Nota del editor: Jeffrey D. Sachs es profesor y director del Centro para el Desarrollo Sostenible de la Universidad de Columbia. Las opiniones expresadas en este comentario son las del autor; ver más opinión en CNN.
(CNN) – El gobierno Trump anunció su rendición incondicional a la pandemia de covid-19.
“No vamos a controlar la pandemia. Vamos a controlar el hecho de que recibamos vacunas, terapias y otras áreas de mitigación”, dijo el domingo el secretario general de la Casa Blanca, Mark Meadows, a Jake Tapper, de CNN, en “State of the Union”.
Donald Trump se ha rendido sin siquiera unirse a la batalla. No tengo ninguna duda de que será recordado como el mayor fracaso presidencial en la historia de Estados Unidos.
Su hermana, Maryanne Trump Barry, ha dicho que Trump no tiene principios y que solo quiere apelar a su base. Sin embargo, su falta de principios quizás no sea la razón principal de su rendición. Su estupidez notable y aparentemente ilimitada es más probablemente la causa principal.
Como lo dejaron perfectamente claro las cintas de Bob Woodward, Trump en realidad conocía los peligros extremos de una epidemia que, hasta ahora, ha cobrado 230.000 muertes en Estados Unidos, una cifra que aumenta en alrededor de 1.000 cada día de inacción de Trump.
La estupidez de Trump se debió a su falsa creencia de que la elección que tenía el país era dejar que la epidemia se desatara o cerrar la economía. Por muchas razones, tal vez incluyendo el fuerte endeudamiento de la Organización Trump, Trump eligió en todo momento la economía antes que tratar de detener la propagación del virus.
Sin embargo, toda la premisa de Trump estaba totalmente equivocada. La elección correcta no fue detener la economía, sino introducir políticas básicas de salud pública que detengan la transmisión del virus sin cerrar la economía y sin esperar vacunas y terapias (tan deseables como serán cuando lleguen).
Las políticas básicas de salud pública son conocidas por cualquier estudiante de Salud Pública de primer año, y ciertamente por los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades, que el equipo de Trump ignoró y reprimió. De hecho, las políticas básicas son tan conocidas que tienen un nombre: intervenciones no farmacéuticas (NPI por sus siglas en inglés). Incluyen pruebas rápidas, rastreo de contactos, aislamiento seguro, mascarillas y prácticas laborales seguras. Australia, China, Japón, Corea del Sur, Nueva Zelandia, Taiwán y Vietnam han reprimido en gran medida la pandemia sin cierres continuos.
Los tres grupos que apoyaron a Trump en su “estrategia” contra el covid
Trump se rodeó de tontos y bribones que se hicieron eco de su falsa creencia de que la elección era covid vs. economía. Esto incluye tres tipos de asesores que llevaron a Trump a su probable desaparición política inminente y al sufrimiento masivo de nuestra nación.
El primer grupo fueron los predicadores evangélicos que estaban más interesados en llenar sus cuentas bancarias que en salvar a sus feligreses. Muchos de ellos contrajeron la enfermedad en sus megaiglesias. Esta es una parte clave de la base de Trump. Sus líderes ayudaron a llevar a Trump a la calamidad.
El segundo grupo fue el imperio mediático de Murdoch con el “liderazgo intelectual”, si se puede llamar así, del consejo editorial de The Wall Street Journal y el nihilismo de Fox News. Lo increíble de la junta editorial de The Wall Street Journal es que estaban tan obsesionados con el cierre de la economía, que no consideraron seriamente a las NPI, a pesar de su éxito probado en la región Asia-Pacífico. Como resultado, los editores del Journal pasaron por alto el enfoque político más efectivo y, por lo tanto, ayudaron a llevar a Trump al desastre.
El tercer grupo estaba formado por aquellos que se pondrían de pie y se opondrían al abrumador consenso científico sobre las NPI, reforzando así a Trump en su convicción de no hacer nada. El reciente consejo pseudocientífico del Dr. Scott Atlas, de la conservadora Hoover Institution de la Universidad de Stanford, proporcionó el simulacro de aprobación académica a la posición de no hacer nada de la Casa Blanca al llamarla “inmunidad colectiva”, una posición que la comunidad de salud pública rechazó rotundamente.
Puede que Trump se haya rendido, pero la inmensa mayoría de los estadounidenses no lo ha hecho. Preferimos aplicar el espíritu de la determinación de Winston Churchill en tiempos de guerra a nuestra batalla contra el virus, declarando que lucharemos contra la pandemia “en las playas, lucharemos en los terrenos de aterrizaje, lucharemos en los campos y en las calles, lucharemos en las colinas; nunca nos rendiremos”.
Estamos listos para usar mascarillas, para hacer pruebas, para distanciarnos socialmente, para aislarnos cuando sea necesario, para mantener nuestras oficinas y tiendas seguras para el público. Queremos salvar a nuestros padres, hermanos, hijos, amigos y conciudadanos de una enfermedad mortal que no solo cobra vidas, sino que puede provocar graves discapacidades a largo plazo, incluidos trastornos cognitivos, para muchos de los que sobreviven a las infecciones.
Dios nos ayude a votar y a contar las papeletas honestamente. Si los estadounidenses se presentan en gran número y votan en función de las actitudes que expresan a diario a los encuestadores, muy pronto tendremos un nuevo presidente y una nueva oportunidad de vida. Mientras tanto, nuestros gobernadores y alcaldes deben intensificar sus esfuerzos para suprimir el virus hasta que llegue un Gobierno federal decente, sano y competente bajo el liderazgo de Joe Biden, el 20 de enero.