Nota del editor: Roberto Izurieta es director de Proyectos Latinoamericanos en la Universidad George Washington. Ha trabajado en campañas políticas en varios países de América Latina y España, y fue asesor de los presidentes Alejandro Toledo, de Perú, Vicente Fox, de México, y Álvaro Colom, de Guatemala. Izurieta también es colaborador de CNN en Español. Las opiniones expresadas en esta columna son exclusivas del autor. Ver más opiniones en cnne.com/opinion
(CNN Español) – Son tiempos distintos y ya no podemos esperar que las elecciones y la política sigan siendo iguales que antes. Escuchamos con frecuencia que el presidente Donald Trump cambió la forma de hacer política en Estados Unidos y que esa forma está aquí para quedarse. Sin embargo, pienso que Donald Trump refleja los cambios sociales, políticos y de la forma que tenemos de relacionarnos.
Más que la causa, Trump es la expresión de un problema mayor, a pesar de que sabe muy bien aprovecharse de ello. La pandemia y la crisis económica acrecientan la frustración y el dolor de la gente. Las redes sociales ofrecen una plataforma para viralizar y aprovechar ese dolor a través de las noticias falsas, y Trump, a su vez, saca ventaja de esos fenómenos y los utiliza a su favor. Estos fenómenos están aquí para quedarse, al menos hasta que vengan otros.
Trump siempre entendió la importancia de la visibilidad, la notoriedad (aun a costa de los escándalos), y la temporalidad (cada día es distinto y la mayoría de la gente no lleva un registro de lo dicho ayer o la semana pasada). Trump es el hoy y el aquí. Y, en todo caso, él es también más “yo” que “nosotros”.
¿Somos ahora más individualistas? ¿Somos más superficiales? No lo creo. Pienso que, como siempre, la tecnología y la comunicación (que en este caso van de la mano) visibilizan, exponen y potencializan esas características sociales (y ahora también políticas).
Los niveles de educación de los países no cambian de la noche a la mañana: mejoran o empeoran durante el tiempo, en función de la inversión que hagamos como sociedad en el sistema educativo. La educación de la población mejora gracias a la conciencia colectiva y políticas educativas implementadas durante los últimos años. El pobre nivel educativo en nuestra región (y, en general, en la gran mayoría de nuestras sociedades) es una de nuestras peores carencias, incluso antes del advenimiento de las redes sociales.
Trump surgió económicamente por la herencia que le dio su padre y sobrevivió (o resurgió) haciendo constantemente juicios y leyes de bancarrota para sacar la mejor ventaja, como él mismo lo ha dicho. Creó su propia marca de bienes raíces, hoteles, casinos y campos de golf. Pudo haberle puesto otro nombre como IBM, Tesla, Coca-Cola, pero el nombre Trump era su preferido. El programa de televisión The Apprentice (con su famosa frase “estás despedido”) le dio la visibilidad y notoriedad que necesitaba. Era un programa diseñado para él mismo y fue muy popular. La marca quedó creada.
Trump va a ser Trump y eso no va a cambiar. Como decía en mis entrevistas de CNN en Español, desde el mismo día de las elecciones en la cobertura del programa especial Directo USA, para Trump existen dos escenarios: ganar o decir que la elección fue fraudulenta. Él no reconoce sus derrotas. Eso es parte de su forma de ser. Incluso ahora, cuando la Corte Suprema negó una demanda que lideró Texas —y a la que él apoyó rápidamente—para revertir el resultado de las urnas.
A Trump le gusta poner apodo a las personas y a las cosas. Luego de sus constantes intentos judiciales por tratar de cambiar el resultado electoral, y si Biden tuviera más sabor político latino, le llamaría al actual presidente con el nombre de la popular telenovela “La usurpadora”.
Cuando Trump se detuvo en Georgia para supuestamente respaldar a los candidatos republicanos al Senado, cuya elección en segunda vuelta definirá la mayoría de la nueva Cámara Alta, se la pasó hablando de sí mismo, de sus frustraciones, de su propia verdad y de lo que hoy es su relato principal: No perdí las elecciones, me las robaron. Trump no acepta la realidad, sino que describe la suya y la promueve con la habilidad que ha aprendido toda su vida: el hoy y el aquí. A pesar de que Trump tenía un discurso por escrito, tan solo por momentos se refirió a esa contienda electoral por el Senado que definirá no solo el futuro legislativo de EE.UU. sino también el equilibrio del poder para los próximos años.
La elección de Georgia del 5 de enero también reflejará esta nueva realidad. Viendo el debate de esta semana entre candidatos a senadores no me sorprende. La republicana Kelly Loeffler no demostraba ninguna empatía o expresaba ninguna emoción. La palabra más usada para describirla en las redes fue que parecía un robot, pero aun así podría ganar. Y puede hacerlo a pesar de que Donald Trump insiste sin fundamentos en que hubo fraude y en que las elecciones están amañadas. ¿Si están amañadas para qué salir a votar? Los candidatos, políticos y líderes del partido republicano están entrampados con Trump. No pueden distanciarse de él porque temen perder el apoyo de su base. El dilema está en que, si lo contradicen, pierden su base electoral, pero si no lo hacen, pierden a los votantes independientes y las elecciones, tal cual sucedió el pasado noviembre.
¿Acaso los promotores y seguidores de las teorías de la conspiración no encontraron en Trump a su líder y representante? De nuevo, Trump no creó las teorías de las conspiraciones, las noticias falsas o el populismo; todas esas fuerzas lo encontraron a Trump y ahora expresado en él o mañana en otro, esas fuerzas están aquí para quedarse. Tenemos que aprender a sobrevivir con ellas y superarlas. Como las superó Biden el 3 de noviembre.