estado de Israel.

El mundo se percata de que los palestinos son rehenes de los iraníes, quienes los utilizan para calentar la región.

El acuerdo firmado recientemente ejercerá presión sobre los palestinos para que también se sumen a la paz. Incluso algunos opinan que esta situación podría ayudar a limar las profundas diferencias entre Fatah y Hamas. Pero, lamentablemente podría ya ser tarde para el Gobierno Autónomo Palestino en la Ribera Occidental, pues perdió el control de su casa.

Ojalá este acuerdo logre cambiar el rumbo de la historia. Yo, por ahora, me quedo con estas líneas de Netanyahu: “Superemos cualquier división política. Dejemos todo el cinismo a un lado. Permitámonos sentir en este día el pulso de la historia. Después de que la pandemia haya desaparecido, la paz que hacemos hoy perdurará”.