Nota del editor: Mari Rodríguez Ichaso ha sido colaboradora de la revista Vanidades durante varias décadas. Especialista en moda, viajes, gastronomía, arte, arquitectura y entretenimiento. Productora de cine. Columnista de estilo de CNN en Español. Las opiniones expresadas en esta columna son exclusivamente suyas. Lee más artículos de opinión en cnne.com/opinion.
(CNN Español) – Uno de los más divinos momentos de nuestro estilo de vida es disfrutar platillos muy especiales del mundo gourmet que nos rodea.
Y en estos meses de covid-19 –en los que hemos pasado tanto tiempo en casa- se ha acentuado nuestro gusto por aprender a cocinar y comer mejor y más rico que nunca.
Y la maravillosa sensación de morder un trocito de un macarrón recién hecho es uno de esos grandes placeres gourmet. ¡Puro ensueño! ¿no crees? Muy de moda en todo el mundo desde hace unos años, creo que los mejores vienen de Francia, donde supuestamente fueron inventados (según la versión más corriente, en un convento de las ursulinas en Saint-Émilion donde las monjas eran expertas en preparar dulces de almendra y hacían un pastel o torta llamada “macaroon”) aunque ya en el siglo VIII, en libros de cocina de Venecia, hay recetas de ellas. Como muchas cosas en la gastronomía, se discute su lugar de origen pero no su popularidad. El macarrón es una especie de galletita o merengue muy ligero, hecho a base de claras de huevo, polvo o granulado de almendras, azúcar y colorantes de repostería. Esas galletitas se hornean individualmente, después se unen 2 de ellas, formando un sándwich, y después de rellenarlas con un ganache, o crema de distintos sabores ¡hemos creado un macarrón!
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Los hay de infinidad de sabores -y continuamente hay más, pues en cada estación aparecen en las pastelerías nuevas combinaciones de rellenos- aunque mis favoritos son los clásicos, como el ‘caramel salé’, pistacho, vainilla y limón. El ‘secreto’ de un perfecto macarrón’ -según me comentó una vez el famoso chef Paul Bocuse, al que tuve el placer de entrevistar y visitar en su restaurante de Lyon- es que no tengan demasiado relleno, y no sean exageradamente dulces. Igual que deben ser suaves pero tener un exterior ‘ligeramente’ crujiente. Cuando se endurecen -y tiene la textura de merengues horneados más bien duros- no son ideales. Entre los muchos lugares que los confeccionan me siguen fascinando los superfamosos de Ladurée que ya tiene sucursales en muchas ciudades internacionales -aunque los de Fauchon (donde los probé por primera vez hace muchos años en París) igual que los del salón de té Angelina’s en París- son también deliciosos. Pero hay que tener cuidado cuando se compren para llevar a casa, y que los macarrones no estén frescos, pues son carísimos y decepcionantes. Me ha pasado varias veces, especialmente en la boutique de Ladurée en el aeropuerto de Orly.
Resumiendo: el macarrón es un alimento-tendencia que ha enamorado a medio mundo. Según el chef Bocuse, son una de las joyas de la repostería francesa. Un trozo dulce en el que la primera mordida es una sorpresa donde descubrimos su sabor y textura -y de ahí en adelante degustarlo es un maravilloso placer, que el chef me comentó era “todo un bocado celestial”.