(CNN) – Fueron 13 minutos absolutamente impresionantes.
Desde el momento en que el fiscal principal de juicio político de la Cámara de Representantes, Jamie Raskin (demócrata de Maryland), presentó un video que mostraba los eventos del ataque del 6 de enero al Capitolio de Estados Unidos hasta que terminó con una nota sobre los que murieron y resultaron heridos como resultado del motín. Era imposible para mí no mirar, incluso cuando me sentía enfermo, triste y enojado por lo que vi.
El video yuxtapuso los procedimientos formales de afirmar los votos del Colegio Electoral dentro de la Cámara de Representantes y el Senado con el caos que crecía fuera del Capitolio, cuando el entonces presidente Donald Trump instó a los asistentes a una manifestación masiva para “detener el robo”, marchar hacia el Capitolio y luchar para evitar que los demócratas se robaran las elecciones.
A medida que esas dos realidades se fusionaron —con manifestantes enfrentándose a la policía y derribando las puertas de donde los congresistas estaban debatiendo objeciones al Colegio Electoral— me llamó la atención un pensamiento primordial: es un milagro que esto no hubiera sido mucho, mucho peor.
Pero eso no quiere decir que el violento asalto a uno de los símbolos de la democracia estadounidense, y las muertes y lesiones directamente relacionadas con esa insurrección, no fuera terrible. Lo fue. Fue uno de los días más oscuros de la memoria moderna.
El ataque al Capitolio puso en riesgo la democracia
Pero realmente podría haber sido MUCHO peor. El vicepresidente Mike Pence por poco no se encontró cara a cara con una turba, algunos de los cuales gritaban “Cuelguen a Mike Pence”. Los miembros del Congreso quedaron acorralados, indefensos. “A mi alrededor, la gente llamaba a sus esposas y esposos, a sus seres queridos, para despedirse”, relató Raskin.
Que ningún miembro del Congreso no resultara herido o muerto fue un milagro menor. Y que tengamos que decir esto, en la democracia más fuerte del mundo, es aterrador.
Lo que ese video mostró es lo que puede crear el impacto de las mentiras y el uso de armas del partidismo, el resentimiento y la victimización del líder más poderoso de la nación: algo muy cercano a un golpe.
Me resulta incomprensible que cualquier senador, republicano o demócrata, pueda ver ese video de 13 minutos y no cambiar de opinión. No ver lo que hizo Trump, al sembrar y luego activar una turba enfurecida condicionada durante años a creer que una mentira era verdad. No ver que otra candidatura presidencial para el 45º presidente significaría un peligro claro y presente para nuestra sorprendentemente frágil democracia.
El punto: si el pasado es un prólogo, nada cambiará sobre el destino de Trump después de hoy. Porque muchos ya están decididos. Lo que es realmente lamentable. Y decepcionante.