Nota del editor: Holly Thomas es escritora y editora radicada en Londres. Ella tuitea como @HolstaT. Las opiniones expresadas en este comentario son únicamente las del autor. Mira más artículos de opinión en CNN.
(CNN) – Si alguna vez has reflexionado sobre las bondades de hacer negocios con la abuela de tu marido, es posible que los acontecimientos de la última semana te hayan hecho pensar.
El miércoles, el Palacio de Buckingham anunció que inició una investigación sobre las acusaciones de que Meghan, la duquesa de Sussex, intimidaba a tres empleados dentro de la casa real. La medida se produjo después de que The Times en el Reino Unido publicara un informe que citaba fuentes que dijeron que Meghan expulsó a dos asistentes de su casa en el Palacio de Kensington y socavó la confianza de un tercer miembro del personal. El Palacio de Buckingham aseguró que estaba “muy preocupado” por las afirmaciones, que se hicieron públicas solo unos días antes de la transmisión de la tan esperada entrevista de Meghan y el príncipe Harry con Oprah Winfrey el domingo, y justo después de que se publicara un video de Meghan diciéndole a Oprah que “La Firma” estaba “perpetuando falsedades” contra ella.
Tras ser anunciada la investigación, el portavoz de Meghan dijo que la duquesa estaba “entristecida por este último ataque a su persona” y un portavoz de los Sussex desestimó el informe del Times como “una campaña calculada de difamación”.
Aunque todavía se desconocen todos los detalles de las acusaciones contra Meghan, el afán del palacio por responder a ellas contrasta con sus reacciones anteriores a otras controversias, en particular las quejas sustancialmente más graves contra el tercer hijo de la reina, el príncipe Andrés, el duque de York. Esas declaraciones han sido mínimas y han apoyado decididamente al príncipe –sin mencionar una reveladora comprensión de los valores que la familia parece tener como sus más preciados–.
Andrés renunció a sus deberes reales en noviembre de 2019, después de que sus vínculos con el delincuente sexual convicto Jeffrey Epstein se convirtieran en una vergüenza nacional. Virginia Giuffre, una de las acusadoras de Epstein, dijo que se vio obligada a tener relaciones sexuales con el príncipe tres veces, incluida una ocasión en la que era menor de edad (Andrés niega tener algún tipo de relación). Su retiro como miembro de la familia real siguió a una desastrosa entrevista de la BBC el mismo mes, durante la cual el príncipe Andrés describió su amistad con Epstein, una invitación a Epstein con su novia Ghislaine Maxwell a Sandringham y Windsor, y se conoció que se quedó con él en su casa de Nueva York después de la liberación de Epstein de la prisión en 2009 (y luego de que Epstein se declarara culpable de solicitar prostitución con una menor). Andrés dijo en la entrevista que pese a eso no se arrepentía de su amistad con Epstein, incluso a la luz de la avalancha de nuevas acusaciones y pruebas.
Después de que el Daily Mail en 2019 publicara un video del príncipe dentro de la casa de Epstein en Nueva York en 2010, el palacio dio una breve respuesta, diciendo que “el duque de York ha quedado consternado por los informes recientes sobre los presuntos crímenes de Jeffrey Epstein”.
El príncipe también fue durante muchos años amigo de Maxwell, quien actualmente se encuentra en la cárcel y a la espera de juicio por cargos de tráfico sexual (de los que se ha declarado inocente) en Nueva York. En julio de 2020, el Daily Telegraph, con sede en el Reino Unido, informó que en 2002, al parecer, Maxwell se había sentado en el trono de la reina durante una visita privada al Palacio de Buckingham organizada por el duque de York. Como informó CNN en ese momento, el Palacio de Buckingham se negó a comentar sobre la fotografía, al igual que un portavoz del príncipe Andrés. Cuando la BBC le preguntó si Maxwell hablaría sobre el duque como parte de la investigación en curso sobre Epstein, la exbanquera de inversiones Laura Goldman, amiga de Maxwell, dijo: “Ella siempre me ha dicho que nunca, jamás, diría algo sobre él”.
