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Nota del editor: Carlos Alberto Montaner es escritor, periodista y colaborador de CNN. Sus columnas se publican en decenas de diarios de España, Estados Unidos y América Latina. Montaner es, además, vicepresidente de la Internacional Liberal. Las opiniones aquí expresadas son exclusivamente suyas.

(CNN Español) – Los asiáticos están en la picota pública en Estados Unidos. Se han producido algunos lamentables atentados contra quienes tienen rasgos asiáticos. Aparentemente, esto ha empeorado desde que el entonces presidente Donald Trump designara el covid-19 como el “virus chino”. A partir de ese momento algunos descerebrados nacionalistas la emprendieron contra los chinos, los japoneses, los vietnamitas, los coreanos o los filipinos. Para el ojo prejuiciado de ciertos estadounidenses “todos son chinos”.

No es la primera vez que esto sucede. En 1882, el Congreso aprobó la Ley de Exclusión de Chinos que en 1924 se expandió a todos los asiáticos. La ley impedía la inmigración de estas personas. Era aterrador: se pensaba, popularmente, que eran una “raza inferior”. Pero el maltrato a los asiáticos ni siquiera es solo estadounidense. En México, en 1911, durante la Revolución mexicana, los maderistas asesinaron a unos 300 chinos en la ciudad de Torreón y las turbas saquearon sus comercios. El pretexto de la xenofobia fue la competencia “desleal” de los trabajadores chinos.

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¿Qué pasa ahora? Que el virus saliera de Wuhan, en China, se ha convertido en un arma de unos pocos populistas para encontrar un chivo expiatorio en una crisis global. Algo intolerable, aunque fuera verdad la teoría –de la que no hay evidencia– de que el virus fue creado en un laboratorio.

¿Hay alguna razón para suponer que el covid-19 fue una estrategia del gobierno chino para afectar negativamente el aparato productivo occidental? La OMS publicó este martes un informe que dice que lo más probable es que el origen del nuevo coronavirus hubiera sido animal, y dijo que es “extremadamente improbable” que se haya introducido a través de un incidente de laboratorio, pero dijo que todas las hipótesis seguían sobre la mesa y que faltaba más investigación.

El Instituto de Virología de Wuhan está a pocas calles del mercado en el que se supone que se inició la transmisión del virus de los murciélagos a las personas, una casualidad que ha despertado suspicacias. Las hipótesis que sostienen los que creen a China culpable señalan que, en efecto, se trató de un acto deliberado. Junto a ellos hay quienes mantienen, como Richard Ebright, biólogo molecular de la Universidad de Rutgers, que no se trata de un arma biológica, sino de un virus que escapó por un descuido humano de los protocolos de descontaminación. La Organización Mundial de la Salud ha calificado esta teoría como “extremadamente improbable”.

Luis Esteban G. Manrique, gran periodista, en un artículo de divulgación que publica en el semanario español Política Exterior [“Bioterrorismo y manipulación genética: incógnitas de la pandemia”], por su parte —y sin afiliarse a ninguna de las hipótesis— recuerda que “la posibilidad de que se puedan insertar genes en el ADN de patógenos para crear armas biológicas no es ciencia ficción. El genoma del Vibrio cholerae, la bacteria que provoca el cólera en seres humanos, es ya de dominio público, por lo que en teoría se puede usar para clonar cepas más virulentas”. A lo que inmediatamente agrega una espantosa posibilidad: “Steven Block, biólogo de la Universidad de Stanford, advierte de que esos experimentos podrían provocar ‘enfermedades de diseño’ incurables”.

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En el terreno personal, no creo que China haya intentado deliberadamente afectar la capacidad productiva de Occidente. Primero, porque fue China la que inmediatamente puso a disposición de Occidente el genoma del virus para que los laboratorios hicieran la vacuna. Y segundo, porque China sabe que su socio comercial más importante es Estados Unidos y no debe tener el menor interés en dañarlo en el campo económico. Otra cosa es la posibilidad de una negligencia humana (por parte de China en las primeras etapas de la pandemia). Para mí, esa sí hay que tenerla en cuenta y explicaría los rasgos de culpabilidad que China exhibe. Sea como sea, el racismo y la violencia nunca son la respuesta.