Nota del editor: Jill Filipovic es una periodista residente en Nueva York y autora del libro “Ok Boomer, hablemos: Cómo mi generación se quedó atrás”. Síguela en Twitter. Las opiniones expresadas en esta columna son exclusivamente suyas. Lee más artículos de opinión.
(CNN) – A menos que surja repentinamente una conciencia colectiva, los republicanos del Senado confirmarán a la jueza Amy Coney Barrett para la Corte Suprema el lunes. Le han dicho al público –y lo reiteraron con un voto de 12 a 0 de su nominación en la Comisión Judicial del Senado– que este es un camino perfectamente legítimo a seguir, y que Barrett es una jueza altamente calificada que seguirá la ley. Lo que no han mencionado es su ideología extrema.
Esas afirmaciones son también un insulto a nuestra inteligencia. Esta confirmación, que rompe tanto las normas bien establecidas como las reglas formales del Senado, es muy inusual y profundamente irrespetuosa.
La fe católica de Barrett en particular ha sido objeto de la defensiva conservadora. Las principales afirmaciones de los republicanos a menudo citan un comentario incómodamente dicho pero no necesariamente falso de la senadora Dianne Feinstein durante la audiencia de confirmación de Barrett en 2017 para el Séptimo Circuito. Dicen que los liberales apuntan contra ella por ser religiosa y que cualquier pregunta sobre cómo su fe puede afectar su jurisprudencia es similar a una prueba religiosa inconstitucional.
Pero fue la propia Barrett quien introdujo la religión, dejando claro en sus escritos que sus opiniones religiosas personales también dan forma a sus opiniones profesionales. Su trabajo académico ha reflejado su opinión de que la Roe vs. Wade no es una buena ley establecida, a pesar de que le contó a la Comisión Judicial otra historia.
Lo más revelador es que coescribió un artículo de revisión de la ley que sugiere que los jueces católicos no pueden decidir de manera justa los casos de pena de muerte que entran en conflicto con sus creencias religiosas. Y, por lo tanto, deberían recusarse en algunos casos, lo que plantea una serie de preguntas preocupantes (que no fueron abordados satisfactoriamente por ella durante su confirmación) sobre posibles casos relacionados con el aborto, la anticoncepción o los derechos LGBTQ, que también son temas sobre los que la Iglesia Católica adopta una postura firme.
“Los jueces católicos (si son fieles a las enseñanzas de su iglesia) están moralmente impedidos de hacer cumplir la pena de muerte”, escribió Barrett. Los jueces católicos, dice el artículo, deben cumplir con el juramento de su cargo, pero también con las enseñanzas morales de la iglesia. Y de manera reveladora, Barrett sostiene que las enseñanzas morales de la iglesia sobre el aborto son incluso más estrictas que las de la pena de muerte. “Las prohibiciones contra el aborto y la eutanasia (correctamente definidas) son absolutas; las que están en contra de la guerra y la pena capital no lo son”. Desde su nominación, ha dicho que los jueces no son políticos y deben dejar de lado sus propias opiniones sobre políticas. Sin embargo, quedan preguntas.
Seré honesta: espero que Barrett ejerza su brújula moral en la Corte Suprema cuando se trata de casos capitales. La pena de muerte es un ultraje moral, y el hecho de que Estados Unidos ejecute a tantos de sus ciudadanos debería ser una profunda vergüenza para nuestra nación. Pero el caso que los republicanos del Senado están defendiendo sobre Barrett es que ella es una jueza que sigue la ley, no sus creencias religiosas. La verdad es que sus respuestas al Congreso y sus propios escritos cuentan una historia totalmente diferente.
Algunas de sus creencias, declaraciones y omisiones, si se convierten en ley, podrían causar un daño tremendo a millones de estadounidenses. Por ejemplo, a diferencia del juez John Roberts, quien durante sus audiencias de confirmación afirmó el caso de 1965 Griswold vs. Connecticut, que estableció derechos de privacidad para que las parejas casadas usaran anticonceptivos y allanó el camino para Roe vs. Wade, la jueza Barrett se negó a respaldarlo.
Ella estuvo en desacuerdo con un fallo del Tribunal del Séptimo Circuito que permitió un bloqueo temporal en la política de la administración de Trump para poner en desventaja a los solicitantes de tarjetas de residencia que soliciten asistencia pública.