La conexión de Andrés con presuntos traficantes sexuales y los señalamientos de que estuvo involucrado en sus crímenes están lejos de ser las únicas marcas contra su nombre. A fines de noviembre de 2019, el Mail On Sunday informó que mientras el duque de York se desempeñaba como enviado comercial de Gran Bretaña, un puesto financiado por los contribuyentes, supuestamente utilizó viajes oficiales para promover un banco privado. La vaga respuesta del palacio delineó los deberes del príncipe en el papel, concluyendo que “era promover Gran Bretaña y los intereses británicos en el extranjero, no los intereses de los individuos”. El Príncipe se apartó del cargo en 2010, luego de que saliera a la luz su amistad con Epstein, pero no se apartó de sus deberes reales más amplios hasta 2019, después de su terrible entrevista con la BBC.
No hubo ninguna indicación pública de que el príncipe había sido expulsado: se le permitió retirarse en lo que se describió como “una decisión personal”, tomada después de las discusiones con la reina y el príncipe Carlos.
Aunque la controversia que rodea al príncipe Andrés ha sido increíblemente seria, el palacio aún no ha publicado ninguna declaración que socave su posición como miembro apoyado de la familia. Todo está calculado para minimizar la vergüenza, famosa por ser una prioridad para su madre, la reina.
Un tema constante del paso en falso real, hasta la reciente ruptura con los Sussex, es el de una respuesta silenciosa tanto del jefe de familia como de las casas reales, siempre breve y calculada para minimizar la historia. Cuando el príncipe Harry fue fotografiado vestido de nazi en una fiesta en 2005, Clarence House, la casa en Londres de su padre, el príncipe de Gales, emitió una rápida disculpa en su nombre.
Ahora, aparentemente ya no disfrutando del apoyo incondicional de su familia, y tal vez sintiendo los efectos en medio de la tormenta mediática actual, Harry hizo una comparación con la experiencia pasada de su madre, la princesa Diana, en un segmento de la entrevista de Oprah publicado esta semana. “Estoy realmente aliviado y feliz de estar sentado aquí … con mi esposa a mi lado”, dice. “Porque no puedo creer lo que debe haber sido para ella pasar por este proceso sola, hace tantos años”. No es la primera vez que el príncipe establece una conexión entre el trato de Meghan y Diana, particularmente en términos del acoso de los medios a su madre antes de su muerte.
La propia reina Isabel, que sigue siendo una figura pública popular, probablemente se ha mantenido así en parte debido a su enfoque taciturno de las relaciones públicas a lo largo de los años, que, con la notable excepción de su muy despreciado silencio tras la muerte de la princesa Diana, rara vez ha sido al revés. A pesar de ser una funcionaria pública y receptora anual de la subvención soberana financiada por los contribuyentes, valorada en US$ 107,1 millones (£ 82.2 millones) en 2019, solo ha dado una entrevista en su reinado de 69 años.
Los valores más preciados por la reina y el palacio parecen ser la lealtad y la voluntad de seguir la línea real. En un incómodo intercambio a fines de febrero después de que el palacio despojara al príncipe Harry de sus títulos militares, el palacio dijo que “no era posible continuar con las responsabilidades y deberes que conlleva una vida de servicio público”. Harry sirvió en las fuerzas armadas durante 10 años, entre los que se incluyen dos viajes a Afganistán, créditos aparentemente menos valiosos que los de “la realeza superior”. Los Sussex respondieron rápidamente al palacio, con su propia declaración diciendo: “Todos podemos vivir una vida de servicio”.
La sensación de que la dedicación inquebrantable a la corona es el único camino adecuado para cualquier persona relacionada con la familia real es amplificada por los medios británicos, que tienden a sobrepasar el fervor de la población por la realeza. Cuando Meghan publicó una fotografía que anunciaba su segundo embarazo, hubo una respuesta ampliamente positiva, pero también fue recibida con una reacción cruel a la luz de su reciente fuga. Las burlas aparentemente ignoraron la necesidad de una mujer irrevocablemente en el ojo público, que había sufrido recientemente un aborto espontáneo, de controlar la narrativa en torno a su propio embarazo.
El domingo se transmitirá la entrevista completa de los Sussex con Oprah, y sin duda generará muchos más titulares –y preguntas– sobre el tema de su credibilidad o de otro tipo. Si bien muchos de estos pueden ser válidos, deberían ser sustancialmente menos interesantes para la institución en comparación con las preguntas que rodean a un miembro mayor de la realeza que aún se encuentra en su seno. Mientras el príncipe Andrés disfrute de la protección inquebrantable del palacio, sus incursiones en el supuesto comportamiento pasado de Meghan Markle seguirán sonando huecas.