Reynosa, México (CNN) – Carlos Cocoy está junto a un grupo de migrantes que se refugian debajo de un puente en la frontera mientras el sol calienta.
Él y su hijo acaban de ser deportados. Ya está tratando de averiguar cómo volver a cruzar a Estados Unidos.
“Voy a intentar volver a Estados Unidos, porque las cosas son más difíciles en Guatemala”, dice. “Tengo cinco hijos que tengo que mantener”.
Como muchos de los migrantes con los que CNN ha hablado en los últimos días en la frontera, Cocoy parece sorprendido por la forma en que las autoridades de inmigración de Estados Unidos lo trataron. Su voz se quiebra cuando describe la rapidez con la que lo expulsaron del país donde esperaba encontrar trabajo para mantener a su familia. “No nos dejaron pasar”, dice, “y tengo que pasar”.
En el lado estadounidense de la frontera, hemos visto condiciones de hacinamiento en los centros de detención y grandes grupos de migrantes en las estaciones de autobuses después de que las familias fueran puestas en libertad. Pero aquí, en el lado mexicano, la escena es dramáticamente diferente. Historias como la de Cocoy, y la confusión sobre qué familias migrantes pueden quedarse en Estados Unidos y cuáles son expulsadas, se están volviendo más comunes.
Si bien los funcionarios están permitiendo que los menores no acompañados entren a Estados Unidos para presentar su caso de asilo, y permitiendo que algunas familias consideradas vulnerables también crucen, la administración Biden ha dicho que la mayoría de los adultos y familias están siendo expulsados bajo las restricciones de salud pública por pandemia que siguen vigentes a lo largo de la frontera.
Es probable que algunos de los que son enviados a México intenten cruzar nuevamente, un factor que podría estar haciendo que el número de migrantes detenidos en la frontera se dispare.
A unos metros de Cocoy, Samuel Antonio Sarmiento dice que también está decidido a cruzar la frontera con su hijo y volver a intentarlo. Dice que los repetidos comentarios de la administración Biden de que ahora no es el momento para que los migrantes viajen a Estados Unidos no son convincentes.
“Tuve que migrar porque fui agredido […] El problema es que él [el presidente Joe Biden] no conoce la situación en la que estás”, dice Sarmiento. “Prefiero morir aquí que regresar a Honduras”.
Algunos inmigrantes deportados en la frontera dicen que están conmocionados y con el corazón roto
Algunos migrantes le dijeron a CNN que están conmocionados y que todavía están tratando de resolver sus próximos pasos. Muchos están enojados porque su viaje a Estados Unidos fue interrumpido, preocupados porque no tienen dónde quedarse en México y confundidos porque pensaron que las cosas habían cambiado desde que el presidente Donald Trump dejó la Casa Blanca.
“Ellos [las autoridades fronterizas de Estados Unidos] nos trataron muy mal. Ni siquiera nos dieron la oportunidad de hablar”, dice Ordelina de León López. Si hubiera tenido la oportunidad de presentar su caso, De León dice que le habría dicho a las autoridades que una de sus hijas había sido secuestrada en Guatemala y que huyó del país después de enfrentar amenazas.
“La policía nunca me ayudó y soy madre soltera. Tengo tres hijos que cuidar”, agrega. “Vine aquí pensando que me iban a dar apoyo. Pero nos sorprendió descubrir que no, y nos rechazaron”.
Belinda de Dios López dice que está temblando y no ha comido en los días desde su deportación porque no tiene dinero para comprar comida.
“Vine porque el señor Biden dijo que nos iba a dar la oportunidad de entrar durante 100 días”, dice. Cuando se le informó que Biden en realidad dijo que suspendería las deportaciones durante 100 días, pero que había advertido a los posibles inmigrantes que no vinieran a Estados Unidos, dijo que el presidente debería mostrar más compasión.
“Debería ser más humanitario”, dice, “porque todos somos humanos y necesitamos más humanidad”.
Carmen Julia solloza, diciendo que se fue de Guatemala con su hija a fines de febrero y se entregó a la Patrulla Fronteriza tan pronto como llegó a Estados Unidos porque le informaron que mejoraría sus posibilidades de que le permitieran quedarse en Estados Unidos. En cambio, dice que le tomaron las huellas digitales y regresó a México en menos de 12 horas.
