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Nota del editor: Thomas Balcerski enseña historia en Universidad Estatal del Este de Connecticut. Es el autor de “Bosom Friends: Bosom Friends: The Intimate World of James Buchanan and William Rufus King” (Oxford University Press). Puedes encontrarlo en Twitter @tbalcerski. Las opiniones expresadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor. Ver más artículos de opinión en CNNe/opinión. Esta pieza fue actualizada para reflejar las últimas noticias.

(CNN) –– La elección presidencial de 2020 quedará para los libros de historia. Tras una larga campaña en medio de una pandemia mundial, el exvicepresidente Joe Biden derrotó al presidente en funciones Donald Trump por un amplio margen en el voto popular y un conteo decisivo en el Colegio Electoral.

Según la Enmienda 20 de la Constitución de Estados Unidos, el mandato de un presidente saliente termina al mediodía del 20 de enero. Pero Trump, que cuestionó los resultados de las elecciones durante dos meses, tuiteó que no asistirá a la toma de posesión de su sucesor.

La historia tiene algunos indicios de cómo puede ser esa jornada para el cambio de mando en 2021. En el pasado, tres presidentes salientes se negaron a asistir a la toma de posesión de sus sucesores. Se trata de John Adams en 1801, John Quincy Adams en 1829 y Andrew Johnson en 1869. De mala forma incluso entonces, sus casos proporcionan un ejemplo adecuado de lo que puede seguir en el dividido clima político actual.

En tiempos muy polarizados, en los que se cuestionan los resultados de una elección, la negativa de un presidente saliente a asistir a la toma de posesión del nuevo mandatario ha provocado resultados sorprendentemente beneficiosos para el país. En los tres casos, el líder entrante dirigió gobiernos muy populares y ganó dos mandatos.

Todo esto puede ser un buen augurio para el futuro político de Biden.

Aquí te contamos sobre los tres presidentes salientes que boicotearon la toma de posesión de su sucesor:

John Adams (1801)

El presidente John Adams

La elección de 1800 fue una de las más amargas en la historia del país. El presidente John Adams, en funciones, buscó un segundo mandato. Sin embargo, enfrentó el poderoso desafío de su propio vicepresidente, Thomas Jefferson. Además, hubo un escenario aún peor para Adams: la opinión popular estaba en su contra. Esto, debido a la defensa que hizo de las altamente divisivas Leyes sobre Extranjería y Sedición de 1798, que restringieron las actividades de los ciudadanos extranjeros y limitaron la libertad de expresión y de prensa.

El proceso de votación en sí fue igualmente complicado. Antes de la aprobación de la Enmienda 12 en 1803 que regularizó el proceso de selección, los electores votaban no por una sola fórmula sino dos veces por individuos. De manera que la presidencia y la vicepresidencia se decidía a favor de quienes recibieron la mayor cantidad de votos y la segunda mayor cantidad.

¿El resultado en 1800? Un empate entre Jefferson y su compañero de fórmula Aaron Burr. Lo que significó que la decisión de la elección luego se trasladó a la Cámara de Representantes. Mientras tanto, las relaciones entre Adams y Jefferson continuaron siendo lo suficientemente cordiales. Jefferson cenó amistosamente con John y Abigail Adams en la Casa Blanca ese enero.

¿Sería posible una reconciliación? “Señor, el evento de la elección está dentro de su poder”, suplicó Jefferson a Adams a principios de febrero. Pero Adams se negó a interferir en el voto de la Cámara. Después de más de 30 votaciones, la Cámara de Representantes en últimas decidió la contienda a favor de Jefferson.

El presidente Adams decidió no asistir a la toma de posesión de su sucesor. En ese sentido, salió de la ciudad de Washington las 4 a.m. del 4 de marzo de 1801. En la decisión de no acudir la toma de posesión de Jefferson, Adams quizás estuvo motivado por el deseo de bajar la temperatura política en la capital.

La resultante transferencia pacífica del poder de Adams a Jefferson fue denominada irónicamente la “Revolución de 1800”. Tras pronunciar un discurso conciliador en la toma de posesión, Jefferson comenzó la ahora venerable tradición de marchar desde el Capitolio a la Casa Blanca. Y tendría dos mandatos en el cargo.

El período que siguió se llama la Era Jeffersoniana y sus seguidores los republicanos jeffersonianos. El énfasis de este grupo en el republicanismo agrario, el gobierno limitado y los derechos de los estados resuenan hasta el día de hoy.