En un ensayo de revisión de la ley de 2017, Barrett criticó el fundamento que Roberts usó para votar para salvar la Ley del Cuidado de Salud Asequible, diciendo que empujó la ley “más allá de su significado plausible para salvar el estatuto”. En 2006, agregó su nombre a un “anuncio del derecho a la vida” patrocinado por un grupo que se opone al aborto y que pedía “el fin del legado bárbaro de Roe vs. Wade y restaurar las leyes que protegen las vidas de los niños por nacer”. Diez años después, Barrett dijo en un discurso que si bien creía que aunque Roe no sería anulada, el acceso al aborto podría eventualmente ser limitado.
Mientras tanto, Estados Unidos está en problemas. Muchos de los derechos que tienen las personas y mujeres LGBTQ no solo son objeto de debate, una indignidad que es enloquecedora, pero no nueva, sino que ahora está realmente bajo amenaza inmediata.
Sobre los derechos LGBTQ, Barrett está lista para unirse a una mayoría conservadora en la Corte Suprema, algunos de cuyos miembros ya han expresado su hostilidad hacia la decisión Obergefell vs. Hodges que legaliza el matrimonio igualitario.
Y, sin embargo, esos jueces parecen ser más conservadores que el propio papa en cuestiones de relaciones entre personas del mismo sexo. Los recientes comentarios del papa sobre la dignidad de las personas LGBTQ y la obligación católica de tratar a todas las personas como hijos de Dios se alinean con la forma en que viven realmente muchos católicos. Y, según un informe reciente de Associated Press que provocó una fuerte respuesta defensiva de los republicanos del Senado, contrasta fuertemente con la elección de escuela de Barrett para sus hijos y las organizaciones a las que se unió.
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Millones de católicos en todo el mundo se han negado a discriminar a sus hermanos y hermanas LGBTQ, a pesar de las enseñanzas discriminatorias de la iglesia sobre la homosexualidad. Ahora, el papa Francisco ha alentado gentilmente a las personas e instituciones católicas a ser más amables y menos críticas. Ese momento no debe tratarse como una coincidencia. Sus palabras subrayan para los estadounidenses, católicos o no, que la fe devota no tiene por qué ser sinónimo de juicio o discriminación.
Si bien el papa Francisco abogó y modeló una mayor aceptación de las personas LGBTQ en la iglesia –al menos diciendo que la iglesia debería tratar a las personas homosexuales como hijos de Dios y respetar las uniones civiles del mismo sexo, solo no el matrimonio– Barrett, según AP, ha sido miembro de grupos –Trinity Schools, “afiliados” a People of Praise– que se esfuerzan por excluir y estigmatizar no solo a las personas LGBTQ, sino a sus hijos.
Se unió voluntariamente a People of Praise, que según exmiembros del grupo citado por AP tiene puntos de vista hostiles hacia las personas LGBTQ y es conocido por una interpretación patriarcal de la doctrina católica. Y formó parte de la junta directiva de Trinity Schools, una red de escuelas cristianas privadas que, según AP, no solo prohibió emplear maestros LGBTQ sino que se negó a admitir a los hijos de parejas del mismo sexo.
La escuela niega que discriminen, pero si este informe es cierto, Barrett envió a varios de sus propios hijos a una escuela Trinity, donde serían segregados por la política escolar de los niños de familias LGBTQ. Trinity Schools, Inc. no ha respondido repetidas solicitudes de comentarios de CNN.
Trinity Schools tiene el derecho, según la Primera Enmienda, de excluir a los niños LGBTQ y a los niños de padres LGBTQ. Pero Barrett no se vio obligada a enviar a sus hijos allí, ni a apoyar y dar forma a la misión de la escuela siendo parte del Consejo. Esa fue una elección. Si la información es cierta, esa elección no la hubiera tomado una persona que afirma los derechos y la dignidad de las personas LGBTQ.
Las opiniones de Barrett sobre el derecho al aborto también son claras. Sus defensores dicen que esos puntos de vista son personales y ella gobernará de acuerdo con la ley de Estados Unidos. Pero la propia Barrett ha escrito que los católicos ortodoxos están obligados, según las enseñanzas eclesiásticas más “absolutas”, a seguir las exigencias de su fe.
Barrett será confirmada. Dijo las cosas correctas durante sus audiencias de confirmación, y seguramente las terminará en el lenguaje del originalismo. Pero no nos engañemos: sus creencias son precisamente la razón por la que el presidente Donald Trump la nominó a la corte. Una vez que esté en el estrado, todos veremos las defensas de ella por las grandes mentiras que son. Pero para entonces será demasiado tarde.