“No tengo nada en casa”, dice, “sin casa, sin trabajo, sin futuro”.
Algunos deportados dicen que están confundidos porque a algunos se les permitió quedarse en EE.UU.
El hondureño Bene Ayala dice que él, su esposa y su hijo, de 7 años, fueron detenidos por agentes de la Patrulla Fronteriza y devueltos de inmediato a México. Pero a otros en un grupo con el que viajaba se les permitió quedarse, aparentemente porque sus hijos eran más pequeños.
“Es injusto. Podemos ver que los niños de 5 años pueden cruzar con sus padres, y los de 7 años no. Pero los de 7 años todavía son niños”, dice.
La Oficina de Aduanas y Protección de Fronteras de EE.UU. dice que todavía está operando bajo la orden de salud pública, conocida como Título 42, que permite la expulsión de inmigrantes que cruzan la frontera para evitar la propagación del covid-19. La agencia dice que los padres migrantes que viajan con niños no están exentos de las restricciones, independientemente de la edad del niño.
Cuando se le pidió que aclarara cómo define la agencia quién es vulnerable y si se utiliza un límite de edad en esas determinaciones, un portavoz dijo que no podía proporcionar ese tipo de detalles.
La secretaria de Prensa de la Casa Blanca, Jen Psaki, reconoció el martes que se está dejando entrar a más familias a Estados Unidos.
“Es en gran parte un problema de que México no tiene la capacidad de aceptar a algunas de estas familias”, dijo. “Estas circunstancias son limitadas. Cuando llegan, se les hace una prueba, se ponen en cuarentena, según sea necesario. Pero no es un reflejo o predicción de un cambio de política”.
Las familias migrantes a las que se les permite ingresar a Estados Unidos enfrentan un viaje incierto. Sus casos pasarán por la corte de inmigración y, en última instancia, un juez decidirá si pueden quedarse.
Pero, para Ayala y otras familias migrantes deportadas, el futuro es aún más oscuro.
Como muchos migrantes que CNN conoció en la frontera, Ayala dice que se fue de Honduras después de que dos poderosos huracanes devastaran la región, el año pasado. Y aunque esperaban que el viaje no fuera fácil, dice, pensaron que una vez que cruzaran el río Grande tendrían la oportunidad de quedarse.
“[El huracán] Eta —más la pandemia— nos dejó sin nada”, dice. “La situación es tan mala como cuando golpeó la tormenta. No hay mejoría. La gente no tiene trabajo. Queremos ir a trabajar para ayudar allí”.
Para los migrantes deportados, el futuro es incierto
Ayala y otros deportados se preguntan qué hacer. Las autoridades mexicanas les ordenaron recientemente que abandonaran el área junto al puente fronterizo y los trasladaron a un parque de la ciudad, a un par de cuadras de distancia.
Los grupos se están reuniendo en campamentos improvisados. Los refugios de la zona están abrumados por la gran cantidad de migrantes que llegan y están rechazando a más personas.
Aparte de un pequeño quiosco, hay poca sombra para proteger a estos migrantes del sol abrasador. Las iglesias locales proporcionan comida un par de veces al día. No hay baños ni ayudas adicionales de ningún tipo.
No está claro qué ayuda pueden ofrecer las autoridades mexicanas. A nivel nacional, los funcionarios se enfrentan a una presión cada vez mayor de la administración Biden para intensificar la aplicación de la ley de inmigración.
Aquí en este estado fronterizo, Ricardo Calderón Macías, del Instituto Tamaulipeco para los Migrantes, dice que los funcionarios están tratando de trabajar con los migrantes para ver quién preferiría regresar a su país y quién podría ser elegible para recibir una visa humanitaria para quedarse en México durante 30 días.
Estos migrantes dicen que lo que más temen es su seguridad y que se les está acabando el tiempo. Los campamentos a lo largo de la frontera en México pueden ser peligrosos y la ayuda es escasa. A solo una hora de aquí, 16 migrantes guatemaltecos fueron asesinados en enero en una masacre que fue un recordatorio devastador de lo peligroso que puede ser este viaje.
“El miedo es que nos vayan a hacer algo”, dice Ayala. “Aquí no tenemos a nadie”.
– Gustavo Valdés, de CNN en Español, informó desde Reynosa. Catherine E. Shoichet, de CNN, informó desde Arlington, Virginia.