John Quincy Adams (1829)

El presidente John Quincy Adams

John Quincy Adams siguió los pasos de su padre de muchas maneras. Como secretario de estado del presidente saliente, James Monroe, buscó obtener la presidencia por derecho propio en 1824. Pero enfrentó múltiples rivales, en especial Andrew Jackson y Henry Clay.

Jackson representaba la amenaza más seria. En otro paralelo de la relación de su padre con Jefferson, Quincy Adams había sido en cierto momento un aliado político de Jackson. Pero las relaciones se enfriaron considerablemente cuando los dos hombres se encontraron compitiendo por el mismo cargo en 1824.

Jackson ganó el voto popular y electoral, pero no logró la mayoría en ninguna de las columnas. Con los comicios en juego, los electores de Clay cambiaron su apoyo a Adams. Y, la Cámara de Representantes votó para elegir a Adams como el próximo presidente. Después, Jackson declaró que se había realizado un “trato corrupto” y prometió postularse nuevamente en 1828.

La elección de 1828 presentó una revancha polémica entre los dos hombres. Y Jackson emergió como el claro vencedor esta vez. Igual que hizo su padre antes que él, Quincy Adams intentó mantener relaciones cordiales con el presidente entrante, aunque con poco éxito. Quincy Adams ofreció el uso de la Casa Blanca para las festividades de toma de posesión, pero Jackson rechazó la propuesta.

De manera que Quincy Adams abandonó la Casa Blanca la noche del 3 de marzo, el día antes de la inauguración de Jackson. De nuevo, como su padre, decidió deliberadamente no asistir a la investidura de su sucesor.

Pero Quincy Adams no pudo detener la ola de democracia popular que llegó tras su mandato. En los siguientes años, el sufragio se extendió a casi todos los hombres blancos. La participación masiva en la cultura política de la época reavivó un segundo sistema bipartidista de demócratas y whigs. Jackson cumplió dos mandatos en el cargo y marcó la pauta para los presidentes demócratas durante una generación.

La “Era de Jackson” todavía resuena en nuestro tiempo. Incluso cuando sus características más detestables han limitado su significado.

Andrew Johnson (1869)

El presidente Andrew Johnson

El vicepresidente Andrew Johnson asumió la presidencia después del asesinato del presidente Abraham Lincoln en 1865. Y, el nuevo mandatario se comprometió a obstruir la voluntad del Congreso republicano en cada paso. Sin embargo, pese a su atractivo popular, no logró asegurar la candidatura del Partido Republicano a la presidencia en 1868 e incluso fue llevado a juicio político por la Cámara de Representantes.

En noviembre de 1868, el país eligió al general Ulysses S. Grant, némesis de Johnson, para la presidencia con un amplio margen electoral. En el voto popular, Grant debía su escasa mayoría de 300.000 votos a casi medio millón de libertos en los estados del sur.

A pesar de la victoria electoral de Grant, Johnson se negó obstinadamente a asistir a la toma de posesión el 4 de marzo. Por el contrario, permaneció en la Casa Blanca para firmar legislación. Asimismo, Grant rechazó la idea de viajar en el mismo carruaje que Johnson.

El desaire no hizo nada para descarrilar la administración de Grant y su política de apoyo vigoroso a la Reconstrucción en el Sur. Fue reelegido fácilmente en 1872 para un segundo mandato. Con la excepción de los dos mandatos de Grover Cleveland en el cargo, los republicanos dominaron la Casa Blanca hasta 1913.

El propio Grant siguió siendo un firme defensor de los derechos civiles de las personas liberadas en el sur, incluso cuando la corrupción plagaba su gobierno. A pesar de sus problemas, biografías recientes han rehabilitado los ocho años de Grant en el cargo. La era de la Reconstrucción también se ha reformulado como el gran experimento de Estados Unidos en democracia.

En retrospectiva, estos tres ejemplos de obstinación por parte de presidentes en funciones deben tomarse con pinzas. Justamente, todos los demás presidentes salientes han asistido a la toma de posesión de su sucesor. Pero dado el comportamiento de Trump desde el día de las elecciones, es apropiado que siga el ejemplo de sus predecesores y no asista a la toma de posesión de Biden.

Por supuesto, al hacerlo, corre el mismo destino que los anteriores boicoteadores de las tomas de posesión presidenciales. En cada caso de estos presidentes anteriores, su sucesor fue más allá del desaire y dirigió a la nación no por uno, sino por dos mandatos. Queda por ver si esto significará una “Era de Biden”.