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(CNN) – Al crecer en las remotas montañas de Sierra Gorda, México, Roberto Pedraza Ruiz desarrolló un caso grave de biofilia.

Biofilia es un término acuñado por el biólogo Edward O. Wilson que significa “amor a la vida” y describe la necesidad humana de conectarse con la naturaleza.

Pedraza Ruiz, ahora un conservacionista y fotógrafo, se mudó de la bulliciosa ciudad de Querétaro, en el centro de México, a Sierra Gorda, en 1984, cuando tenía nueve años.

La cadena montañosa cubre más de 380.000 hectáreas, más del doble del tamaño del Gran Londres. Sus paisajes abarcan montañas escarpadas, desiertos áridos y bosques nubosos brumosos.

Pedraza Ruiz recuerda haber pasado su infancia allí recolectando hongos, buscando salamandras y jaguares y criando caballos y vacas. Sierra Gorda se sentía como el lugar donde debía estar.

“Soy una criatura muy endémica”, le dice a CNN. “Realmente creo que pertenezco a estas montañas y eso es todo”.

Sierra Gorda luce más resplandeciente a la luz de la madrugada.

Ayudando a las personas y a la naturaleza

La biofilia de Pedraza Ruiz es hereditaria.

Su madre es la conservacionista galardonada Martha “Pati” Ruiz Corzo, considerada la alguacil ambiental de la región.

En 1987, Corzo cofundó una organización de base, el Grupo Ecológico Sierra Gorda, con su esposo, para ayudar a proteger los bosques de la destrucción. Una década después, el grupo logró con éxito el estatus de Reserva de la Biosfera para la región.

Nombrado por el entonces presidente mexicano Ernesto Zedillo, Corzo se desempeñó como directora de la Reserva durante 14 años.

El grupo trabaja para conservar la naturaleza al mismo tiempo que mejora la vida de las comunidades locales económicamente desfavorecidas. “El 97%  de la tierra es tierra privada de 637 comunidades”, explica. “Hay que darles una oportunidad porque eso es todo lo que tienen”.

Corzo creía que la clave era empoderar a la población local para cuidar los recursos naturales y la tierra de Sierra Gorda, alejándolos de industrias insostenibles como la tala mediante el desarrollo de oportunidades económicas que incluyen reforestación, educación, ecoturismo, compensación de la huella de carbono y gestión de desechos.

Sus esfuerzos fueron un éxito notable.

Ahora, Sierra Gorda está prosperando. Según Pedraza Ruiz, la región alberga 345 especies de aves, 111 mamíferos diferentes, 134 reptiles y anfibios diferentes, y alrededor de 2.400 especies de plantas.

Pedraza Ruiz rescató este hermoso kinkajú, que se había extraviado en un huerto, y lo soltó en el bosque.

La próxima generación

Pedraza Ruiz, ahora de 45 años, trabaja junto a su familia para proteger los bosques antiguos en los que creció.

“[Mis padres son] los mejores ejemplos para mí. Es difícil seguir su ritmo, pero hago lo mejor que puedo”, dice.

Pedraza Ruiz supervisa el programa de conservación de tierras del Grupo Ecológico Sierra Gorda, haciendo de todo, desde construir cercas para mantener a raya al ganado, hasta patrullar los bosques en busca de actividades ilegales. Dice que su trabajo marca la diferencia. Fuera de la reserva, “se puede ver la tala ilegal, la ganadería y los incendios forestales”, dice.

También es un fotógrafo galardonado que muestra la belleza salvaje de su hogar al mundo.

“La fotografía se ha convertido en una herramienta muy eficaz para la conservación”, dice. En 2016, las fotografías que tomó en Sierra Gorda hace más de una década provocaron el descubrimiento de dos nuevas especies de magnolia. Una de ellas, la Magnolia pedrazae, recibió el nombre de su familia.

“Nadie [se da cuenta de que] en el centro de México tenemos toda esta diversidad”, dice. La fotografía es “una forma de compartir por qué Sierra Gorda es tan importante”.